Cultivos reducidos a polvo, pozos y presas totalmente desecados, miles de animales en busca de una mísera gota de agua que llevarse a la garganta. New South Wales, el estado más populoso de Australia, lleva sumergido más de un mes en una de las sequías más demoledoras que se recuerdan. La situación es tan límite en zonas rurales, dependientes del fruto productivo de sus campos o de sus animales, que el gobierno ha tomado una drástica decisión: cazar canguros.
¿Por qué? Por la competencia por los exiguos trozos de hierba que aún resisten sobre el suelo australiano. El sinfín de ovejas y de vacas del que dependen miles de granjeros otean hoy el horizonte en busca de campos verdes. Cuando los abandonan, ya alimentados, los canguros acuden a por las sobras. El resultado es dramático para los ganaderos porque reduce los escasos pastos aún hábiles para sus animales. De forma literal, compiten a vida o muerte con los canguros salvajes.
De modo que el gobierno ha levantado el tradicional cupo de canguros a abatir (legalmente alrededor de un millón son cazados al año). Se ha abierto la veda contra el animal más icónico de Australia.
¿Qué pasa? Que Australia se ha sumergido en una perenne sequía sólo comparable al terrible periplo de 1997-2005 o a los drásticos periodos secos de hace sesenta años. La totalidad de New South Wales (tan extenso como España y Alemania juntas) se ha declarado en sequía. Sólo 10mm de precipitaciones han caído sobre el estado durante el último mes largo, y se espera que las nubes continúen esquivas durante el próximo trimestre. Las reservas de agua ganaderas se han agotado, así como los pozos naturales, y el paisaje está a dos pasos del imaginado en Mad Max.
Caza al canguro. Como diversos científicos han apuntado, el comportamiento de los canguros es normal. Acuden a las cercanías de las granjas en busca de cualquier gota de agua que puedan encontrar y vigilan los pasos de los rebaños para alimentarse de los mismos, decrecientes pastos verdes que surgen de tanto en cuanto allí donde resiste algo de humedad. Un ministro estatal ha definido la situación como una "plaga", y numerosos vecinos afirman que jamás se habían concentrado tantos canguros a su alrededor, fruto de la desesperación.
¿El drama? Es compartido por todos: si los ganaderos no logran alimentar a sus animales los tendrán que vender o sacrificar, perdiendo toda la inversión. Consciente de ello, el gobierno australiano ha activado líneas de asistencia y un abultado programa económico para lidiar con las crecientes depresiones y el riesgo de suicidio, de por sí ostensiblemente más alto que en las comunidades urbanas. Las imágenes de animales concentrados en torno a un abrevadero, pleiteando entre ellos para llegar al agua, resumen bien la situación de todo el estado.
Lo que viene. A nivel económico también es un enorme problema: New South Wales produce alrededor del 25% de la comida de Australia. La sequía se está trasladando a Queensland, el estado contiguo. Ambos son los más habitados. La proximidad de la primavera (allí es invierno) podría complicar aún más las cosas: la llegada de El Niño siempre ha estado asociada a mayores periodos de sequía en Australia. El entorno rural se enfrenta a una situación límite sin alivio aparente.
En tales circunstancias, ha entendido el gobierno, cazar canguros es un mal menor (hay más de 35 millones, más que australianos). Las propias asociaciones en defensa del canguro se han mostrado comprensivas. En Australia, suceda lo que suceda, los hombres y mujeres comunes siempre parecen enfrentadas a la fauna que les rodea. Aunque sean simples y llanos canguros.
Imagen: Chris Samuel/Flickr
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