El biodiesel y otros combustibles fósiles como el gas licuado de petróleo nacen con un único objetivo: que contaminemos menos. Su combustión emite menos gases de CO2 y, por lo tanto, la cantidad de gases efecto invernadero que enviamos a la atmósfera se reduce. Pero ¿y si las transacciones comerciales involucradas en la producción de este combustible estuviesen perjudicando al planeta en lugar de mejorándolo?
¿Cómo se produce el biodiesel? El biodiésel es un carburante sintético que se obtiene a partir de lípidos naturales como las grasas animales o los aceites vegetales. A pesar de que en un inicio se vendió como un combustible limpio que no dañaba el medioambiente, en los últimos años, diferentes estudios han relacionado la producción europea con el aceite de palma y sus derivados. ¿Problema? Elaborar un combustible verde utilizando prácticas contaminantes no es beneficioso para el planeta.
Aceites de cocina usados. En los últimos ocho años este recurso se ha convertido en uno de los ingredientes esenciales del biodiesel. Al ser considerado un deshecho, los productores reciben créditos de carbono por utilizarlo en la elaboración del combustible. De esta forma, Europa compra aceites de cocina a Asia y éstos dejan de utilizarlo como alternativa alimenticia para sus animales.
China. Según este estudio publicado por NNFCC, China ha aumentado un 20% la importación de aceite de palma durante el periodo 2016-2018. Debido a que el gigante asiático vende a Europa sus aceites reciclados, compra aceite de palma para alimentar a sus animales. ¿Resultado? Económicamente la operación le sale redonda: obtiene beneficios con las exportaciones y compra aceite de palma muy barato.
Quien sale perdiendo es el suelo de países como Indonesia o Malasia donde se produce el 85 % de la demanda global de aceite de palma. A más exportaciones, más plantaciones y a más plantaciones, más hectáreas deforestadas. Se estima que cada hectárea deforestada emite la misma cantidad de CO2 que un vuelo en clase turística de Ginebra a Nueva York.
Aumento emisiones CO2. El biodiesel fue ideado como alternativa sostenible a los combustibles fósiles, pero su producción y consecuencias han demostrado no solo que no lo es, sino que su vida debería tener fecha de caducidad. Y al parecer, según Ecologistas en Acción, el deadline de Europa a este respecto es 2021. Es decir, a partir de ese momento, el biodiesel de palma no se considerará más una opción sostenible. Además de las razones mencionadas anteriormente, hay que sumarle que el uso del aceite de palma en el viejo continente ha aumentado de las 825.000 toneladas en 2008 a las 3,9 millones de toneladas cifradas en 2017.
Todo esto se traduce en datos más cercanos como que el 92% de aceite de palma importado por España se utiliza para la producción de este biocombustible lo que deriva también en que se utiliza como un componente marginal del diesel tradicional. Pero la parte más paradójica de todo este asunto no recae en que se esté invirtiendo dinero en un combustible que no cumple su objetivo, sino en las cifras: el biodiésel a partir de aceite de palma emite dosis alrededor del 80% más altas que el diésel fósil de toda la vida.
Imagen: Rainforest Action Network/Flickr