Pew Research acaba de publicar un estudio fantástico para, si te va la marcha, sacarlo a relucir en tu próxima comida familiar. La gente mayor, los baby boomers, son peores discerniendo la diferencia entre hechos y opiniones que los de la generación X y los millennials.
El estudio, realizado en Estados Unidos sobre una muestra de miles de personas, consistía en marcar como “hecho” u “opinión” una serie de aseveraciones muy variadas, como “la democracia es la mejor forma de Gobierno”, “ISIS perdió una parte significativa de territorio en Irak y Siria en 2017” o “el coste de la sanidad por persona en Estados Unidos es el mayor de los países desarrollados”, entre otros.
Estos son los porcentajes de éxito a la hora de clasificar las oraciones por los grupos. Un 44% de los menores de 50 años supieron identificar correctamente qué era una opinión en todos los casos, cosa que sólo consiguieron un 26% de adultos. Hasta un tercio de baby boomers distinguieron los hechos de los que no lo eran con la misma precisión que dando respuestas al azar, cosa que sólo le pasa a un cuarto de los jóvenes. Como dato curioso, la tendencia política de los encuestados no parecía relevante a la hora de predecir su capacidad para sacar mejores puntos en la prueba. Era más importante el factor edad.
El tópico de hacer caso a nuestros mayores, más inteligentes y sabios que nosotros, se hunde un poco en vista de los resultados. Como indican también algunos, es paradójico que los que peor sepan distinguir un hecho de una opinión sean los más confiados en su capacidad para saber qué es cierto y qué no, y que además influyan más en el rumbo de la sociedad (en Estados Unidos, como en muchos países desarrollados, los mayores votan en mayor proporción que los jóvenes).
No son unas enormes diferencias estadísticas, pero sí lo suficiente para preguntarnos a qué se debe. A fin de cuentas, da peso a una teoría que ha ido ganando peso en los últimos tiempos en vista del panorama político, especialmente en Estados Unidos. Como algunos tuiteros decían con sorna, la generación que hace años nos decía que no nos metiésemos en Internet, que era muy peligroso, son los que ahora nos mandan bulos de Internet. O como se preguntaba este periodista de Buzzfeed: ¿y si esos problemas con los que nos hemos ido topando sobre el problema de la veracidad de Internet (léase, la proliferación de fake news) tiene que ver con los baby boomers usando Facebook?
Existen al menos un par de teorías sobre este fenómeno. Para empezar, y debido al efecto Flynn, cada generación se ha ido haciendo más inteligente que la anterior durante todo el último siglo, así que sería lógico que los millennials supiesen más que sus padres. Pero esto no es muy probable porque desde hace unas décadas ha dejado de computar: como explicamos previamente, el efecto se ha estancado y los niños de hoy son menos listos que los de ayer (la hipótesis más plausible de por qué ocurre esto la resumió Mike Judge en el prólogo de su película Idiocracy).
La otra, y más probable, es el cambio de ecosistema informativo. El estudio señala que el principal factor de correlación para distinguir peor hechos de opiniones era un mayor consumo de informativos televisivos. El consumo de televisión se mantiene a niveles muy altos entre los adultos y que está declinando enormemente entre los jóvenes.
La idea es que aprendemos a discriminar más o menos información en base a nuestra socialización, y luego, a medida que nos hacemos mayores, perdemos potencial para adaptarnos a nuevos entornos. Esto es, que como los jóvenes han estado "expuestos" a más y más variados registros informativos que los mayores (léase, Internet) que se "socializaron" en un mundo con radio y televisión, tienen, en general, una menor plasticidad conductual para adaptarse.
En The Atlantic también señalan otro fenómeno que puede ayudar a entender los resultados desde un punto de vista local: los que nacieron en los años 60 han vivido tres revoluciones mediáticas cruciales, los talk shows, los canales de información 24 horas y la liberalización reaganiana de las radios. Los dos primeros hablan de programas de televisión mesas llenas de pseudoexpertos polarizados. Las televisiones descubrieron que la polémica vende, y eso ayudó a fomentar la opinión en las tertulias, aunque fuese en detrimento de la calidad. Los canales 24 horas, al segregar por sesgo del espectador, también potenciaron lo mismo.
En el caso de las radios el tema va sobre la eliminación de la Doctrina de equidad FCC. Anteriormente las cadenas tenían la obligación de compensar los minutos que se retransmitieran de una tendencia ideológica poniendo la misma cantidad de tiempo de la otra. Cuando en 1987 Reagan levantó el veto, nacieron muchísimas cadenas de extrema derecha, con locutores tan hiperbólicos como el actual Alex Jones. Por todo esto, dicen, podría ser que los adultos de hoy entendiesen menos la diferencia entre opiniones y hechos.
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