Juego de Tronos afronta su último capítulo con un sinfín de arcos y tramas sin cerrar. Muchas de ellas probablemente se queden así para siempre. ¿Quién gobernará en Dorne y Altojardín? Ya no importa. ¿Qué será de los terrenos adyacentes al muro y de la Guardia de la Noche? Es irrelevante. ¿Quién es Azor Ahai y qué rol podría tener en el futuro de Poniente? Jamás lo sabremos. ¿Cómo son realmente los elefantes de Essos? La pregunta perseguirá a Cersei Lannister en el más allá.
La mayor parte de estas preguntas no tienen demasiada importancia. La serie había pivotado sobre ellas para explicar tramas más importantes. Su rol secundario las convierte en aderezos cuya resolución no es vital para el futuro del continente. Sin embargo, hay una cuestión cuya trascendencia soterrada ha explicado todos y cada uno de los acontecimientos relevantes en Juego de Tronos, y que los guionistas, quizá, dejen de lado en su canto de cisne definitivo.
El Banco de Hierro.
Su trascendencia ha sido capital tanto para el desarrollo de Juego de Tronos como para explicar las tensiones narrativas de Canción de Fuego y Hielo. George R. R. Martin jamás ha estado interesado en una historia fantástica pura, una en la que las acciones de los reyes y de sus súbditos sólo se explicaban desde parámetros desapegados a la realidad. Juego de Tronos resulta tan fascinante por su complejidad política, repleta de facciones rivales, equilibrios de poder, ambiciones y... Deuda.
Como vimos en su momento, el sistema crediticio de Poniente determina las acciones de sus protagonistas. Martin ideó un universo donde los préstamos monetarios y los vencimientos crediticios asfixiaban a las precarias economías de los Siete Reinos. De un modo muy similar a la Edad Media y Moderna europea, o a la actual Unión Europea, la política de cada actor estaba íntimamente ligada a sus constricciones deudoras.
La Casa Lannister es el mejor ejemplo. Los acontecimientos bélicos de la séptima temporada cobran mayor sentido bajo el prisma de la economía. El Reino sufragó gran parte de sus esfuerzos militares solicitando préstamos a diversas figuras privadas. La más importante, el Banco de Hierro, cuyos responsables, basados en Braavos, aparecen y desaparecen a lo largo de las temporadas. Cersei pide grandes sumas de dinero para arrasar a sus enemigos. Pero a largo plazo debe pagarlas.
El motto de su familia, "un Lannister siempre paga sus deudas", torna en irónico si reflexionamos sobre la relación viciada de Cersei con el Banco de Hierro. Los responsables del banco desean cobrar sus préstamos (intereses incluidos), pero son conscientes de que sólo los recuperarán si su deudor, el Reino, se impone a las casas rivales. Se genera así un incentivo perverso que cristaliza en la séptima temporada: cuando Cersei solicita más dinero para contratar a la Compañía Dorada, la entidad no tiene más remedio que concederlo.
Fue en aquella temporada cuando el dinero tuvo un rol explícito en la trama. Jamie Lannister acude a los terrenos de Altojardín para conquistar la ciudad, acabar con el dominio de los Tyrell y saquear sus abundantes arcas, alimentadas por la frondosidad de sus cultivos. A su regreso, Daenerys Targaryen ataca las columnas del ejército Lannister, cargadas de dinero (por aquel entonces aún físico). El Reino pierde parte del oro, crucial para sus maltrechas cuentas, pero logra enviar parte del botín a Braavos.
Es el ejemplo más evidente. La deuda tiene un rol crucial en muchas otras tramas. Stannis Baratheon, por ejemplo, logra aglutinar un nuevo ejército tras la Batalla de Aguasnegras sólo recurriendo al interés crediticio del Banco de Hierro. La prominencia de los Lannister primero y de los Tyrell después en Desembarco del Rey se debe a las deudas que la Corona tiene contraídas con ambas casas. La propia Fe Militante, acreedora del Reino, logra imponer su poder gracias a sus préstamos.
Las cenizas de Daenerys
Ahora bien, ¿qué sucederá ahora? Los acontecimientos de "The Bells", el penúltimo episodio de Juego de Tronos, han colocado un gigantesco interrogante sobre la futura viabilidad del Banco de Hierro. Daenerys Targaryen decide destruir la totalidad de la ciudad (y decenas de miles de vidas en el camino) pese a escuchar las campanas de rendición. Es un crimen de guerra. Pero también una mala decisión económica.
Al fin y al cabo Daenerys afronta ahora dos problemas. El primero, la reconstrucción de la capital de los Siete Reinos. Nadie desea gobernar sobre las ruinas, por lo que tendrá que destinar grandes sumas de dinero a rehacer lo incinerado. ¿De dónde sacará el dinero? El segundo, la deuda. La Casa de Hierro no emitía créditos ni a la Casa Lannister ni a Cersei en persona, sino a la Corona en su conjunto.
Daenerys se considera la legítima heredera del Trono de Hierro, dotando de continuidad dinástica a su reinado. Eso significa asumir las riquezas que tan magno poder otorga, pero también sus responsabilidades y sus cargas fiscales. ¿Hará frente a las deudas contraídas por el Reino? Con toda probabilidad, no. Aquí Daenerys podría aplicar el viejo proverbio bancario: si debes 100€ tienes un problema con el banco; si debes 1.000.000€, el problema lo tiene el banco.
Para la entidad de Braavos el futuro es cuanto menos incierto. La serie no especifica los montantes de la deuda ni explica cuáles son las reservas de oro del banco (se presuponen altas). Sus opciones son limitadas. Suponiendo que la probable bancarrota a declarar por Daenerys no descuadre por completo su libro de cuentas, podrían financiar a otras facciones contendientes por el trono. El problema es que no hay demasiadas casas disponibles en Poniente, y todas palidecen frente a... Drogo.
El Norte, por ejemplo, no aspira a tomar Desembarco del Rey ni a controlar los Siete Reinos, como muy bien manifestó Sansa Stark a Daenerys hace algunos capítulos. No sabemos quién está al frente de Dorne o de Altojardín. Los Lannister han desaparecido como casa (prácticamente). Las Islas del Hierro se han aliado con Daenerys. El resto de casas siempre han tenido un protagonismo menor en Juego de Tronos, y su trascendencia de cara al cierre final es inexistente.
La idea de un spin-off basado en las complejidades bancarias de los Siete Reinos ha gozado de cierta popularidad durante los últimos días. Hay quien propone a Sansa Stark como la auténtica ganadora dele proceso, bien pertrechada, con sus cuentas saneadas, con una buena posición en los mercados financieros. Otros imaginan una intervención política del Banco de Hierro, similar a la troika, tomando como activos colaterales las tierras al sur del Cuello. ¿La austeridad se acerca?
Lo cierto es que por más que tales elucubraciones resulten apasionantes para los interesados en la ciencia política, Juego de Tronos aún tiene que solventar el principal misterio abierto por su última temporada: quién se sentará en el Trono de Hierro. El último capítulo debe responder a la pregunta de si Daenerys Targaryen se saldrá con la suya o si será asesinada por algunos de sus, hasta el domingo, aliados.
Gane quien gane, no hay ninguna duda de quién es el perdedor (además de las pobres gentes de Desembarco del Rey): el Banco de Hierro de Braavos. Por ahora.
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