Así cambia el mapamundi cuando ajustas los países a su tamaño real y no a la proyección de Mercator

Cuando Gerardus Mercator publicó su célebre proyección en 1569 poco podía sospechar de su futuro carácter controvertido. En origen, Mercator, un muy estudioso geógrafo alemán que apenas había viajado alrededor del mundo que aspiraba a cartografiar, buscaba crear una herramienta útil para los variados marineros del mundo. Su mapa no quería replicar de forma exacta el mundo, sino ayudar a navegarlo mejor.

Fue aquel motivo y no otro el que espoleó su popularidad, y el que le permitió convertirse en una suerte de canon cartográfico durante los siglos posteriores. Dieron igual las muchas objeciones planteadas por otros geógrafos que diseñaron sus propias proyecciones (algunas francamente divertidas): a principios del siglo XXI las nuevas herramientas de exploración cartográfica, como Google Maps, recurrieron a la ancestral proyección del alemán.

La decisión era lógica. La de Mercator es la representación del mundo que nos resulta más familiar. Para los lectores europeos o americanos, además, fue un lugar cómodo durante siglos. Aquel mundo imaginado por Gerardus distorsionaba los polos y empequeñecía a las tierras en torno al ecuador. La decisión era consistente con su interés en guiar a los navegantes por el mundo, pero tremendamente engañosa a la hora de representar al globo terráqueo.

Como resultado, África quedaba reducida a una fracción de su tamaño real, así como la India, los archipiélagos entre el Índico y el Pacífico o Brasil. Europa y muy especialmente las tierras por encima del Círculo Polar Ártico (muy abundantes, al contrario que más allá del Círculo Polar Antártico) obtuvieron un tamaño superior. Para muchos historiadores y pensadores, Mercator era sinónimo de eurocentrismo o, peor aún, de la dominación cultural y colonial.

Como hemos visto en alguna ocasión, ya durante la vida de Mercator había mapas que mostraban un mundo distinto. Y siguieron surgiendo posteriormente. Pero el debate ha llegado hasta nuestros días. Hace poco Google Maps decidía desprenderse del cartógrafo alemán y dotar de forma esférica a sus mapas. ¿El motivo? Fácil de entender si nos acercamos a esta imagen creada por u/neilrkaye en Reddit.

El mapa es muy gráfico y ayuda a entender de un plumazo las gigantescas diferencias entre el mundo representado por Mercator y el realmente existente. Canadá, Estados Unidos y (sobre todo) Rusia se empequeñecen de golpe y porrazo, pasando a ocupar una significativa porción de la Tierra (pero no su mayoría, como aparentan en la proyección del siglo XVI). China, Argentina o Australia también pierden parte de su enorme tamaño.

A nivel visual la lectura es inmediata: África y las tierras de los trópicos estaban infrarrepresentadas. Casi ninguno de los países centroafricanos, por ejemplo, sufre variación alguna. Sí sucede con buena parte de Europa (el ejemplo de los países nórdicos es el más claro) y con otras latitudes del continente asiático (Kazajistán y allegados). Hace algunos días, un usuario de la Wikipedia, Jakub Nowosad, lo trasladaba de forma efectiva a un gif.

Como ambos gráficos ilustran, recuperar el tamaño real de los continentes es fácil. Lo que es difícil es ensamblarlos después. En el caso de América es relativamente sencillo, pero en Asia es tarea imposible: si quisiéramos tomar el mapa ajustado como referencia (y darle continuidad, como sucede en el mundo real), Rusia no podría rellenar todas sus fronteras. Pegada a Europa dejaría a Asia huérfana; y viceversa.

Ahí reside el truco de Mercator y de todas las distorsiones generadas por las proyecciones: cuadran un círculo imposible al representar sobre plano un mundo que no lo es. De forma efectiva, no pueden hacerlo de otro modo que no sea creando injusticias en algún lugar del mundo. Mercator optó por sacrificar los trópicos, mientras que otras, directamente, revolucionan la forma en la que miramos al mundo. Y claman ser más exactas que ninguna.

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