Autónomo, eléctrico y compartido: el futuro del coche en las ciudades pasa por ser un servicio

El Salón de Ginebra del automóvil nos ha dejado cosas muy interesantes, desde una tendencia imparable hacia lo eléctrico hasta entrevistas muy interesantes sobre el futuro del sector. Pero si algo planea en todo el evento es que las ciudades se van a ver abocadas a tener el coche como un servicio y no en propiedad. Algunas marcas ya hacen sus experimentos, no hay más que ver como en Madrid existen 4 marcas con sus plataformas, todos eléctricos, y ya tienen más de medio millón de usuarios.

Está claro que el futuro va por ahí, al menos en las ciudades.

Contaminación y tráfico, la causa

La contaminación en las ciudades lleva tiempo siendo tema de actualidad. Los ayuntamientos tienen planes para frenarla y el principal problema son los vehículos de combustión. El futuro pasa o bien por menos vehículos o bien por vehículos que no contaminen dentro de la ciudad. Y esto nos lleva a los vehículos eléctricos de forma inexorable. Sin embargo, tienen un inconveniente: la carga. Los que tienen garaje tienen solución, pero actualmente hay millones de coches que duermen por la noche en las calles y cuya carga sería un problema.

Si en cambio no existen los coches en propiedad sino que se usa uno por tiempo que se recoge y se deja en la calle es posible tener un vehículo eléctrico sin necesidad de preocuparse por cargarlo (no exactamente, simplemente que hay alguien que realiza esa labor en lugar del usuario, pero a efectos prácticos es lo mismo).

(Joey Kyber/Unsplash)

Esto además se suma a que el coche en propiedad se pasa la mayor parte del tiempo aparcado y es un desperdicio importante de un bien bastante caro. Con una red de coches compartidos se realiza un uso más eficiente de los vehículos. En una ciudad del futuro, con mayores restricciones al tráfico, donde los ciudadnos se mueven de formas multimodales, el coche compartido tiene una utilidad muy superior al coche en propiedad, ya que se puede dejar en cualquier sitio sin preocuparse de tener que volver a por él.

Además el tráfico se reduciría. Se estima que casi el 20% del tráfico es gente buscando aparcamiento. Y esto es porque estamos en un modelo de cada persona tiene un vehículo. Con una ciudad basada en el coche compartido habría menos coches (siendo usados más tiempo) y por tanto habría más aparcamiento disponible y menos tráfico en general.

Densidad y conducción autónoma, las claves

Para que este modelo de coche compartido, car-sharing, sin coche en propiedad funcione la densidad lo es todo. Una ciudad densa permite que cuando alguien baje a la calle pueda encontrar un coche disponible. Si la ciudad es poco densa, o en entornos cercanos a las grandes ciudades o rurales, no es económicamente viable la densidad de coches compartidos para el uso que se le daría. Por tanto este nuevo modelo de coche como servicio funcionará únicamente en ciudades densas.

España es un gran país para esto pues somos muy de vivir en pisos más que chalets y las ciudades crecen frente a la zona rural a un ritmo increíble.

Si todo lo anterior impulsa el coche como servicio existe otro fenómeno que lo impulsará aún más, y es la conducción autónoma. Todavía quedan de 5 a 10 años para verlo funcionando, pero es desde luego una tendencia que va a revolucionar muchos aspectos de nuestra vida, entre ellos la movilidad (pero no solo).

En un escenario en que el coche como servicio cobra impulso, la conducción autónoma le dota de una comodidad absoluta. Poder salir a la calle y pedir un vehículo que venga a recogernos, nos deje donde queramos sin tener que preocuparnos de aparcar y encima a un precio mucho más barato que los taxis actuales es un combo ganador. El coche autónomo es el impulso definitivo al car-sharing en las ciudades, cuando incluso en zonas algo menos densas podría funcionar debido a que los vehículos pueden desplazarse a recoger a sus clientes y no al revés.

Es un modelo este (eléctrico + autónomo + coche como servicio) que va a revolucionar la forma en la que nos desplazamos.

Pero también existen problemas

El car-sharing no es todo de color de rosa.

Existen unos inconvenientes que hay que considerar para su implantación masiva, más allá de los experimentos de las marcas que estamos viendo en ciudades como Madrid. Por un lado para los fabricantes de coches es un cambio de modelo brutal. Ahora mismo se venden al año unos 90 millones de vehículos en todo el mundo. Si pasaramos a un modelo de car-sharing en las grandes ciudades ese número se reduciría, pero los fabricante seguramente se convertirían en empresas de servicios. Este cambio no es, ni mucho menos, sencillo.

Otro problema es determinar el número de vehículos que tendría que haber para soportar la hora punta de las ciudades (la entrada al trabajo). Tendría que haber suficientes coches disponibles. Si hay para todos es poco eficiente, porque seguramente luego muchos estén parados el resto del día. Si hay pocos no es una solución general.

Y otro problema que no se suele mencionar es que el negocio de car-sharing es muy intensivo de capital. Ahora mismo en Madrid existen unos 2 millones de vehículos privados. Si todo el mundo se pasara a un modelo en servicio ese número sería más bajo, pero seguramente no sería menos de un millón para la hora punta. A 20.000 euros por coche sale una flota de 20.000 millones de euros, inversión nada despreciable.

Y hay que pensar que en todo el mundo hay 500 ciudades de más de un millón de habitantes y subiendo. ¿Quién puede pagar todo esto que hasta ahora los ciudadanos han estado financiando de sus bolsillos?

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