No descubrimos nuevos sistemas numéricos todos los días, pero parece que hoy sí va a ser uno de ellos.
Data como mínimo del siglo XIII, lo usaban los monjes cistercienses (de la Orden del Císter, católicos, cercanos a Dijon, Francia) y volvió a la actualidad de los historiadores gracias a una subasta en 1991 en Londres en la que un astrolabio medieval del siglo XIV llamó la atención del público por contar con misteriosos símbolos tallados en su superficie.
En un primer momento nadie supo a qué atendían, pero un historiador británico dijo que había visto estas mismas marcas en otros astrolabios de la misma zona que el subastado y también en otros terrenos ajenos al mundo eclesiástico, como barriles de vino belgas o textos nacionalistas alemanes del siglo XX (con lo que se cree que de alguna forma los masones conservaron este saber para comunicarse con este -por aquel entonces- oscuro conocimiento).
Sigue sin saberse el origen, se cree que tal vez hay algo de griego en él. Lo que sí parece estar más claro es cuál era la utilidad del mismo para los monjes, que lo empleaban como anotación de la página de cada manuscrito o de los números de distinto tipo de listas.
El alfabeto numérico ciscertiense va del 1 a 9.999, y su principal cualidad es la de poder representar cualquiera de estos números aglutinado en un solo símbolo. Si para escribir por ejemplo 1.993 necesitas 8 números en el alfabeto romanos MCMXCIII, ellos lo podían representar en un único hueco. De ahí que fuese mucho más cómodo para los que lo conociesen.
Es por esto que el alfabeto funcionó como una división posterior al alfabeto romano, pero también el motivo por el que seguramente no terminaría de cuajar: los indo arábigos, los que usamos hoy, permiten hacer cuentas, multiplicar o restar estos números entre sí.
Curiosamente el alfabeto cisterciense también era casi casi decimal: cada fragmento del “ábaco” numérico (las unidades, decenas, centenas y millares) puede ir del 0 al 9, pero no existe el 0 por sí mismo, una carencia como sabemos enorme.
Conociendo su sistema de numeración también descubrimos que tienen una belleza matemática enorme, como los describiría un escritor renacentista alemán, de "elegantissimæ numerorum notæ": una línea central es el tronco del número. Después, la lectura de sus partes se hace por cuatro cuadrantes: abajo a la izquierda, los miles; abajo a la derecha, los centenares; arriba a la izquierda las decenas y arriba a la derecha las unidades. En cada uno de los cuadrantes, y casi al estilo de un reloj digital, hay nueve combinaciones posibles a la hora de colocar ángulos rectos, agudos o cuadrados para saber si es un 2 o un 7.
La gente en redes sociales se ha entusiasmado tanto con esta nueva expresión numérica que algunos han creado aplicaciones para convertir con precisión el número que busques al cifrado medieval.
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