En España a raíz de la propuesta de ley “sólo sí es sí” de Irene Montero que se hace eco del rumor ya forjado en el entorno feminista por la violación de La Manada, muchos opinólogos y comentaristas de redes sociales creyeron ver una posible solución: apps generadoras de consentimiento sexual. Sus defensores, en su mayoría hombres, decían que esta sería una estupenda garantía para que ningún acto quede sin una aprobación inicial. Dejar las cosas claras para las dos partes del intercambio. Vamos a ver qué tal va el asunto allí donde más avanzada está esta idea.
El caso australiano: es la polémica de esta semana. Mick Fuller, comisario del estado de Nueva Gales del Sur, planteó este jueves que instaurar una aplicación móvil donde las personas registrarían su acuerdo mutuo para tener relaciones sexuales podría ser una válida herramienta que se valga del avance de las nuevas tecnologías para poner coto a aquella estadística que desde 2012 no hace más que crecer: el número de víctimas de abusos sexuales. Para Fuller, y con los datos en mano, dado que sólo el 10% de las denuncias interpuestas acaban con cargos policiales, de alguna manera el poder tener en tu móvil el sí de un compañero ayudará a bajar esos índices. Trasladó el proyecto de app a su sureño estado.
La respuesta del público: Hayley Foster, directora del servicio para la Seguridad de las Mujeres en Nueva Gales del Sur, advirtió que podría suceder algo que enturbiase los resultados de la prueba: ¿y si un abusador simplemente fuerza a la futura víctima a registrarse previamente? Lo mismo ha opinado en una entrevista para la cadena ABC la profesora Catherine Lumby, de la Universidad de Sídney. Es una idea “ingenua” y “fácil de manipular”. Jenny Leong, legisladora regional del Partido Verde: "sí, necesitamos una en la actual ley de consentimiento, una educación completa, evitar que los hombres sientan que tienen derecho a lo que quieran. Necesitamos un proceso de quejas independiente […] Pero, ¡no necesitamos una aplicación!". La reacción desde el entorno feminista ha sido muy similar.
IConsent, la app de Dinamarca. No es la única en el mercado, porque existen ya We-Consent, UConsent, YesMeansYes, LegalFling o ISex, de la que hablamos aquí. Todas ellas con cero legalidad vinculante. IConsent ha llegado poco después de que el Parlamento de Dinamarca aprobase su ley “sólo sí es sí” en 2018. Tal y como está configurada, esta herramienta es un contrato de mutuo acuerdo que permite realizar actos sexuales entre las dos personas durante las siguientes 24 horas, y técnicamente hay un punto en el que, si alguno no está de acuerdo, el contrato se puede rescindir.
Sexólogos y organizaciones contra la violencia sexual tildaron la propuesta de “potencialmente peligrosa”, así como de ignorante acerca del verdadero funcionamiento del consentimiento como los conflictos de abuso. Alguien dice sí a determinada práctica en determinado momento, pero, ¿qué ocurre si una persona quiere hacer un tipo de práctica pero su compañero le obliga a hacer otra? ¿Qué pasa si a mitad de coito alguien cambia de idea y quiere dejarlo ahí? Por supuesto, también estaría el mismo problema que se apuntó para el caso australiano: ¿y si el potencial abusador te esconde el móvil y no puedes revocar tu consentimiento? ¿Y si te chantajea con que lo aceptes para no hacerte daño de alguna otra manera, por ejemplo, filtrando unas fotos?
“La peor idea que he tenido en doce meses”: casi al instante de su defensa de la app, medios y ciudadanos tildaron el plan del comisario Fuller de estupidez. Algunos expertos en criminalidad cibernética han llegado a decir: “la utilidad real de esta herramienta es que personas con poder puedan utilizarlas después como ‘evidencia’ contra una denuncia por violación, ignorando el contexto, los elementos de coerción, retirada del consentimiento, etc. Está diseñada por hombres para hacer más difícil que las mujeres puedan demostrar una violación”.
Tras todo esto Fuller fue apareciendo en distintos medios de comunicación donde, aunque defendía la app y creía que con su anunció había iniciado un “necesario debate” para una problemática que afecta a su región, también complementó sus declaraciones con afirmaciones como la que encabezan este apartado y otras tipo “es una idea terrible”, “tal vez en diez años estos contratos sean el procedimiento normal de las citas […] espero que no lleguemos a este punto. Deberíamos hablar de comportamiento respetuoso en los colegios”.
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