El Gran Hermano existe "porque quiere ayudarnos", o por lo menos en Estonia. En esta pequeña nación de 1,3 millones de habitantes, los ciudadanos han superado sus miedos a una distopía orwelliana con vigilancia omnipresente y se han convertido en una sociedad altamente digitalizada.
Con el programa e-Estonia State Portal, el gobierno puso casi todos sus servicios en línea en 2003 y estas medidas no formaban parte de un meticuloso plan de innovación, sino que se trataba más bien de una respuesta pragmática y rentable a las limitaciones presupuestarias.
Ayudó mucho el hecho de que los ciudadanos confiaran en sus políticos tras haber obtenido la independencia del país en 1991 y, al mismo tiempo, los políticos confiaron en los ingenieros del país para construir algo novedoso sin comprometerse con ningún tipo de hardware o de software.
El proyecto ha resultado ser toda una fórmula del éxito que ahora puede beneficiar al resto de países europeos.
"Solo una vez": así se libran los estonios de un Estado pesado
Una de las medidas de este gobierno digital fue la introducción del principio de "solo una vez": el estado no puede pedir a los ciudadanos la misma información dos veces.
En otras palabras, si le das tu dirección o el nombre de un miembro de tu familia a la oficina del censo, la seguridad social no puede volver a pedirte los datos. Ningún departamento de cualquier agencia del gobierno puede hacer que los ciudadanos tengan que repetir la información ya almacenada en su base de datos o en la de algún otro organismo.
Andrus Ansip, experto en tecnología, ex Primer Ministro y actual vicepresidente de la Comisión Europea, fue el encargado de supervisar esta transformación.
Este principio de "solo una vez" ha tenido tanto éxito que, basándose en la innovación con sentido común de Estonia, la Unión Europea aprobó el principio y la iniciativa digitales de solo una vez a principios de este año. Esta medida asegura que "los ciudadanos y las empresas solo han de suministrar cierta información estándar una vez, puesto que las oficinas de la administración pública son las que deben tomar medidas para compartir estos datos de forma interna, de modo que no recaiga ninguna carga adicional sobre los ciudadanos y las empresas".
La idea de pedir información una sola vez es una estrategia eficaz a seguir y son varios los países que han comenzado a poner en práctica esta idea (incluyendo Polonia y Austria). Sin embargo, no soluciona el hecho de que pedir ciertos datos pueda seguir siendo una molestia para los ciudadanos y para las empresas. Este principio no garantiza que los datos recogidos sean realmente necesarios o que se vayan a utilizar en todo su potencial.
Si quieres utilizar mis datos más vale que sea para dos buenas causas
Los gobiernos han de estar buscando constantemente nuevas soluciones y han de preguntarse, por ejemplo, si esta información que una agencia del gobierno necesita puede ser aprovechada por alguien más y qué se puede obtener a partir los datos.
El financiero Vernon Hill creó la interesante regla de "Uno para decir SÍ, dos para decir NO" cuando estableció el Metro Bank en el Reino Unido: "Sólo hace falta una persona para decidir que sí, pero hacen falta dos para decir que no. Si vas a rechazar una oferta, necesitas una segunda persona que te respalde".
Imagínate lo fácil y poderosa que podría ser una normativa así si los gobiernos aprendieran de esta lección. ¿Qué pasaría si cada dato recopilado de los ciudadanos o de las empresas tuviera que ser usado por, como mínimo, dos agencias gubernamentales para poder ser solicitado en primer lugar?
La Junta de Impuestos y Aduanas de Estonia es, teniendo en cuenta la mala fama de los fiscos, todo un ejemplo de que es posible cambiar el modelo actual. En 2014, se puso en marcha una nueva estrategia para abordar el fraude fiscal que requiere que cada transacción empresarial de más de 1.000 € tiene que ser declarada mensualmente por las partes involucradas.
Para reducir al mínimo la carga administrativa de este procedimiento, el gobierno introdujo una interfaz de programación de aplicaciones que permite que la información se intercambie automáticamente entre el software de contabilidad de la compañía y el sistema tributario del estado.
Aunque hubo un primer rechazo en los medios de comunicación por parte las empresas y el ex presidente Toomas Hendrik Ilves incluso llegó a vetar la primera redacción del decreto, el sistema ha tenido un éxito espectacular. Estonia llegó a doblar su estimación original de reducir el fraude fiscal en 30 millones de euros.
Otros países como Letonia, España, Bélgica, Rumania y Hungría han tomado medidas similares para controlar y detectar el fraude fiscal. Sin embargo, el verdadero potencial está en analizar esta información más allá del fraude fiscal.
Tú pagas impuestos, yo, Estado, te asesoro a nivel económico
El Big data, la analítica de datos y los modelos de predicción desempeñarán un papel principal en la próxima ola de innovación del gobierno electrónico. Por ejemplo, si la información de una transacción individual se junta con información de otras transacciones para crear un contexto más amplio de los negocios a nivel nacional, sería posible entender el tipo de interrelaciones complejas entre empresas, como en el ejemplo del gráfico de la siguiente imagen.
Pero esto también plantea una pregunta interesante: ¿podría un gobierno nacional utilizar este mismo sistema de seguimiento digital para recopilar información sobre la salud de la economía y las tendencias económicas generales?
La Junta de Impuestos y Aduanas de Estonia parece estar moviéndose en esta dirección. Su Plan Estratégico 2020 (aquí en estonio) demuestra un cambio de mentalidad, pasando de simplemente controlar y castigar a la gente a plantearse cómo aconsejar a los contribuyentes.
¿Acaso podrían transformarse las oficinas de impuestos en una especie de consultorías que asesoren a las empresas sobre cómo captar el crecimiento en sectores relacionados, mitigar el riesgo de quiebras de sus socios o mejorar las ganancias (todo ello basado en el análisis de la gran cantidad de datos que se ha recopilado)?
Actualmente, decenas de personas se dedican a recopilar, analizar y filtrar este tipo de datos sobre el sector empresarial, pero es posible automatizar este trabajo utilizando los datos fiscales. En este caso, los impuestos podrían considerarse como una cuota de servicio de pago a cambio de la valiosa información empresarial.
El principal problema de la gran idea de Estonia es la privacidad. Es fácil suponer que proporcionar información específica a la industria (o asesoramiento que abarque varias industrias) en base a los datos de transacciones empresariales podría romper la confianza de las empresas que están siendo monitorizadas.
De hecho, uno de los principios fundamentales de las Directrices de la OCDE sobre la protección de la privacidad es que los datos sólo se deben utilizar para la finalidad indicada y no con cualquier otro motivo. La llamada “limitación de la finalidad” ya se incluye en la mayoría de las leyes modernas de protección de datos, incluyendo la Normativa de protección de datos de la UE.
Pero tal y como demuestra la idea de "pide la información una sola vez, pero úsala al menos dos veces", los datos no sólo pueden y deben ser utilizados para más cosas que su propósito original, sino que nunca deben ser procesados exclusivamente para un solo fin. Algunos expertos legales están de acuerdo y estipulan que "dentro de unos límites cuidadosamente equilibrados" se podrán utilizar los datos para fines que van más allá de su finalidad original.
Una oficina de impuestos innovadora y visionaria que ayuda, en lugar de controlar, al sector empresarial de la sociedad es todo un reto. Pero si algún país puede lograrlo, ese país es e-Estonia.
Autor: Innar Liiv, profesor de Ciencia y Datos en la Universidad Tecnológica de Tallinn.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
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