La industria del narcotráfico plantea numerosos retos logísticos. ¿Cómo producir miles de toneladas cocaína en los confines de la selva amazónica, llevarla hasta puertos seguros y transportarla a más de 6.000 kilómetros de distancia, hasta Europa? Tradicionalmente, la respuesta de los productores había sido la marina mercante. La droga se escondía en los cargamentos regulares, legítimos, y se distribuía a los puntos de venta en los países demandantes. Es algo que está cambiando.
Narcosumbarinos. 2019 y 2020 han supuesto la eclosión definitiva de una herramienta tecnológica rudimentaria y antigua, y sin embargo potencialmente transformadora para la industria. Los narcosubmarinos. Pequeñas embarcaciones semi-sumergibles que permiten transportar miles de toneladas de cargamento sin la necesidad de emplear barcos convencionales, comerciales, esquivando así el impertinente ojo de las autoridades.
Son pequeños y difíciles de detectar.
El cambio. Los narcosubmarinos datan de principios de los noventa, pero hasta hace pocos años su radio de acción había sido escueto. Construidos en las costas colombianas, los clanes locales los habían utilizado para transportar la cocaína al interior de México, tomando posteriormente las rutas terrestres hasta la frontera estadounidense. La posibilidad de que aquellas barcazas pudieran surcar el Atlántico siempre había sido una "leyenda", una idea nunca verificada por la policía.
Hasta noviembre de 2019.
La historia. La resume aquí The Wall Street Journal, aunque fue glosada en su momento por la prensa española. Dice así: un narcotraficante menor llamado Agustín Álvarez organizó en octubre del año pasado una travesía por el Atlántico junto a dos ecuatorianos y 3.000 kilos de cocaína. Cruzarían los mares en una nave de unos 20 metros, simple, dotada de un motor diésel, un pequeño sistema de ventilación, un habitáculo minúsculo para la tripulación y 20.000 litros de combustible.
La aventura terminaría mal, para gozo de las autoridades españolas. Advertidas por la inteligencia británica y estadounidense, localizaron la embarcación tres semanas después frente a las costas de Vigo. Álvarez y sus compañeros habían llegado exhaustos, con 9 kilos menos, tras perder sus escasas provisiones días atrás, con el sistema de ventilación estropeado y sin posibilidad de contactar con sus enlaces en Galicia.
Fueron capturados y apresados. Y con ellos el narcosubmarino.
Problemas. Fue el primero localizado por las autoridades europeas, el avistamiento definitivo del yeti. Desde entonces se han hallado otros tres. En agosto de 2020, la policía interceptó un nuevo tipo de barcaza semi-sumergible. Aquella "planeadora fantasma" hundía gran parte de su esqueleto bajo el agua, con propósito de camuflaje, aunque se asemejaba más a una lancha rápida que el extraño amasijo de hierros de Álvarez.
Mientras tanto, aquel mismo mes, las autoridades colombianas se topaban con un astillero dedicado a la construcción del narcosubmarino más grande jamás hallado. Más de 30 metros de eslora y hasta 8.000 kilos de cocaína de carga potencial. La policía local encontró el esqueleto de la embarcación, destruida ya a la orilla del río Naya, en la costa pacífica de Colombia. Por dimensiones y localización, es probable que se ideara con objeto de transportar la cocaína directamente a Estados Unidos.
Aumento. La cuestión es que de un tiempo a esta parte los narcosubmarinos han crecido. En tamaño y en frecuencia. Han pasado de cargar una tonelada y media a más de tres. Y también son utilizados con mayor asiduidad. Según un experto consultado por Popular Mechanics, las autoridades a uno y otro lado del Atlántico encontraron 36 narcosubmarinos en 2019, más de la mitad de los interceptados en 2017. Se calcula que hay al menos otros 140 distribuyendo narcóticos libremente.
Es probable que durante las últimas tres décadas la industria del narcotráfico haya construido unos 800. Muchos de ellos son precarios, por lo que su esperanza de vida es muy corta. Eso sí, las cifras (estimativas) ilustran el creciente interés de los traficantes en embarcaciones propias y sumergibles. De los 8 en funcionamiento en 2009 a los 180 de la actualidad. Y sumando.
Sumergible. ¿Pero qué son exactamente los narcosubmarinos? ¿Batiscafos reales? No. Son más bien modificaciones radicales de barcos comunes y corrientes, solo que sin la superestructura que en condiciones normales veríamos a flote. Sus astilleros reducen al máximo el espacio visible, sobre el agua, e incluyen discretos sistemas de ventilación para abastecer de oxígeno a los tripulantes. Hay varias tipologías: desde el encontrado en Vigo, más común, hasta snorkles (con una pipa que sale al exterior).
Como se desarrolla aquí (con muchas imágenes), cada maestrillo tiene su librillo. Los narcosubmarinos se construyen en astilleros artesanales en los confines de la selva amazónica, muchas veces en Colombia. De allí parten, descendiendo los ríos, hasta las desembocaduras, iniciando su largo trayecto en alta mar. El carácter rudimentario y amateur de las construcciones hace que sus características sean dispares.
Redes. En tales condiciones, embarcarse en un viaje desde las costas brasileñas hasta las españolas se convierte en una tarea arriesgada. El triste final de Álvarez es la mejor prueba. Su enlace en Galicia optó por no acudir en su ayuda ante la fuerte presencia policial y la bravura del mar. A la precariedad tecnológica y las penosas condiciones los navegantes deben sumar un destino incierto, al capricho de los clanes locales.
Si merece la pena, sólo se debe a su enorme rentabilidad. Álvarez recibió unos 100.000 dólares por adelantado para transportar la droga. Para los narcotraficantes, resulta más rentable que esconder la mercancía en los cargamentos de bananas y otros productos convencionales (como está sucediendo en Amberes, nuevo puerto de entrada de la cocaína en Europa). De ahí que, poco a poco, el Atlántico se haya llenado de narcosubmarinos. El futuro del tráfico de sustancias.
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