Cuando el reactor cuatro de la central nuclear de Chernóbil saltó por los aires, las autoridades soviéticas debieron actuar de forma rápida e improvisada. El resultado inmediato fue una gigantesca zona de exclusión, graduada en función de los niveles de radioactividad, que obligó a más de 200.000 personas a abandonar sus hogares ancestrales en Ucrania y Bielorrusia. Treinta años después algunos han vuelto. Y han retomado sus actividades tradicionales, como la agricultura o la ganadería. Hoy la zona ya produce uno de sus manjares típicos.
Vodka. De Chernóbil.
¿Cómo? La bebida en cuestión se llama Atomik (obviamente) y se ha producido con granos y agua procedente de la zona exclusión. Surge de un proyecto conjunto de científicos británicos y ucranianos con objeto de insuflar actividad económica en una región devastada y abandonada a su suerte. Quieren que te lo bebas. Y para ello despejan la duda que todos automáticamente habíamos generado en nuestra cabeza: no es radioactivo. Pese a que proviene de un erial nuclear.
Comunidad. ¿Por qué nadie querría fabricar vodka en uno de los lugares más radioactivos de la Tierra? El objetivo del proyecto es social. La producción corre a cuenta de Chernobyl Spirit Company, una cooperativa social que destinará el 75% de los beneficios obtenidos por la comercialización del espirituoso a la comunidad local. Tanto la zona de exclusión inmediata, donde es ilegal vivir, como la extendida (en Ucrania y Bielorrusia) carece de las oportunidades necesarias para que sus habitantes retomen vidas normales y prósperas.
Atomik es un canto al optimismo. Y una forma de llamar la atención al resto del mundo: aquí se puede generar valor añadido. Sólo hay que saber cómo.
¿Es seguro? La investigación es rotunda. Según Jim Smith, de la Universidad de Portsmouth, una de las instituciones involucradas en el proyecto, los granos empleados en la elaboración del vodka sí contaban con cierto grado de radioactividad. Pero, y es importante: "La destilación reduce cualquier impureza original que pudieran tener los granos. La única radioactividad que los investigadores detectaron en el alcohol fue el carbono-14, y a los mismos niveles que podrías esperar en cualquier otra bebida". Es decir, te lo puedes beber con tranquilidad.
Agricultura. ¿Significa eso que Chernóbil está preparada para la producción de alimentos a gran escala? No exactamente. Por un lado, la zona de exclusión de treinta kilómetros a la redonda decretada en torno a la central se ha convertido en un santuario animal. La ausencia de presencia humana ha permitido que florezcan los ciervos, los caballos siberianos y los lobos (con cierto impacto radioactivo). Por otro, han utilizado tierras abandonadas en regiones menos afectadas, si bien dentro del área acotada por las autoridades.
La vida sigue. Treinta años después de la catástrofe, centenares de personas siguen viviendo dentro de la zona de exclusión. Algunos son refugiados del Donbass, expulsados por la guerra y la necesidad. En Bielorrusia, en la Reserva Radioecológica de Polesia, una vasta región de 2.000 kilómetros cuadrados al sur del país, son miles las personas que no abandonaron sus hogares. La zona ha recuperado parte del esplendor económico que disfrutó en el pasado, con gigantes agroindustriales, como Homiel, reinstalándose y produciendo leche o pan a gran escala.
¿Pero puedes consumir cualquier cosa producida en Chernóbil? Cuando un laboratorio europeo analizó la leche producida por una explotación local, descubrió isótopos radioactivos en proporciones diez veces por encima de lo legal. La mayor parte de los alimentos cultivados en el sur de Bielorrusia se exportan a Rusia. El estado bielorruso insiste en que no hay problema alguno. La agricultura es un pilar en la economía del país, y no quiere desaprovechar una región fértil.
Quizá no puedas comerte Chernóbil. Pero sí podrás bebértelo en un chupito.