La cuestión medioambiental no sólo se está apoderando del discurso político, sino también de los patrones de consumo. La ropa es el mejor ejemplo: si antaño la primacía de la relación calidad-precio era incuestionable, hoy los consumidores desean que sus prendas hayan sido producidas en condiciones dignas y mediante procesos sostenibles. De ahí que las marcas, conocedoras de la importancia de capitalizar una tendencia, hayan comenzado a diferenciarse remarcando el valor medioambiental o social de sus productos. No sólo es bueno, bonito y barato: también lo han fabricado trabajadores con un salario decente.
Es algo a lo que se están sumando algunos países, como Alemania
"Grüner Knopf". Ayer mismo el ministro de Desarrollo del gobierno alemán, Gerd Müller, presentaba su proyecto estrella para esta legislatura: un "Botón Verde" que hará las veces de etiqueta ecológica y social para todos aquellos fabricantes textiles que deseen incluirla. Se trata de un reconocimiento a las prendas fabricadas respetando determinados criterios medioambientales y cumpliendo algunos estándares laborales. El objetivo último es que los consumidores preocupados por la huella ecológica o económica de sus compras puedan identificar rápidamente las camisas o los pantalones fabricados de forma ética.
Criterios. En la actualidad existen numerosas acreditaciones o etiquetas, todas ellas impulsadas por organizaciones activistas o empresas privadas, destinadas a señalar los productos elaborados de forma "justa" (sin añadidos tóxicos, sin pesticidas, sin mano de obra infantil, etcétera). El "Botón Verde" del gobierno alemán aúna casi una treintena de ellas, con objeto de simplificar los certificados y ofrecer una información más concisa al comprador.
Así, los productos que aspiren a obtener el "Botón Verde" se deberán haber producido sin determinados componentes químicos muy contaminantes, cumpliendo un límite de emisiones CO2, protegiendo los derechos humanos de sus empleados, asegurando un salario "justo" a sus trabajadores o haber limitado su consumo de agua (la industria de la moda es la segunda más contaminante del planeta y su desperdicio de agua es proverbial). Comprar una prenda etiquetada como "verde" asegura que se cumplen condiciones aceptables durante su proceso de fabricación y transporte.
¿Funcionará? La iniciativa tiene varios problemas. Por un lado, muchos de los certificados empleados por el ejecutivo alemán para configurar el "Botón Verde" son insuficientes. El sello "Made in Green", por ejemplo, exige una remuneración suficiente, pero no establece un mínimo por encima del umbral de la pobreza. Por otro, por el momento sólo supervisa los procesos de tintado, de corte y de hilado. ¿Qué quiere decir esto? Que el punto de partida de fabricación de cualquier prenda, es decir, el cultivo y la recogida de algodón (u otros materiales) quedan fuera. El "Botón Verde" no acredita que esos procesos se ajusten a sus estándares.
Pese a que Alemania aspira a ampliar el enfoque del certificado, lo cierto es que es un agujero importante, en tanto que las condiciones laborales de los agricultores de la industria siguen siendo paupérrimas. Es decir, falta más transparencia y criterios más estrictos.
Más problemas. Pese a todo, el principal escollo es otro: el sello es voluntario. Por el momento una veintena de empresas alemanas (entre ellas Lidl o Aldi, las dos principales cadenas minoristas del país) se han sumado, lo que asegura la trazabilidad de sus prendas. Pero los grandes actores de la industria (Inditex, H&M, etcétera) se han quedado al margen. La iniciativa de Alemania opera en un mercado aún reducido, dentro de sus fronteras, y sólo será realmente efectiva si en algún momento se extiende al resto del continente. En parte, es lo que desea Alemania (Van der Leyen, la nueva presidenta de la Comisión, proviene del ejecutivo germano).
Otras ideas. Hace algunos días hablábamos de la última iniciativa de H&M: marcar en su web el origen de sus prendas, en qué país se habían producido y bajo qué condiciones trabajaban los empleados de sus fábricas. Es una tendencia con la vista puesta en el largo plazo: la industria ya sabe que no puede operar al margen de la creciente conversación global en materia medioambiental. La idea, condensada a la perfección en el concepto "Green Washing" es ajustar sus productos a las cambiantes preferencias del público, preocupado hoy por la sostenibilidad y la transparencia. El "Botón Verde" alemán opera en el mismo campo.
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