En 1959, Peter Tripp, un famoso DJ de Nueva York, se comprometió a pasar 200 horas despierto mientras presentaba su programa de radio con el fin de recaudar fondos para una buena causa.
Por aquellos tiempos apenas existían estudios sobre los efectos de la falta de sueño y nadie sabía qué podía pasar, convirtiéndose en todo un acontecimiento, no sólo para los millones de oyentes del programa, sino también para la comunidad científica.
La posterior repercusión del maratón sin dormir en la mente de Tripp fue mucho más dramática de lo que nadie se había esperado. La personalidad de un hombre que normalmente era considerado como animado y de buen humor parecía cambiar de forma significativa según iba pasando el tiempo. Al tercer día ya estaba muy irritable, maldiciendo e insultando incluso a sus mejores amigos y hacia el final de la afronta empezó a alucinar y a mostrar conductas paranoicas.
Pero a pesar de los temores de los médicos que lo controlaban (y con la ayuda de los estimulantes que le estaban dando) siguió adelante y finalmente se fue a la cama tras 201 horas continuas despierto.
Estudios recientes de laboratorio han replicado cómo algunos de los comportamientos de Tripp durante la falta de sueño que tiende a aumentar la irritabilidad, empeorar el estado de ánimo y a hacer que surjan síntomas de depresión, ira y ansiedad. Algunas personas creen que la pérdida de sueño lleva a reaccionar de forma más susceptible.
Cansados y susceptibles
Al igual que Tripp, que arremetía contra sus amigos al menor inconveniente, los participantes de un estudio a los que se les había privado del sueño experimentaban mayores niveles de estrés e irritación a la hora de realizar una tarea cognitiva simple que los sujetos de control que habían descansado.
Gracias a las imágenes de actividad cerebral podemos entender por qué la falta de sueño puede llevar a susceptibilidad irracional. La amígdala, una zona del interior del cerebro, es nuestro centro de control emocional. Si se mostraban a los participantes imágenes con carga emocional negativa, los niveles de actividad en la amígdala eran un 60 % más que los niveles de aquellos que estaban descansados.
Los investigadores también analizaron de qué manera las diferentes áreas del cerebro estaban conectadas en los participantes. Descubrieron que la falta de sueño interrumpía la conexión entre la amígdala y la corteza prefontal, un dato importante si tenemos en cuenta que la corteza prefontal se encarga de regular el funcionamiento de la amígdala. La falta de sueño parece hacer que la amígdala reaccione de forma exagerada ante los estímulos negativos porque se encuentra desconectada de las áreas cerebrales que normalmente controlan su funcionamiento.
Sin dormir en Las Vegas
Hace años que los dueños de los casinos saben que los jugadores cansados arriesgan más: las luces brillantes, el ruido y la falta de ventanas están diseñados para que no te des cuenta de que pasa el tiempo.
En 2011, investigadores de la Universidad de Duke pidieron a varios participantes que mejoraran sus apuestas en un experimento sobre juegos de apuestas. Podían hacerlo aumentando la cantidad del premio más grande posible, reduciendo el tamaño de la peor pérdida o mejorando las posibilidades de ganar. Cuando a los participantes se les privaba del sueño de una noche, empezaban a tomar menos decisiones que evitaran pérdidas y más decisiones que maximizaran sus potenciales ganancias. Dicho de otra manera, la falta de sueño hacía que los jugadores arriesgaran más y se volvieran más optimistas.
Este cambio en el comportamiento a la hora de arriesgar estaba acompañado de cambios en la actividad en áreas del cerebro que se encargan de evaluar los resultados negativos y positivos.
Dormir para estudiar
Otra zona del cerebro que sufre de forma dramática los efectos de la falta de sueño es el hipocampo: una región crítica para almacenar los nuevos recuerdos. La falta de una sola noche de sueño puede hacer que la capacidad de memorizar nueva información se reduzca de forma considerable tal y como ha sido demostrado en un estudio debido a una deficiencia en el hipocampo a causa de la falta de sueño. A la hora de memorizar un grupo de imágenes, los participantes privados de sueño mostraron menos actividad en el hipocampo en comparación con los participantes que habían descansado.
Este déficit en el hipocampo podría estar causado por la falta de sueño, reduciendo su capacidad de almacenar nueva información.
Por otro lado, el hipocampo puede que necesite descansar para desplazar la nueva información a otras zonas del cerebro. En este caso, la falta de sueño puede hacer que la capacidad del hipocampo para almacenar información esté saturada, haciendo que no sea posible almacenar nueva información.
Lecciones del maratón sin dormir
La historia de Tripp, el presentador de radio, tiene un final triste. Poco después del “maratón sin dormir” su matrimonio se rompió y acabó perdiendo su trabajo y su carrera en la radio. En 1964, Randy Gardner, un estudiante de secundaria de San Diego, rompió su récord al quedarse despierto durante 264 horas.
Sin embargo, es poco probable que los problemas posteriores de Tripp estén relacionados con la falta de sueño, puesto que Gardner y otros que intentaron batir el récord posteriormente no mostraron efectos negativos similares a largo plazo. De todas formas hay cosas que podemos aprender del experimento de Tripp y de los últimos descubrimientos en la ciencia del sueño.
Son muchas las personas que no descansan lo suficiente, sacrificando el tiempo de descanso para trabajar, sobre todo con dispositivos que emiten luz azul: una luz que hace que dormirse resulte más difícil y que afecta a la cantidad y calidad del sueño.
Necesitamos redescubrir el valor del sueño y apreciar los beneficios que tiene para nuestro cerebro. El tiempo que pasamos durmiendo es esencial para ser más inteligentes, tomar mejores decisiones y llevar una vida feliz. A roncar se ha dicho.
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Autor: Jakke Tamminen, Profesor, Royal Holloway.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
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