Desde ayer, una imagen de los juegos de Río ha dado la vuelta al mundo: mujeres en la arena, tapadas hasta el cuello, luchaban contra un equipo rival de jugadoras en bikini. Un contraste en la indumentaria en el que se evidenciaba el choque cultural y político por que unas personas visten de una forma concreta que tal vez no sea la forma más óptima para la competición de élite (aunque sobre si es, precisamente, el bikini o el traje de cuerpo entero el más cómodo para la competición se han oído voces contrapuestas, como aquí y aquí).
Las chicas de Egipto se han visto expuestas a una presión por vestir de una determinada forma, esa que se le impone a determinadas atletas femeninas de países como Arabia Saudí, Qatar o Túnez, pero si la famosa foto ha producido ese gran contraste es porque al otro lado estaban las jugadoras de Alemania en bikini. Las occidentales han elegido ese de entre varios atuendos disponibles para el juego playero, pero ellas no habrían podido elegir en competiciones anteriores: desde 1999 y con motivo de los juegos de Sidney, la FIVB (la federación oficial de Voleibol) impuso el bikini en las competiciones femeninas de voley playa. La parte inferior no podía tener una anchura mayor de 6cm en la cadera.
La norma fue tildada de sexista por algunos sectores, especialmente al no imponer ninguna medida similar al vestuario masculino, y sólo desde los juegos de 2012 de Londres se abrió la compuerta para que ellas pudiesen elegir su vestimenta de entre unas opciones más amplias. La FIVB habló de razones culturales y religiosas (esto es, dejar entrar a competidoras de países musulmanes con carácter tradicional) para permitir que las mujeres pudiesen llevar, si querían, pantalones cortos, camisetas y bañadores.
Las mujeres en Río llevan mayoritariamente bikini, porque así lo prefieren (aunque no siempre pudieron elegir)
La del vestuario en el deporte es una polémica larga y profunda, que ha golpeado en distintos puntos de la historia tanto a atletas masculinos como (sobre todo) a femeninos. Pero en unos Juegos Olímpicos que actualmente hacen los mayores esfuerzos por equiparar la competitividad y el interés de los torneos de mujeres a las de los hombres, no hay por qué buscar mala fe, ya que en muchos casos es una cuestión de preferencia personal y de una necesidad de reglamentar igual para todos y todas las competidoras que vayan a enfrentarse en la misma categoría.
Fabrizio Rossini, el responsable de prensa de la federación, dijo que “la mayoría de jugadoras de este deporte opta por el bikini”. Holly McPeak, ganadora de bronce en Voley playa en los juegos de 2004 y competidora por tres torneos oficiales, dijo que elegiría el bikini por encima del bañador en todas y cada una de las ocasiones que luchase.
También opina igual Walsh Jennings, medallista olímpica en 2004, 2008 y 2012 que para sus quintos juegos declaró al Huffington Post que “cuando estás a 40 grados de temperatura, menos ropa es siempre mejor”, y “tenemos que educar mejor al público, hacerles ver que estamos trabajando muy duro y que no estamos ahí por nuestro sex appeal, que no es inherente a nosotras o nuestra ropa, vaya”. El equipo estadounidense de volley playa opina en la misma senda, y recoge aquí varios argumentos a favor de la escueta prenda.
Tampoco podemos olvidar que la medida por la cual la FIVB hizo obligatorio el uso de bikini entre estas jugadoras (y no jugadores, por supuesto) vino dada por cuestiones de marketing. Las federaciones de cada modalidad deportiva que compite en los juegos pretenden mejorar su visibilidad e interés en el público, y esa fue la solución que encontraron desde el FIVB.
Ropa recatada obligatoria: tapando a las jugadoras
No sabemos si el equipaje vestido por el dúo egipcio femenino para salir a la arena sería el escogido en caso de ser libres de decidir (elección sí ha sido para la norteamericana Ibtihaj Muhammad), pero en esta ocasión se ha debido a una imposición, ya que los poderes islámicos en egipto no permiten a las mujeres deportistas vestirse de forma "indecente", esto es, con ropa corta o ajustada. Algo de margen, aún así, tienen: para el gobierno egipcio vestir de forma recatada no implica necesariamente cubrirse por completo. Como ejemplo de las opciones en la indumentaria que poseen estas mujeres, la foto del torneo mundial de voley de 2013:
Egipto no es el único país en aplicar estas normas a sus mujeres (que no a sus hombres). Muchos recordarán a la judoka Shaherkani y a la corredora Al-Malki, las primeras atletas de Arabia Saudita y Qatar que se estrenaron son sendos hijabs y ropajes más extensos en los juegos de Londres. Sus países permitieron así, después de mucho tiempo reprobando esta idea, la competición femenina. Lo paradójico de las mujeres sauditas es que, al llegar a su país de origen, no podrían seguir entrenando: para ellas está prohibido.
Por supuesto, no todos los países islámicos imponen unas condiciones en el atuendo para los mujeres. Argelia o Irak son algunos de los países con esta religión que permiten a sus atletas vestir como mejor les plazca. En otros, como Somalia o Sudán, la presión no es gubernamental, sino de militantes locales, lo que provoca que muchas de estas mujeres opten por llevar ropa modesta o, si pueden, pedir la nacionalidad en otro país.
Líos de faldas: convertir la pieza de ropa en reclamo mediático
Eso mismo argumentaron desde la BWF, Federación Mundial de Bádminton, cuando redactó una nueva regla de vestimenta en 2012 para las jugadoras del circuito internacional, que debían llevar falda o vestido. “A veces es necesario hacer reglas para conseguir un mayor impacto. La BWF lleva años incentivando tanto a los fabricantes como a los jugadores para que hagan y lleven ropa que haga más atractivo el deporte”, dijeron desde la organización, pero pospusieron (y luego convirtieron en opcional) la norma debido a las tremendas críticas de las afectadas.
Ellas lo decían: el problema no es ponerse una falda, sino que sea una imposición. La mayoría de jugadoras occidentales escogían la prenda femenina para competir, exactamente igual que sucede en tenis, pero no se sentían cómodas si esa era su única opción. Como también matizaban, hasta hace poco los fabricantes del área de bádminton no elaboraban pantalones para mujeres, y algunos shorts llevaban hasta huevera.
Tal vez el caso más flagrante fue el que propuso la Asociación Internacional de Boxeo Amateur (AIBA, en sus siglas en inglés) cuando dijo que las boxeadoras podrían tener que competir obligatoriamente con falda. ¿La razón? Distinguirlas así de los hombres. Tras una reunión de su directiva (y tras las quejas reiteradas de diversas jugadoras) se ha descartado que esa medida fuera obligatoria y ahora es optativo, al igual que llevar o no trajes que tapen hombros y brazos en competiciones de peso, lo que ha hecho que mujeres musulmanas puedan incorporarse a estos torneos.
Las regulaciones del equipaje tienen poco que decir sobre sexos y sí mucho sobre publicidad
Hombres y mujeres tienden a vestir de formas distintas en varios deportes, pero sus elecciones no tendrían por qué ser impuestas, sino deberse a simple comodidad y adaptación según la silueta del jugador (también, por qué no decirlo, a algo de estética). Esa es la motivación principal por la que el vestuario ha ido cambiando a lo largo de la historia en ambos géneros.
En las pruebas de gimnasia los hombres no hacen las mismas actividades que las mujeres, y sus uniformes se invierten: body de manga larga para los brazos con las piernas descubiertas para ellas y lo contrario para ellos. Las corredoras, shorts de spandex y malas reducidas, mientras que ellos llevan tanto el short de spandex como otros más amplios en la zona pélvica.
De hecho, donde más hincapié se hace en el tema de la indumentaria oficial para competición es para identificar claramente al jugador, los materiales que tiene permitido llevar y, sobre todo, los límites de la publicidad que pueden llevar encima. Los jugadores de fútbol, para los juegos, no pueden llevar en su ropa escudos de ninguna clase, ni siquiera los de federaciones.
Las otras injusticias en la vestimenta: la tecnología que te hace ganar
Lo cierto es que el mayor problema sobre la vestimenta de los atletas que se ha vivido en los últimos tiempos ha sido en natación, con los famosos trajes de cuerpo entero de poliuretano gracias a los que, oh milagro, se batieron nada menos que 43 récords mundiales en una semana.
Comparando los tiempos con ese traje y uno distinto de los nadadores que rompieron las marcas se veía que se trataba de una diferencia debida en gran parte por el nuevo tejido, se tildó de doping tecnológico y se prohibió volver a usar ese material, ya que era una patente que ostentaban Arena, Adidas y Speedo y podía ser injusto para los nadadores que no llevasen el bañador de esa casa. Eso sí, no se retiraron los récords a los que usaron aquellos trajes, una decisión que no todos los participantes han sentido como justa.
El pantalón de Michael Jordan o LeBron James también hubo que conquistarlo
Como hemos apuntado, también estas medidas han afectado a los hombres. Sin ir más lejos, desde la prohibición del traje de poliuretano, los varones no pueden llevar traje por encima de la cintura, mientras ellas pueden cubrirse el pecho.
Algo similar ocurrió con los trajes de baloncesto. Aunque Michael Jordan es un precedente, ya que pidió a su equipo en 1984 que se le alargase la parte inferior del traje, es a partir de 1991 y los Fab Five de Michigan que los equipos estadounidenses, cada vez más dominados por jugadores negros, buscaban llevar pantalones más amplios y largos. Pese a ello, no sería hasta 1996 que el uniforme oficial de los Estados Unidos para los Juegos Olímpicos adaptaría la estética de trajes anchos que se mantiene hasta nuestros días.
Años después, tras los juegos de Beijing la FIBA, Federación Internacional de Baloncesto, propuso cambiar los uniformes de las mujeres para hacerlos más apretados y atractivos para la audiencia y los patrocinadores. Patrick Baumann, secretario general de la Federación, dijo que pretendían mantener los trajes "cómodos pero más femeninos. Son unas grandes atletas, pero también unas atletas muy hermosas, y no hay razones para no mostrarlo".
En esencia, lo importante es permitir que hombres y mujeres puedan elegir el traje que más cómodo les parezca sin utilizar una tecnología de vestuario que les dé una ventaja insondable con respecto a sus compañeros. A partir de ahí, lo que cada cual crea óptimo. Ah, y bueno, otra cosa que también es recomendable es no hacer que el uniforme oficial de tu equipo sea como aquel de Colombia:
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