Imagina que dentro de veinte años tu pueblo ya no está en tu pueblo. Ahora se encuentra tres kilómetros al sur y ha sido completamente rediseñado y adaptado a la modernidad. En Suecia no lo están imaginando, lo están haciendo.
Kiruna es el municipio más al norte del país, un centenar de kilómetros por encima del círculo polar ártico y en plena Laponia, un lugar gigantesco, repleto de nieve y renos y vacío de personas. Y lleno de grandes recursos minerales. A principios del siglo XX, la gran cantidad de mineral de hierro presente en la zona motivó la construcción de gigantescas explotaciones mineras, y por tanto de pueblos a su lado donde pudieran vivir.
Hoy, más de cien años después, la mina se ha hecho tan grande que corre el riesgo de erosionar el terreno sobre el que se asienta Kiruna, y de hundirla. Y por eso, se tiene que mover de sitio.
Los orígenes del fascinante plan se remontan a 2014, cuando las autoridades locales se percataron de que cada extracción de mineral de hierro (un elemento esencial para crear acero, por ejemplo, básico a su vez para un sinfín de usos) dañaba un poquito más el suelo sobre el que descansaban los habitantes de Kiruna. La mina, la más grande del mundo de su clase, había alcanzado tales proporciones que también afectaba al cercano asentamiento planificado a inicios del siglo XX, y que ha crecido desde entonces hasta los 18.000 habitantes.
Si Kiruna sigue donde está, terminará devorada por la tierra.
El problema es que los habitantes de Kiruna tienen que seguir viviendo cerca de la mina. Es el principal empleador de una región, por lo demás, vacía de cualquier tipo de actividad económica significativa. Así que el ayuntamiento local se puso manos a la obra, habló con la agencia de arquitectos White, diseñó junto a ellos un ambicioso plan para mover todo el centro de Kiruna tres kilómetros desde su posición actual y se puso manos a la obra. ¿Dos años después, qué tal van las obras de traslado?
Destruir y reconstruir mejor, mucho mejor
Lentas, pero en orden. En este vídeo publicado hace un mes por la cuenta oficial de Suecia (sí, tienen tal cosa, como otra de Twitter que, por cierto, es rotatoria entre todos los ciudadanos suecos — Suecia mola) nos acercamos de primera mano al proceso, hablando con habitantes, comerciantes y autoridades locales (está en inglés, hay subtítulos):
La mina de Kiruna, Kirunavaara (nombre finés, los habitantes originales de esta parte de Laponia no eran suecos), pertenece a la empresa estatal Luossavaara-Kiirunavaara Aktiebolag (LKAB) que se encarga de su producción. Son ellos los que han ideado, junto a White y al gobierno local, de rediseñar el plan para la nueva ciudad, pero también de costear y subvencionar a los habitantes del pueblo para que puedan pagar su traslado a varios kilómetros más allá. Lo cuenta una tendera local que regenta un comercio en pleno centro: se tiene que despedir de su casa, pero ya tiene la nueva esperando cerca del nuevo centro.
En un principio, como se explica aquí, el objetivo del ayuntamiento era realizar una transformación rápida y un movimiento de edificios y población en apenas veinte años. El plan de White, en su lugar, es algo más ambicioso: aunque plantea que para 2033 la mayor parte del centro de la ciudad ya se haya trasladado a su nueva localización, el objetivo es realizar una mudanza a largo plazo (hasta el año 2100) que permita no sólo rediseñar la realidad urbana de Kiruna, sino también su futuro económico, menos dependiente del hierro.
Kiruna tenía un problema urbanístico derivado, en gran medida, de la propia naturaleza de su origen: como asentamiento minero, nació poco planificado y en función de las necesidades de principios del siglo XX. Esto es, sus edificios se despliegan de forma dispersa y con poca densidad, lo que favorece la utilización de los vehículos a motor, es más perjuidicial para el medio ambiente y resta vida a la ciudad. Lo cuentan varios ciudadanos en el vídeo del gobierno sueco: la nueva ciudad corregirá esos errores y permitirá una mayor concentración de establecimientos, viviendas y edificios públicos.
Y más densidad es igual a más comodidad.
Un traslado casa a casas y calle a calle
¿Cómo? Lo cierto es que tiene poco misterio: exceptuando tres edificios (el del ayuntamiento, una singular inglesa muy fotografiada y querida por sus habitantes y otro monumento arquitectónico), todos los demás serán demolidos. LKBA compra a todos los vecinos su vivienda con un extra del 25% por encima del precio del mercado, de tal modo que puedan pagar su nueva vivienda sin mayores cortapisas (aunque hay quien duda de ello). Muchas de ellas ya están construidas. Otros edificios públicos aún no, de modo que las escenas de la Nueva Kiruna son aún iguales a las de cualquier obra aleatoria.
Finalizado el proyecto, Kiruna debería parecerse a una ciudad mucho mejor planificada. Habrá una calle principal sobre la que rotarán los comercios y la vida pública, y las secundarias, las residenciales, se prolongarán compactas en un eje norte-sur alrededor de esa avenida. En la actualidad, el mapa de Kiruna es mucho más complejo y disperso. En teoría, el nuevo pueblo ya no estará en peligro por los posibles deslizamientos de tierra. LKBA construirá un gigantesco parque-zona verde allí donde residen ahora los vecinos, al lado de la mina.
Por supuesto, hay quienes se oponen y se resisten a vender la casa y el lugar donde han vivido y trabajado durante toda su vida. The Guardian ha recogido sus opiniones. Pero el resto de vecinos ven como un hecho inexorable el traslado. Para una ciudad pequeña como Kiruna, todas las cifras son mareantes: se limpiarán alrededor de 200.000 metros cuadrados, se demolerán más de 3.000 inmuebles y el erario público tendrá que invertir, como mínimo, 400 millones de euros.
Ante todo, y como explican en White, la mudanza es una oportunidad. Los arquitectos aspiran a diseñar una ciudad del siglo XXI y no dependiente de las emisiones de carbono, con un centro compacto y abierto a los vecinos (antes que a los automóviles a motor), con múltiples espacios públicos y una clara agenda sostenible a nivel medioambiental. En esencia, Kiruna tiene una oportunidad única, ya que puede reconstruirse de cero y adaptarse mejor que ninguna otra ciudad de Suecia a los futuros retos urbanísticos que tarde o temprano tendrán que afrontar.
El plan avanza sin prisa, pero tampoco con pausa: está previsto que para 2021 la iglesia haya sido ya trasladada, y que los principales edificios cívicos y la zona centro del nuevo Kiruna ya estén terminados. De forma progresiva, se recolocará a los vecinos y se construirán 3.000 viviendas nuevas. El resultado será algo parecido a esto:
¡Adiós, viejo Kiruna!
Ver todos los comentarios en https://www.xataka.com
VER 0 Comentario