La selección femenina de balonmano de playa de Noruega la ha liado en su última competición en el Campeonato de Europa, y lo ha hecho porque sus integrantes han ido vestidas para uno de sus últimos partidos con un atuendo más similar al de sus compañeros masculinos que al que llevan normalmente las jugadoras de su género. El gesto, el de llevar una “ropa inadecuada”, se ha saldado con una multa de 1.500 euros que la Federación Noruega de Balonmano ya ha prometido que pagará de su bolsillo, pero con ello han abierto una discusión que llevaba décadas latente y que ha encontrado gran resonancia y apoyos en redes sociales.
Bikini obligatorio. Las reglas de vestuario de la Federación Internacional de Balonmano (IHF), que calca la Federación Europea de Balonmano, el organismo aquí sancionador, estipula que las atletas deben llevar una braguita "con un ajuste ceñido y cortado en un ángulo hacia arriba hacia la parte superior de la pierna". No ocurre así para la contrapartida masculina, cuyas reglas, más flexibles, piden que no sean “demasiado holgados” ni se alarguen más allá de “10 centímetros por encima de la rótula”. En el mentado partido contra España, las noruegas decidieron vestir unas mallas ajustadas en lugar de una braga. Tras ser consultados por multitud de periodistas a raíz de la polémica, una portavoz de la IHF ha declarado que desconoce el motivo de esta regla o su disparidad según género.
En realidad, los noruegos llevan reclamando esto mucho tiempo. Como decían desde IHF, ninguna otra Federación ha planteado quejas oficiales al respecto e incluso aseguraban que a nivel mundial hay países “a los les gusta jugar en bikini, por ejemplo, especialmente en América del Sur”. Los noruegos, que llevan planteando reclamaciones desde 2006, arguyen que la norma no es sensible a diferentes usos culturales, y que muchas jugadoras nórdicas se sienten que el bikini incide en un escrutinio de su físico que las humilla y las distrae, por no hablar de los problemas de higiene, ya que no son demasiado cómodos para los períodos de menstruación, todo lo que va en detrimento de potenciar su eficiencia atlética al máximo, como requeriría el deporte de élite.
Es la guerra. La capitana de la selección, Katinka Haltvik, comentó ante la radiotelevisión pública noruega (NRK) lo siguiente: "primero nos dijeron que recibiríamos una multa de 50 euros por persona y partido, lo que supondría una sanción de 5.000 euros. Y respondimos que de acuerdo", pero que después, al ver que estaban dispuestas a seguir con ello, comenzaron “las amenazas con descalificarlas”. Como se ha comprobado, los noruegos no se han achantado, y la Federación está haciendo circular una comparativa visual de la diferencia de uniformes de hombres y mujeres.
El no saber o el no querer. En varias ocasiones del pasado se ha comprobado cómo ciertos uniformes y materiales pueden generar ventajas competitivas excesivas, tal ha sido el caso de zapatillas en atletismo o bañadores en natación, razón por las que se han prohibido. Sin embargo, al ser entrevistada por The New York Times, Janice Forsyth, profesora asociada de sociología en la Western University en Canadá y exdirectora del Centro Internacional de Estudios Olímpicos de dicha universidad, ha dicho que no comprende en qué grado unos shorts podrían hacer que las mujeres aumentasen su rendimiento en la arena.
En detrimento de la competición. Del otro lado, hay ensayos (no demasiado adaptados a las circunstancias de la competición deportiva de alto nivel, hemos de decir) que apuntan a que la ropa reveladora puede perjudicar a la autoestima y el rendimiento del sujeto ante tareas no relacionadas con lo gestual, es decir, que ir con poca ropa hace que te preocupes más de la imagen que estás mostrando que en otras cosas. Los psicólogos hablan de este efecto como el de una autoconsciencia en la cosificación del propio cuerpo: por detalles como este, así como las modas predominantes según género, las niñas y las mujeres son socializadas para pensar en mayor grado en cómo los demás las ven, lo que a su vez puede perpetuar que las mujeres se preocupen más por su apariencia física.
El sexismo que continúa. En 2012 la Federación Mundial de Bádminton lanzó un nuevo reglamento que estipulaba que las jugadoras del circuito internacional debían llevar falda o vestido en lugar de pantalones como habían hecho hasta ahora. ¿Por qué? Para hacer “más atractivo el deporte”. Esa es la coartada oficial, que, por supuesto, no aplicaba a los varones. Muchos ven en esta norma, así como la de IHF o la de la Federación Internacional de Voleibol (FIVB), que fue cambiada para los Juegos de Londres, el mismo objetivo subyacente: si las mujeres van más destapadas, el deporte interesará más. O lo que es lo mismo, que la manera que tiene el deporte femenino de interesar es a través de esta vía, una sexualización que, aunque avanza en algunos casos, en otros se encuentra con peligros de retroceso: en pleno 2011 la Federación Internacional de Baloncesto intentó modificar la equipación femenina y hacer los uniformes más pegados a la piel porque las baloncestistas "son unas grandes atletas, pero también muy hermosas, y no hay razones para no mostrarlo", según defendía su secretario general. Muchas deportistas ya han denunciado el doble rasero que aún se sigue aplicando también, en algunos casos, en atletismo y en tenis.
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