La soledad se define como el sentimiento de angustia que resulta de una discrepancia entre el contacto social deseado y el real. Puede tener un efecto profundo y perjudicial tanto en nuestra salud mental como física, e incluso está relacionado con muchas condiciones de salud, como la depresión, el alcoholismo, el deterioro cognitivo y las enfermedades cardíacas. De hecho, mientras que la contaminación del aire, la obesidad y el consumo de alcohol aumentan el riesgo de muerte de una persona en un 6%, 23% y 37% respectivamente, la soledad puede aumentarlo en un 45%.
Esto nos lleva a la pregunta de por qué la soledad sigue creciendo. Si bien es probable que estén en juego múltiples factores sociales, financieros y tecnológicos, la creciente evidencia también sugiere que la rápida urbanización podría ser un factor.
Los datos en España. Según el informe de La soledad del siglo XXI, escrito por los profesores de Comillas CIHS Fernando Vidal y Amaia Halty, más del 21% de la población siente aislamiento social –el 26% leve y el 3% de modo intenso–, y un 21,1% carece de un grupo de amigos. Además, el sentimiento de soledad se dobla entre los jóvenes: se han sentido solos el 14,7% de los mayores de 60 años, el 18% de quienes tienen entre 30 y 60 años, y el 31% de los jóvenes menores de 30.
Y ha ido en aumento desde el comienzo de la pandemia, por lo que existe la preocupación de que pueda alcanzar proporciones epidémicas para 2030. Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, un número que continúa aumentando cada año. Para 2050, se espera que el 66% de la población mundial viva en áreas urbanas. Sin embargo, hasta ahora, hemos sabido muy poco sobre cómo la vida urbana influye en la soledad.
El estudio. Una investigación reciente publicada en la revista Nature, desarrolló una aplicación para móviles para estudiar la relación entre vivir en una ciudad y la soledad en tiempo real. La herramienta utiliza una técnica llamada evaluación ecológica momentánea, que consiste en enviar mensajes a los participantes en momentos aleatorios, invitándolos a responder preguntas sobre sus experiencias actuales. Las preguntas que hicieron incluyeron dónde estaban los participantes, cómo era su entorno y cómo se sentían en ese momento. Un total de 16.602 evaluaciones fueron completadas en todo el mundo.
Resultados. Descubrieron que estar en entornos superpoblados aumentaba la soledad hasta en un 38%. Este efecto aparecía incluso después de tener en cuenta una serie de factores, como la edad, el género, el origen étnico, el nivel educativo y la ocupación. Por el contrario, la inclusión social percibida, la sensación de estar con personas que comparten nuestros valores y nos hacen sentir bienvenidos, se asoció con una disminución del 21% en la soledad. Esto sugiere que es la calidad de nuestras relaciones sociales lo que importa, en lugar de la cantidad de contacto.
Si la soledad se reduce al sentirse más incluido socialmente, puede ser posible utilizar la prescripción social para ayudar a conectar a personas de ideas afines en sus comunidades locales, especialmente en las ciudades. Curiosamente, el lugar donde tienen lugar las relaciones también puede influir en si una persona se siente sola o no. Las personas tenían un 28% menos de probabilidades de sentirse solas en entornos urbanos con características naturales como árboles, plantas y pájaros en comparación con los entornos urbanos sin estas características.
Mejorar el acceso a espacios verdes. Si el contacto con la naturaleza disminuye la soledad, mejorar el acceso a espacios verdes y azules de alta calidad (como parques y ríos) en áreas urbanas densas puede ayudar a las personas a sentirse menos solas. Investigaciones anteriores también muestran que la naturaleza puede beneficiar la salud mental.
Otro estudio, publicado en el International Journal of Epidemiology, sugería que los adultos en vecindarios de Australia donde al menos el 30% de la tierra cercana eran parques, reservas y bosques tenían un 26% menos de probabilidades de sentirse solos en comparación con sus pares en áreas con menos del 10% espacio verde. Para las personas que vivían solas, las asociaciones eran aún mayores: en áreas con un 30% o más de espacios verdes, las probabilidades de sentirse solo se reducían a la mitad.
¿Más verde equivale a más contacto social? La evidencia internacional resalta la importancia de proteger la naturaleza para apoyar la salud de la población y minimizar el cambio climático. La ecologización urbana, y la reforestación urbana en particular, también podría ayudar a reducir los riesgos de angustia psicológica, falta de sueño, enfermedades cardiometabólicas, quejas subjetivas de memoria y tal vez incluso demencia. Reducir la soledad podría ser una forma importante en la que el contacto con los espacios verdes produce estos beneficios potenciales.
Un posible mecanismo para explicar el vínculo entre los espacios verdes y la soledad es compartir entornos naturales familiares que ayudan a mejorar el estado de ánimo e interrumpir la rumiación. Se cree que esto proporciona un alivio colectivo de las ansiedades sociales y permite que las personas de todas las edades se relacionen y se conecten entre sí de manera significativa y que afirme la vida. Estas oportunidades pueden ser mucho más raras en entornos menos restauradores, como partes de ciudades con pocos árboles y áreas con escasa vegetación.
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