"Quien diga que el cambio climático no es real no es un enólogo de Burdeos". La frase es de Stéphane Hearud, propietario de viñedos de uva Merlot y director de la cooperativa Vignerons de Tutiac, del norte de Gironda, y resume de forma clara la realidad que están afrontando los viticultores que se dedican a la elaboración del popular caldo francés. Para ellos el calentamiento global es más que una amenaza vaga o una perspectiva que deba combatirse descarbonizando la economía. El alza de temperaturas supone ya una realidad constatable en sus viñedos y bodegas. Tanto que afecta a su día a día y les ha obligado a adaptar sus hábitos.
Incluso les ha cambiado el sueño.
Y esto último puede entenderse en el sentido más literal.
Cambio climático, cambio de horario. No es un juego de palabras, sino una tendencia que toma forma en las bodegas de al menos una parte de los viticultores galos. En un reportaje publicado esta misma semana, Agence France-Press (AFP) relata cómo los encargados de viñedos de Burdeos están alterando sus hábitos y pasando las labores de vendimia a las noches, cuando las temperaturas son más frescas. La tendencia la relaciona directamente con el cambio climático.
Lo de recolectar racimos de noche no es del todo nuevo. Los viticultores de otras latitudes más habituadas al calor, como los que trabajan en California o Australia, están acostumbrados a vendimiar a la luz de la Luna. La novedad es que ahora su ejemplo se traslada a regiones como Burdeos, en Nueva Aquitania, al sudoeste de Francia. AFP desliza que a medida que avance el cambio climático, podrían verse más tractores y operarios trabajando de noche entre las parras francesas.
Pero… ¿Y por qué? Para esquivar las altas temperaturas. Y aprovechar de paso los beneficios que eso implica tanto para quienes se encargan de cosechar las uvas como para las propias empresas y el valor final del caldo. "La vendimia nocturna se realiza por la calidad de las uvas, su frescura y sabor", comenta Loïc Malherbe de madrugada, tras tres horas de trabajo entre vides a la luz de potentes focos.
Reduciendo costes... y buscando más calidad. Quizás la imagen resulte llamativa, pero como añade Kess Van Leeuwen, profesor del Bordeaux Sciences Agro-Institute of Agricultural Sciences, aprovechar el descenso de temperaturas durante las madrugadas ayuda a las bodegas a reducir sus costes. "Si la vendimia se hace de noche la temperatura de la uva es más baja, sobre todo en comparación con los días más calurosos que hemos tenido esta semana", comenta el experto francés a AFP: "Hay un enorme ahorro en el empleo de la energía".
Algunos productores, como el propio Stéphane Hearud, llevan ya una década y media cosechando las uvas de la variedad Merlot para sus vinos blancos y rosados de noche y él mismo reconoce que no descarta trasladar las vendimias de tinto al mismo horario. En sus tractores las uvas se cubren con hielo seco para mantener el fruto todavía más fresco y mejorar de paso la calidad de la producción.
La (larga) sombra del calentamiento global. Las vendimias a la luz de la Luna no es la única novedad que están experimentando los viticultores franceses. Cambian sus hábitos. Y cambian sus calendarios. El alza de las temperaturas afecta a la maduración de la uva, lo que acelera las cosechas y las adelanta hacia semanas más cálidas. "Recuerdo que cuando era pequeño veía a mis padres cosechar en noviembre", explica Heraud: "El año pasado acabamos el 30 de septiembre".
Una lista mucho más amplia. Así es. El efecto del cambio climático en las bodegas no se limita a si los viticultores deben vendimiar a la luz de la Luna o del Sol o si se ven obligados a sacar sus tijeras en septiembre u octubre. Su impacto va más allá, como detallaba The New York Times en un reportaje de 2019 dedicado al impacto del calentamiento global en las vides. Los veranos más cálidos, la subida de temperaturas en invierno, las sequías, incendios y fenómenos meteorológicos imprevistos, como fuertes e intensas granizadas, heladas primaverales o inundaciones, afectan de forma directa a la producción de caldos.
¿Cómo? Incentivando la producción en lugares que no habían destacado hasta ahora por sus cosechas de vino, como Reino Unido, y ahondando en la crisis que afrontan las bodegas en otras regiones con una amplia tradición vinícola, lo que ocurre en la propia Burdeos, en Francia. Hay estudios que incluso apuntan que el cambio climático está ya afectando a los viñedos y el sabor de los vinos.
Pero… ¿Hay datos sobre el cambio? Algunos. Las olas de calor no son una novedad en Francia. Durante el verano 1911 el país sufrió de hecho un mortífero período de 70 días que elevó el termómetro por encima de los 40ºC a la sombra en París y acabó con la vida de 40.000 personas, buena parte de ellas niños. Hay sin embargo indicadores preocupantes: el informe de 2022 del Haut Conseil pour le Climat muestra que el año pasado fue "excepcionalmente cálido" y seco, con una reducción del 25% en las precipitaciones con respecto al período 1991- 2020.
El país ha iniciado septiembre padeciendo una ola de calor que, alertaba Météo France, podría dejar "temperaturas inéditas" para la época del año y llegaba solo diez días después de otro episodio similar que dejó temperaturas de récord en el sur del país. Hace unas semanas de hecho buena parte de la nación lidiaba con temperaturas elevadas que obligaron incluso a la primera ministra, Élisabeth Borne, a pedir a los franceses que estuvieran alerta y adoptaran medidas.
Imagen de portada: A_Peach (Flickr)
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