Cadáveres en las calles y un 56% más de muertos: la desesperación de Ecuador frente a la epidemia

Cadáveres esperando a ser recogidos en las casas y en las calles de Guayaquil, Ecuador, una ciudad tan afectada por el coronavirus que los hospitales, saturados, están rechazando incluso a los pacientes más enfermos y las funerarias no pueden ofrecer servicios de entierro.

Los datos del número de fallecimientos e infecciones en Ecuador están incompletos, al igual que a lo largo de toda la región. A fecha de 8 de junio, Ecuador, un país de 17 millones de habitantes, había notificado 63.245 casos, algo que, per cápita, le situaría entre los cuatro países con peores cifras de América Latina si ajustamos por población. Sin embargo, las cifras reales son probablemente mucho más altas.

El gobierno de la provincia del Guayas, donde se encuentra Guayaquil, afirma que 6.700 residentes fallecieron durante la primera quincena de abril, en comparación con la media de 1.000 defunciones durante el mismo periodo en un año normal. Según un análisis del New York Times, se estima que la cifra total de muertos por coronavirus en Ecuador pueda ser hasta tres veces más que las 3.400 defunciones publicadas por el gobierno a finales de mayo, en torno a las 10.000 probables (hoy son 4.800).

En una pandemia que ha atacado sobre todo a los países más ricos en primer lugar, Ecuador es uno de los primeros países en desarrollo que se tuvo que enfrentar a un brote tan severo. La riqueza no es garantía de seguridad durante una epidemia. Tanto en Italia como en Estados Unidos se quedaron sin el equipo médico necesario como respiradores o máquinas de diálisis, pero los expertos coinciden en que los países más pobres probablemente verán cómo las tasas de mortalidad crecen rápidamente.

Según nuestra propia investigación académica sobre la política en Ecuador y la seguridad humanitaria en pandemias pasadas, el coronavirus podría crear una mayor agitación política y económica en un país que ya tiene problemas con la inestabilidad.

La rápida reacción de Ecuador

El brote de coronavirus en Guayaquil, la segunda ciudad más grande de Ecuador y su motor económico, comenzó en Febrero, aparentemente a través personas infectadas procedentes de España. La rápida escalada de casos hizo que los mandatarios, presas del pánico, impusieran rápidamente el aislamiento social como estrategia de contención y las restricciones de movimiento son cada vez más estrictas en el país.

Los ecuatorianos no pudieron salir de sus casas entre las 2 y las 5 de la tarde. Fuera del toque de queda, solamente pudieron salir para comprar comida, para desempeñar trabajos esenciales o por motivos de salud, con mascarillas y guantes. El transporte público fue cancelado. En Quito, la capital, solamente se permitió conducir el coche una vez a la semana según el número de la matrícula.

Esta fue la segunda vez en un año que los habitantes de Quito se hayan en confinamiento. En octubre de 2019, se estableció un toque de queda nocturno para sofocar las protestas masivas en contra de las medidas de austeridad impuestas a cambio de un gran préstamo por parte del Fondo Monetario Internacional.

Las protestas, lideradas por grupos indígenas, se disiparon a medida que el presidente Lenín Moreno se distanció de las medidas de austeridad, pero no sin antes de que al menos ocho personas fueran asesinadas.

Pese a todo, Ecuador ha llevado a cabo una respuesta más activa a la pandemia que muchos de sus países vecinos. En Brasil, el presidente Jair Bolsonaro le ha quitado en gran medida importancia a la gravedad del coronavirus, a pesar de los miles de infecciones de COVID-19 reportadas a diario. En Venezuela la lucha de poder entre el gobierno de Nicolás Maduro y el gobierno de la oposición de Juan Guaidó ha impedido cualquier tipo de respuesta coordinada contra la pandemia.

La mayoría de líderes latinoamericanos que han tomado medidas decisivas contra el coronavirus consideraron que la obligación de permanecer en casa es la única forma de evitar el colapso de unos sistemas sanitarios débiles y precarios. Panamá limitó el salir de casa según el género, permitiendo que hombres y mujeres salgan de sus casas tres días a la semana respectivamente con la obligación de que todos se queden en casa los domingos.

El presidente de El Salvador envió a las tropas del ejército para hacer que se cumpliera un cierre total en la ciudad de La Libertad durante 48 horas que prohibía a los habitantes salir de sus casas por cualquier motivo, incluyendo para comprar comida o adquirir medicamentos.

Las consecuencias sociales

No está claro cuál será el impacto a largo plazo este tipo de restricciones en una región con un alto nivel de pobreza y desigualdad social. Un gran número de latinoamericanos sobreviven diariamente gracias al dinero que ganan con el comercio ambulante y otros trabajos clandestinos, algo que actualmente está en gran parte prohibido. El hambre amenaza en toda la región.

En Ecuador, un país donde los ingresos medios rondan los 10.000€ anuales, el gobierno de Moreno está proporcionando ayudas de emergencia de 50 euros a las familias cuyos ingresos mensuales sean inferiores a 300 euros. También se han abierto refugios para dar cobijo a las personas sin hogar y se han requisado hoteles para aislar a los infectados.

Una red activa de organizaciones comunitarias también trabaja para proporcionar alimentos básicos y refugios a los más necesitados, entre los que se incluyen a la mayoría de los 250.000 refugiados venezolanos que entraron en el país durante los últimos años. A pesar de su respuesta activa contra el coronavirus, es poco probable que Ecuador pueda hacer frente a la situación si la epidemia se propaga rápidamente de Guayaquil al resto del país.

Ecuador tiene cuatro veces menos respiradores por persona que un país como Estados Unidos. Las pruebas de COVID-19 son escasas y han sido en gran parte subcontratadas a empresas privadas, lo que hace que sean prohibitivamente caras. La decisión del presidente Moreno de expulsar a 400 médicos cubanos de Ecuador el año pasado como parte de su enfático cambio a la derecha para Ecuador ha dejado un gran vacío en sus hospitales, ya de por sí con problemas de falta de personal.

La economía de Ecuador está en crisis tras el colapso del precio del crudo y del turismo. Y aunque las protestas letales hayan llegado a su fin, la inestabilidad política sigue polarizando a la nación. El pasado 7 de abril, el tribunal supremo de Ecuador condenó al popular y divisivo ex presidente de izquierdas Rafael Correa a ocho años de prisión por cargos de corrupción. Correa, ahora exiliado en Bélgica, dice que dichos cargos han sido inventados para asegurar que no pueda volver a postularse al cargo.

La tasa de mortalidad de Ecuador disminuyó tras más de un mes de medidas de confinamiento, pero está aumentando de forma alarmante desde mediados de junio, en un patrón similar al resto de Latinoamérica. El fantasma de los cuerpos de las víctimas sin recibir sepultura en sus casa, en los pasillos de los hospitales y en las calles, sigue presente por toda América latina. Guayaquil presenta un sombrío pronóstico de la forma en la que esta pandemia mata en las partes del mundo no tan ricas.

Imagen: Reuters

Autores: Denis Altman, La Trobe University; Juan Carlos Valarezo, Universidad Católica Pontificia de Ecuador.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

Traducido por Silvestre Urbón.

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