Boston Dynamics tiene un nuevo robot. Se llama Atlas, es casi tan alto como un hombre adulto y se mueve con cierto gracejo. De forma bastante extraordinaria, Atlas mantiene el equilibrio sobre dos piernas en situaciones de lo más complejas, como durante un paseo por un bosque nevado o tras los repetidos empujones de uno de sus creadores. Y por ahí camina la conversación del día en torno a Atlas: Boston Dynamics, una vez más, está maltratando a uno de sus robots. Al parecer, nos encanta maltratar a los robots que creamos.
Atlas es sólo el último en sumarse a la larga lista, engrosada principalmente por Boston Dynamics, la compañía de Alphabet que lleva años trabajando con el ejército estadounidense para crear robot que sirvan de ayuda logística a los soldados. Tienen una cuenta en YouTube que utilizan para presentar a sus nuevos robots de tanto en cuanto. En ellos, observamos a perros pequeños, grandes bichos a cuatro patas y pseudo-humanoides enfrentados a multitud de retos. Muchos de esos retos son, simplemente, seres humanos abusando de su posición de poder. Empujones, patadas, golpes. Boston Dynamics tiene para todos.
La idea, lógicamente, es demostrar que los artilugios en cuestión están tan bien diseñados que ni siquiera un empujón traicionero sobre una placa de hielo los inhabilita. Los robots logran superar las traicioneras trampas de sus dueños de forma bastante solvente. Aquí vemos a Atlas, por ejemplo, siendo golpeado con un stick de hockey cuando trata de levantar una caja, siendo empujado hasta caerse con un enorme palo y tratando de mantener el equilibrio sobre la superficie nevada de un bosque cercano.
En gif es mucho más cruel. Y eso indigna a mucha gente.
Mucho antes de que estuviera plenamente desarrollado, Atlas tuvo que pasar otras pruebas de equilibrio. En este vídeo, observamos cómo es golpeado con una bola de diez kilos de peso, entre otras torturas.
Hace un año, Boston Dynamics nos presentó a Spot, un pequeño perro bastante ágil (pero, como vimos aquí, de limitada utilidad para el ejército estadounidense por culpa de su poca capacidad de carga). En el vídeo, Spot daba un largo paseo por las oficinas de la compañía y en sus alrededores, a menudo acompañado de otro ejemplar. Una de las primeras cosas que vemos en el vídeo es a un señor desconocido, que sospechamos comparte identidad con el que maltrata a Atlas, dándole una patada mientras anda.
Poco después, cuando Spot está tranquilamente sobre una placa de hielo, le da otra patada.
Cuatro años atrás fue el turno de AlphaDog, un gigantesco robot cuadrúpedo con una enorme capacidad de carga. Y con gran equilibrio, pese a los numerosos y visibles empujones a los que era sometido en una de sus pruebas.
No han sido los únicos en sufrir las iras de los seres humanos. Atlas, Spot y AlphaDog han ganado más notoriedad, pero hay miles de robots anónimos que no cuentan con los mismos altavoces mediáticos para denunciar tan aberrantes situaciones. Fijémonos en Pleo, por ejemplo, el dinosaurio fabricado por los creadores de Furby. Pleo es un robot a todos los niveles, y aunque hay múltiples vídeos de YouTube que muestran el cariño de sus dueños hacia el animal, otros no son tan benévolos. En absoluto benévolos.
¿Sientes eso? Es tu corazón, ablandándose. No estás solo.
Stop Robot Abuse: ¿de la broma a lo serio?
El maltrato a Atlas ha permitido a Stop Robot Abuse, el colectivo-página-web-asociación-parodia, actualizar el largo listado de situaciones de abuso a los robots. La página aspira a concienciar al resto de los humanos sobre las intolerables acciones de acoso. Te dan la bienvenida así: "El maltrato de robots es un problema real y debe ser parado inmediatamente. Por favor, únete y apóyanos ayudando siempre a los robots que sufran y enseñando a los niños humanos el mejor modo de tratar a los robots desde pequeños".
Tienen hasta un logo:
Stop Robot Abuse es algo muy divertido, porque convierte un tema aparentemente trivial, como el maltrato de un amasijo de hierros y cables que cobran vida tan sólo en nuestra imaginación, en una causa noble que requiere de concienciación y de la colaboración de todos como especie. La cuestión es que, más allá de la parodia voluntaria o involuntaria, Stop Robot Abuse da en el clavo: en el fondo nos preocupamos mucho por nuestros robots. Estamos programados emocionalmente para ello. Ver a Atlas sufrir nos duele.
No es de extrañar entonces, como vimos en Xataka, que haya quien reivindique derechos para los robots.
No podemos evitarlo, a nuestro cerebro le apena
Lo pudimos comprobar cuando medio Facebook se volvió loco compartiendo el vídeo de un concurso de robots-humanoides organizado por DARPA, la agencia del Departamento de Defensa de Estados Unidos dedicada a desarrollar robots con usos humanos y militares. Allí, muchos robots, entre ellos Atlas, trataban de resolver pruebas complejas (abrir una puerta, caminar sobre arena) con éxito. En su día de pruebas, sin embargo, muchos se daban tortazos contra el suelo o fallaban de repente. "Se han hecho daño", pensábamos.
Involuntariamente, claro.
Hace dos años, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Duisburgo-Essen descubrió que nuestro cerebro tendía sentir empatía por los robots, especialmente cuando eran víctimas de situaciones de abuso. Para ello, se valieron de vídeos de maltrato a Pleo, el encantador dinosaurio del que hemos hablado más arriba. Tras analizar las reacciones neuronales de los sujetos de estudio, llegaron a la conclusión que estar expuestos a imágenes de daño a los robots activaba nuestros estímulos emocionales.
En Slate, un miembro de Institute of Electrical and Electronics Engineers, una gigantesca e importantísima asociación de ingenieros electrónicos, explicaba que él "nunca, nunca, nunca" podría hacerle lo que se aprecia en el vídeo anterior a su modelo de Pleo. La idea se enlazaba a la perfección con un estudio anterior en el que se comprobó cómo los niños fuertemente conectados emocionalmente con sus robots sufrían si éstos eran guardados en un armario o sometidos a otras situaciones de abuso.
De forma paralela, el ejército estadounidense comprobó cómo muchos de los equipos especialistas en la desactivación de artefactos explosivos habían desarrollado vínculos emocionales con sus robots, utilizados de forma remota para localizar e inhabilitar minas y otras bombas. Como se explicaba en este artículo de Live Science, los robots habían convivido con los soldados en lugares como Afganistán e Irak, en medio de situaciones de altísimo estrés y fragilidad emocional, y ello les había llevado a cogerles cariño.
Los investigadores son conscientes de ello. Científicos de diversas universidades japonesas han programado a Robovie 2, por ejemplo, para que huya de los niños en cuanto comience a sufrir abusos. No sólo nos preocupa (son niños, a veces tienen tendencias destructivas), sino que ya estamos haciendo algo para protegerles.
Stop Robot Abuse puede ser una broma, o no, pero no es un tema tan cómico. La próxima vez que veas a un robot, ¿podrás golpearle?
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