El siguiente artículo contiene spoilers del episodio 08x06 de Juego de Tronos.
Cuando Jon Snow clava su puñal en el pecho de Daenerys Targaryen lo hace guiado por un nítido sentido de la justicia. Del bien. Las palabras de Tyrion Lanniser aún resuenan en su cabeza: Daenerys no se detendrá ante nada ni ante nadie en su búsqueda de un mundo más justo y más libre, términos moldeados a su antojo, despojados de todo significado, para justificar cualquier acción que garantice su poder. Daenerys es una genocida cuyos crímenes no atisba a comprender.
"¿Lo harías tú?", le plantea Tyrion en el corredor de la muerte. "No lo sé", responde Jon. Su cara expresa incertidumbre (es un decir: buena suerte en el futuro, Kit Harrington); su corazón, Tyrion es muy consciente de ello, no alberga la más mínima duda. Y así, Jon consuma la traición definitiva y desgarra las entrañas de Daenerys mientras ambos se funden en un beso preñado de amor, rabia y sangre.
Es un triunfo de la razón sobre la pasión. Y el desenlace final de Juego de Tronos. Uno adelantado durante todas sus temporadas.
¿Por qué mata Jon Snow a Daenerys? La lectura superficial es obvia: su reina ha resultado ser una psicópata criminal capaz de sesgar la vida de miles y miles de inocentes con tal de alcanzar sus objetivos. Pero puede que haya algo más. Un destino manifiesto, explícito en una profecía que ha vertebrado de raíz numerosas tramas y temas de Juego de Tronos, y que podría haberse manifestado definitivamente en su último capítulo: la de Azor Ahai, o el Príncipe que Fue Prometido.
Azor Ahai: la leyenda milenaria
Pese a sus numerosas intrigas políticas y sociales, Canción de Fuego y Hielo es, en última instancia, una historia fantástica donde los dragones, los no-vivos y las hechiceras mágicas conviven junto a sistemas de gobierno defectuosos, intrigas palaciegas y brutalidad medieval. Como tal, contiene un buen número de elementos mitológicos y legendarios, concretados en un puñado de profecías cuya trascendencia se antoja capital.
Muchas de ellas, como la que atormenta a Cersei Lannister durante años, son meros ejercicio de superstición. George R. R. Martin está interesado en la literatura fantástica en tanto que pueda romper sus cánones básicos y sus lugares comunes. Otras, sin embargo, perviven a lo largo de sus libros. Azor Ahai y el Príncipe que Fue Prometido son las dos más importantes. Ambas, en ocasiones conjuntamente, sintetizan gran parte del pulso narrativo y mágico de Juego de Tronos.
La primera, Azor Ahai, se remonta al inicio de los tiempos, cuando la humanidad lidiaba con el invierno generacional que sucedió al advenimiento del Rey de la Noche y su ejército de muertos. Cultivada por los seguidores del Señor de la Luz (R'hllor), Azor Ahai habría sido el héroe capaz de atestar un golpe definitivo a los Caminantes Blancos y de salvar a la humanidad de su eterna oscuridad.
Los detalles de su vida y obra son contados ocasionalmente por Melissandre, la hechicera roja que tan crucial rol juega en la última temporada, a lo largo de diversos libros. Tras el fin del verano y la llegada de la Oscuridad, Azor Ahai habría forjado una espada mitológica capaz de recuperar la luz para el mundo de los hombres. Así, forjó una primera espada durante treinta días y noches; y una segunda durante cincuenta días y noches. Ambas se rompieron en el proceso.
A la tercera ocasión, Azor Ahai pasó cien noches y cien días moldeando su espada. Y una vez la hubo forjado, llamó a su esposa, Nissa Nissa, y le pidió que desnudara su pecho. Azor Ahai le insertó la espada en el corazón, fundiendo así su alma, energía, y bondad con su propio filo. De aquel ritual nacería Lightbringer (traducido aproximadamente como "Portadora de Luz"), la espada envuelta en llamas que acabaría con la Oscuridad.
Azor Ahai moriría y reviviría antes de enfrentarse definitivamente a los ejércitos del Rey de la Noche. En la tercera y quinta novela de George R. R. Martin, Melissandre explica sus orígenes del siguiente modo: "Cuando la estrella roja sangre y la oscuridad se acerque, Azor Ahai nacerá de nuevo entre humo y sal para despertar a dragones de piedra. La estrella sangrante ha aparecido y desaparecido, y Rocadragón es una isla de humo y sal. ¡Stannis Baratheon es Azor Ahai renacido!".
Pese a que el nombre de la profecía casi nunca se explicita, Melissandre pasa las seis primeras temporadas entregada a la causa de Stannis Baratheon. Lo juzga el protagonista de la profecía, y el hombre que se interpondrá entre las fuerzas de la oscuridad y el mundo de los vivos. Azor Ahai es una figura legendaria a cuyo destino se ata el de todos los pueblos del planeta. Su fracaso es el fracaso de la humanidad. Melissandre, preñada de misticismo, cree que su destino depende de Stannis.
De ahí su obsesiva relación con el fuego, los sacrificios (seminales al propio mito de Azor Ahai) y su nítido conocimiento de los males que acechan al otro lado del muro ("La noche es oscura y está llena de terrores"). Melissandre se equivocaba: Stannis pierde la vida a manos de Brienne de Tarth durante su fallida toma de Invernalia, y la sacerdotisa aparenta perder su fe cuando se traslada al Castillo Negro tras el asesinato de Jon Snow.
Al unir sus destinos, Juego de Tronos aseguró la pervivencia de Jon Snow dentro de la serie y logró dotarle del halo mágico y mitológico que alimentaría la leyenda de Azor Ahai. Jon Snow, al fin y al cabo, habría regresado de la muerte encomendado a una misteriosa misión (como bien recuerda Melissandre desde entonces) por el Señor de la Luz. La misma misión que empuja las resurrecciones de Beric Dondarrion (y su espada flamígera). a manos de Thoros de Myr.
Destino, resurrección, luz, oscuridad y una misión: ¿acabar con el Rey de la Noche?
El Príncipe (o princesa) que fue Prometido
Las últimas temporadas se habían esforzado por dibujar a Jon Snow como el depositario de la milenaria profecía. Su regreso al mundo de los vivos, su rol como líder de la primera línea de resistencia contra los Caminantes Blancos y su carácter heroico le dibujaban como Azor Ahai, enviado del Señor de la Luz (y del fuego), para dirimir el destino de la humanidad frente al Rey de la Noche y sus hordas de no-vivos.
Como vimos en el episodio tres de la última temporada, nada de eso se cumple. Jon Snow pasa la mayor parte de la Batalla de Invernalia subido a lomos de un dragón, y jamás entabla contacto directo con el Rey de la Noche. Es Arya, cuyo arco vital no encaja con la profecía de Azor Ahai, quien logra destruirlo cuando todo parece perdido. Jon Snow, así, pierde el halo de Azor Ahai. Se convierte en una figura desdibujada, subordinada, ajena al mito de los primeros hombres.
Pese a su presencia a lo largo de todos los libros y temporadas, las profecías y los mitos resultan por naturaleza inciertos. Abstractos. Religiosos. George R. R. Martin se ocupa de dibujarlos así. Azor Ahai es una figura muy similar a las alimentadas por otros pueblos y culturas tanto de Poniente como de Essos. Desde Yin Tar hasta Hyrkoon el Héroe, pasando por Neferion o Eldric el Perseguidor de Sombras.
Al igual que en el mundo real, la memoria oral que alimenta los mitos de muchas religiones tienen un origen común, trazables a través de acontecimientos parejos y necesidades sociales comunes. La Larga Noche fue un acontecimiento universal que todos los hombres y mujeres del inicio de los tiempos conoció y experimentó. De ahí que todos los pueblos, por más que resulten remotos o distantes, compartan similares mitos fundacionales. Y uno de ellos es el héroe que acaba con la Oscuridad.
Es aquí donde surge la conexión entre Azor Ahai y El Príncipe que fue Prometido. Melissandre los confunde indistintamente en los libros. El segundo sería el mito universal, y el primero el nombre específico que adopta bajo el culto al Señor de la Luz.
De igual modo a Azor Ahai, El Príncipe que fue Prometido representa al héroe que acaba con el reinado de la Larga Noche y derrota a las fuerzas de la oscuridad. Y su historia comparte elementos con la suya. El Príncipe que fue Prometido también habría nacido en una tierra formada por "humo y sal", bajo una estrella sangrante y entre dragones de piedra transformados en seres vivientes. Y hay un personaje que cuadra a la perfección con esta descripción: Daenerys Targaryen.
Obviando la leyenda de la espada y el sacrificio de su amada, específica a Azor Ahai, Daenerys cumple con los requisitos. Nació en una tierra "formada por humo y sal", Rocadragón, una isla volcánica (Stannis sólo vivía allí); renació bajo un cometa sangrante tras sobrevivir al fuego en la primera temporada; y lo hizo alumbrando a tres dragones despojados de sus huevos de piedra. Para más inri, como se nos explica más tarde, "El Príncipe que fue Prometido" surge de una profecía valiria. Y el alto valirio no diferencia género en los sustantivos.
Tales coincidencias son las que llevan a otra sacerdotisa del Señor de la Luz, Kinvara, a decirle a Tyrion Lannister que ambos "servían a la misma reina" en la temporada sexta. Kinvara, al igual que Melissandre, cree en el advenimiento de una figura redentora que se enfrente a los ejércitos de la oscuridad y evite el Largo Invierno. Tal destino no correspondería ni a Jon Snow ni a Stannis Baratheron, sino a Daenerys, Madre de Dragones, fuego en sí misma, antagonista perfecta del Rey de la Noche.
Entonces, ¿quién es Azor Ahai?
Parecía que la profecía de Azor Ahai o del Príncipe que fue Prometido quedaría sin responder al cabo de la última temporada de Juego de Tronos, como tantas, tantas otras cosas planteadas por la serie que han quedado en un vacío ya irremediable. Ni Jon Snow ni Daenerys Targaryen cumplirían su destino manifiesto. La acción de Arya Stark dejaría su misticismo en entredicho. El descenso a los infiernos de Daenerys en el penúltimo episodio le despojaría de cualquier connotación heroica.
Quedaba Jon, sin embargo. Tras arrasar Desembarco del Rey y acabar con la vida de miles y miles de personas inocentes, el final de Juego de Tronos debía resolver su última gran cuestión: ¿quién acabaría con el último villano de la historia? La presencia de Arya, su obsesión sádica con la venganza y el asesinato y su hito en Invernalia hacía presagiar una imprevista y dolorosa muerte de Daenerys a sus manos.
Benioff y Weiss eran conscientes de que la misma resolución que acabó con el Rey de la Noche hubiera tenido poco sentido orgánico dentro de la lógica interna de Juego de Tronos. La traición debía consumarse a manos de Jon Snow por un sinfín de motivos. Por su resurrección tras la quinta temporada. Por el peso emocional de un amor construido a vuelapluma. Y por escenificar la contraposición entre un líder sabio y bueno (Jon), frente a otro despótico y cegado por el poder (Daenerys).
Y también por Azor Ahai. La escena del asesinato ata al fin uno de los grandes cabos sueltos dibujados tanto por Martin como por la serie.
Cuadra por su nacimiento. Jon Snow, hijo ilegítimo de Lyanna Stark y y Rhaegar Targaryen, nació bajo "una estrella sangrante", si bien metafórica. Lo observamos en el décimo capítulo de la sexta temporada, en uno de los viajes temporales de Bran Stark junto al Cuervo de Tres Ojos. Un joven Ned Stark se enfrenta al afamado espadachín Arthur Dayne en la Torre de la Alegría, donde su hermana Lyanna está dando a luz. Ned lo mata con la ayuda de su amigo Howland Reed.
Acto seguido, agarra la espada de Dayne y sube a la torre, donde asiste al nacimiento de Jon Snow y a la muerte de Lyanna. El detalle de la espada (ensangrentada tras la batalla) es clave: se trata de "La Espada del Alba", un instrumento ancestral y reverenciado por la Casa Dayne forjada supuestamente con lo restos de una estrella caída del cielo. La espada, así, sería una estrella en sí misma, y "ensangrentada" bautizaría en su nacimiento a Azar Ahai.
A Jon Snow.
El resto de la historia la conocemos. Jon Snow murió para regresar del más allá gracias a la magia del Señor de la Luz. Y si bien su destino no consistiría en detener a las tropas del Rey de la Noche, misión reservada a Arya Stark, sí detendría a la "oscuridad" asesinando a Danaerys Targaryen. Una oscuridad metafórica y revelada durante la Batalla de Desembarco del Rey y el genocidio posterior. Los horrores que albergaba la noche no se encontraban más allá del muro, sino a lomos de un dragón.
La relación romántica entre Daenerys y Jon coloca la guinda del pastel al mito de Azor Ahai: de igual modo que el héroe milenario tuvo que ensartar una espada en el corazón de su esposa para detener a las fuerzas del mal, Jon Snow tuvo que clavar un cuchillo en el pecho a su amada para detener... A las fuerzas del mal terrenal. Lightbringer no sería así una espada flamígera como la de Dondarrion, sino un recurso metafórico, cualquier arma que se anteponga entre la luz y la oscuridad.
El capítulo final cierra sin respuestas concretas uno de los grandes misterios de Juego de Tronos. No sabemos con exactitud si Jon Snow es Azor Ahai. No sabemos si Azor Ahai es algo más que el fruto de leyendas religiosas y místicas transmitidas de generación en generación como forma de interpretar el mundo que les rodea, como pegamento de su cosmovisión vital. Azor Ahai es, posiblemente, una fábula moral, un canto a la esperanza, cualquier hombre o mujer que haga lo correcto frente a la tiranía.
Sea como fuere, Jon Snow parece ajustarse a la perfección del mito. Y la serie ha optado por atar ese cabo suelto en un poético asesinato final.
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