“¿Por qué comprar un medio de comunicación cuyos empleados son unos conocidos radicales defensores de la transparencia para ponerlo patas arriba e intentar silenciarlos?”, se preguntaba en julio de este año Erik Wemple, periodista de The Washington Post, a colación de los últimos movimientos internos de lo que quedaba del conglomerado Gawker. La situación que se ha desatado esta semana, tres meses después de aquella pregunta, no hace más que ahondar en la crisis apuntada entonces.
Qué está pasando en Kotaku
I don't know what's going to happen next, but to everyone who has read and supported our work at Kotaku over the years, thank you ❤️
— Jason Schreier (@jasonschreier) October 29, 2019
Ayer saltaron todas las alarmas con un tuit de Jason Schreier, reportero desde hace ocho años en Kotaku, el medio periodístico digital especializado en videojuegos más relevante en el mundo anglosajón y líder en visitas. “No sé qué va a pasar a partir de aquí, pero, a todos aquellos que han leído y apoyado nuestro trabajo en Kotaku durante estos años: gracias”.
A Schreier le sucedieron comentarios igual de agoreros de Stephen Totilo, Gita Jackson y Heather Alexandra, también del equipo editorial. Al poco tiempo matizaron su mensaje: aunque la gente estaba entendiendo que anunciaban que habían sido despedidos, no era el caso, sino que han sido “disciplinados” de alguna forma, aunque manteniendo sus puestos.
Los mensajes llegan después de que se produjese una interesante situación. Kotaku, así como otras cabeceras del mismo grupo como Deadspin y The Roots, había empezado a reproducir videos publicitarios con el sonido activado y en autoplay, algo que molestó enormemente a muchos lectores. Había sido una decisión publicitaria llevada a cabo por la dirección y en contra de los deseos del equipo editorial.
If the atrocious ads on our website are bothering you, here is how to contact Kotaku's new private equity owner management team :) https://t.co/OXfBpoHwOt
— Jason Schreier (@jasonschreier) October 28, 2019
Entonces Deadspin publicó un artículo titulado “Anuncios atroces” que fue reposteado también en Kotaku y otras cabeceras. En el post exhortaban a los lectores enfurecidos por esta merma en su experiencia de lectura a hacerle saber su opinión sobre los anuncios al “nuevo equipo directivo parte del fondo de capital privado” que había comprado el medio.
Al poco tiempo de publicarse este post, desapareció de sus medios, una orden tomada por la dirección y que, según los estatutos, fue una decisión contraria a las normas legales de la compañía, ya que sólo los redactores pueden hacer eso. Es decir, la redacción le había hecho un pequeño corte de mangas a sus jefes y estos respondieron castigándolos (aunque aún no se sabe cómo) y saltándose las normas.
Y cuál ha sido la polémica de Deadspin
Esto ocurre en la misma semana que otro encontronazo entre nuevos jefes y empleados. “¡Hola! Me acaban de despedir de Deadspin por no centrarme en los deportes”, decía su hasta ahora subdirector Barry Petchesky. Al poco tiempo el sindicato de la empresa se ponía de parte del despedido diciendo que no aceptaban lo ocurrido y que la decisión tendría consecuencias pronto.
Deadspin han sido definidos por The Washington Post como “los chicos guays” de la prensa deportiva. El medio, uno de los líderes en el mundo del deporte, era conocido por un enfoque menos hooliganesco, más interpretativo y más centrado en la dimensión política del deporte que otras cabeceras rivales como ESPN. También tienen un conocido historial de jugosas exclusivas sobre escándalos y entresijos de la industria. La nueva dirección dio varias órdenes al equipo de que se “centrasen en los deportes” y diesen menos noticias políticas pese a que, según los editores, sus cifras internas daban mejores índices de audiencia a estos enfoques y era el valor que les diferenciaba de otros medios más grandes y con más recursos.
Según Megan Greenwell, ex editora jefe de Deadspin, el nuevo jefe editorial Paul Maidment les dio la opción en agosto de demostrar si era cierto que los artículos políticos salían más a cuenta que la propuesta de dirección. Cuenta la ex editora que así lo demostraron las visitas, pero la pasada semana Maidment volvió a mandar un memo interno recordando a los redactores que deberían seguir la política de centrarse en los deportes.
Fue entonces cuando el equipo de Deadspin, con Petchesky a la cabeza, decidieron responder el martes así:
Es decir, llenando la portada exclusivamente de noticias no centradas en deportes, con artículos sobre conocer a perros guapos o sobre las cosas que los estadounidenses se han metido por el ano. Pese a que el tráfico del portal fue el mismo que el de un día cualquiera, la dirección respondió echando al periodista, también pieza clave en la orientación editorial y temática del medio.
La dimensión periodística y política de G/O
Breve resumen: G/O, el medio del que hablamos, representa a Kotaku, Gizmodo, Deadspin, The A.V. Club, Jezebel, The Onion y muchos más. Juntos suman unos 100 millones de visitantes únicos mensuales, lo que los convierte en uno de los principales grupos estadounidenses del ramo, a la altura de Washington Post o Huffington Post.
G/O era hace tres años Gawker, que entró en bancarrota por perder un multimillonario juicio contra Hulk Hogan. Tras quedarse descapitalizado, Univision compró el grupo para dejarlo aún más hundido en poco tiempo. Fue ahí cuando el fondo de inversión Great Hill Partners lo compró.
Este grupo ha sido un referente internacional de medio plenamente adaptado al nuevo contexto digital. Ellos fueron la vanguardia de nuevas formas de titular y de combinar noticias más o menos sensacionalistas con trabajos más elaborados.
También tienen un amplísimo historial de publicación de cualquier exclusiva que pudiese generar clics, hecho que les acabó llevando a la ruinosa querella contra el jugador de la WWE, aunque el medio no se fue a la tumba únicamente por "violar la intimidad" y provocar "estrés emocional" en el ex luchador, sino también porque el juicio, con costes millonarios, estuvo financiado por un acaudalado republicano que ejecutó así una vendetta personal contra Gawker por sacarle del armario años atrás.
También son conocidos por reportajear sobre la situación interna de su empresa, movimiento novedoso ya que tradicionalmente los periodistas consideraban que no debía escribirse sobre sí mismos y que luego copiarían otras cabeceras. Es a esto a lo que se refieren sus colegas cuando les llaman “defensores de la transparencia”.
Post your "BEST" #Kotaku articles from over the years pic.twitter.com/pAgpchOZPv
— chero666 (@chero666) October 30, 2019
Otro de los puntos editoriales reseñables del grupo es el de su posicionamiento político. Tienen cabeceras dedicadas en exclusiva a la defensa ideológica como The Roots (antirracismo) o Jezebel (feminismo), pero además de eso introducen valores de “justicia social” o “SJW” en medios de temática tradicionalmente considerados como apolíticos, caso de Kotaku (videojuegos) o Deadspin (deportes).
Según ellos mismos, esto les ha ayudado a darle personalidad al medio, con una audiencia más fiel y afín y a sus ideas, pero también ha provocado constantes reproches y ataques digitales. Ayer mismo cuando los periodistas de Kotaku dieron a entender que habían sido despedidos una ola de internautas celebraba el fin de esta cabecera SJW, hecho que habían intentado lograr en múltiples ocasiones organizándose contra periodistas concretos y llevando a cabo estrategias colectivas que redujesen sus visitas al medio.
Y la dimensión empresarial
Los medios informativos de todo el mundo han vivido casi siempre la misma tensión interna: los de cuentas buscan la mayor rentabilidad económica mientras que las redacciones quieren gastar todos los recursos humanos posibles en menos pero más importantes historias. Aparentemente esta tensión nunca ha sido demasiado importante en G/O, según sendos artículos sobre lo ocurrido estos meses por parte de las ex empleadas Megan Greenwell y Laura Wagner, ya que sus periodistas parecen entender bien este equilibrio, como se ve en la constante progresión de sus cifras de visitas.
Sin embargo, y siempre según la versión de los redactores molestos, para Great Hill Partners esta estrategia no era lo suficientemente competitiva y han ido apretando más y más las tuercas, llegando a pedir a los redactores que doblasen y luego cuadruplicasen el número de clics mensuales a expensas de la calidad de cada noticia en un momento en el que las páginas vistas, que siguen siendo importantísimas, están empezando a ser miradas también junto con otras métricas que valoran más la calidad de los medios, como por ejemplo el tiempo de retención en la web de cada lector.
El nuevo CEO de G/O es Jim Spanfeller, alguien que ayudó a encumbrar a la página de Forbes a mediados de los 2000 y que fue también vicepresidente de Playboy años más tarde. Desde que entró en abril, Spanfeller y su equipo han decretado el despido de al menos 25 trabajadores (de 400), varios de ellos redactores clave; cerraron el medio estrictamente político del grupo justo cuando está a la vuelta de la esquina un año electoral (el momento de mayor impacto mediático cada cuatro años de estas cabeceras); han impuesto políticas de mayor compadreo con las marcas, lo que merma la credibilidad del medio; han incorporado más anuncios en la web y han ordenado cercenar todo posicionamiento político en las noticias de todo el grupo. En este tiempo también muchos empleados han ido abandonando el barco motu proprio.
Al mismo tiempo, los ex empleados molestos con la nueva dirección han reprochado que desde su mismo aterrizaje Spanfeller decidiese descabezar buena parte de los puestos ejecutivos para meter en ellos a casi una decena de antiguos colegas suyos de los tiempos de Forbes y Playboy, en ocasiones con cuestionables capacidades curriculares para cumplir en los cargos que ahora iban a ostentar.
Esos puestos han sido asignados a dedo, sin un proceso de selección abierto, y curiosamente eso ha borrado la posibilidad de ascenso de los responsables de equipo de G/O que llevaban años demostrando su valía dentro de la empresa. Curiosamente al menos siete de nueve puestos ordenados por Spanfeller han ido a parar a hombres blancos, mientras que muchos de los trabajadores internos del medio que podrían haber optado a esos puestos ocupados ahora por sus colegas eran mujeres, algo que, como se desprende de la cultura que había dentro de la empresa, ha sentado especialmente mal.
The Washington Post, The Outline y el propio Deadspin han publicado en los últimos meses exposés donde aseveran que más de 20 empleados distintos de la compañía en cada artículo han denunciado el mal ambiente y las bajas expectativas del futuro de la empresa, responsabilizando de todos los males al CEO, Jim Spanfeller, y su jefe editorial de confianza, Paul Maidment.
Teniendo en cuenta que un medio no es otra cosa que la gente que lleva dentro y que el nuevo rumbo empresarial de G/O parece remar en una dirección editorial diametralmente opuesta a la mayoría de sus empleados, está por ver cómo evolucionará y se adaptará el grupo a esta diferencia de pareceres en los próximos cuatrimestres.