En un pasaje de Miguel Strogoff, Julio Verne narra las andanzas de dos periodistas, uno francés y otro inglés, adentrados en los confines de Rusia. Viajan en tren, con dirección a las tierras del Volga, pero sentados en lados opuestos del vagón. Así, en sus crónicas sobre Rusia, el primero describirá un país llano y romo, y el segundo uno montañoso y ondulante. Nadie podría culparles. Es lo que veían desde sus ventanillas.
La anécdota es útil no sólo porque refleja la frecuente información imperfecta con la que trabajan los periodistas, sino por cómo evidencia los límites cognoscibles de un ser humano a ras de suelo. Cuando viajamos en coche, en autobús o en ferrocarril observamos un paisaje determinado. Uno que no necesariamente condensa lo que realmente esconde la pequeña comarca o región que estamos cruzando.
¿Predominan los bosques, los pastos, los cultivos, las ciudades o las masas de agua? Sólo podemos intuirlo. Pero para aseverarlo con seguridad necesitamos elevarnos sobre nuestras propias cabezas.
Como vimos hace algunos meses, comprender qué tipo de superficie cubre las masas terrestres del planeta es útil tanto en términos geográficos como económicos (y por tanto políticos). Durante las últimas décadas, merced a la revolución verde, el espacio que el ser humano ha necesitado para producir más y más alimentos ha menguado. En su lugar, nuestro voraz apetito cárnico ha provocado que las granjas y los pastos casi todo lo tomen.
Pero hay enormes diferencias entre unos continentes y otros. Es lo que ilustran estos estupendos mapas elaborados por Jakub Marian y publicados en distintos capítulos (Europa, Rusia, África y América, respectivamente). Donde en un continente predominan los terrenos cultivables y, ante todo, la inmensa red de aglomeraciones urbanas, como en Europa, en otro los bosques se apoderan de casi todo el paisaje, como en Rusia y Siberia.
Las imágenes permiten hacernos una idea de la clase de terreno que predomina en cada región analizada, y por tanto comprender mejor sus usos y costumbres históricas, la forja de su particular cultura y la especialización de su economía. En ocasiones hasta lo sorprendente. Impacta el encajonamiento urbano de Japón, entre sus numerosas montañas, o la abundancia de cultivos del Sahel.
La leyenda muestra lo siguiente: verde oscuro para las masas arbóreas; verde intermedio para vegetaciones mixtas; verde claro para pastos y estepas; amarillo para los cultivos; beige para zonas semi-desérticas; rojo zonas urbanas; gris y amarillo claro para desiertos o zonas con poca vegetación; turquesa para regiones inundables; y azul para masas de agua.
Europa
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Rusia y Siberia
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América del Norte
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América del Sur
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Japón y Corea
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África
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