El 'Pressing Catch' hace ya un tiempo que se convirtió simplemente en Wrestling, la palabra inglesa cuando hablamos de lucha. Eso sí, en España no son pocos los que siempre lo recordarán bajo el nombre con el que fue introducido en nuestro país a principios de los 90 y recuperado posteriormente por Cuatro hace ya más de diez años. Sin embargo, su popularidad siempre distó mucho de la que tiene en Estados Unidos, donde llegó literalmente a arrasar.
Aprovechando que esta noche se celebra la edición número 33 de Wrestlemania, el equivalente a la Superbowl de este singular entretenimiento, hemos decidido repasar los orígenes de un formato y su evolución. Mucho ha cambiado desde que Hulk Hogan fuera poco menos que un Dios entre humanos en Norteamérica o desde los años dorados del Enterrador, que hoy tendrá la que posiblemente sea su última pelea, y con sus inevitables altibajos ido sabiendo adaptarse a los nuevos tiempos.
El verdadero nacimiento del 'Pressing Catch'
La lucha libre profesional tuvo durante varias décadas un sistema de territorios en Estados Unidos, es decir, varias empresas esparcidas a lo largo del país tenían a sus luchadores y centraban sus esfuerzos en zonas concretas, en ocasiones incluso como producto de desavenencias que provocan escisiones y la creación de una nueva compañía, que fue precisamente lo que sucedió en el caso de la actual WWE -World Wrestling Entertainment-, nacida oficialmente en 1963.
Tuvieron que pasar casi dos décadas hasta que en 1982 Vincent J. McMahon vendió la empresa a su hijo VIncent K. McMahon, quien se marcó como objetivo llegar a todo el país. El primer paso para ello fue hacerse con luchadores populares de otras promociones. Fueron muchos los que dieron el salto a WWF -World Wrestling Federation-, pero la auténtica clave fue el regreso en 1983 de Hulk Hogan, quien había abandonado la compañía años atrás por haber participado en ‘Rocky III’ en contra de los deseos del padre del nuevo dueño.
Durante su estancia de dos años en AWA -American Wrestling Association-, la popularidad de Hogan se había disparado, por lo que McMahon le hizo una oferta que no pudo rechazar al querer convertirlo en el rostro de la empresa. Ello conllevó que los personajes interpretados por los luchadores fuesen cada vez más pintorescos para atraer así la atención del público, pero durante años nadie logró igualar a Hogan.
Una apuesta arriesgada con un gran resultado
Sin embargo, la apuesta de McMahon por conquistar el mercado nacional estuvo a punto de llevar a la empresa a la bancarrota. De hecho, McMahon acabó jugándoselo todo a una carta en 1985, que fue cuando se celebró el primer Wrestlemania. La idea de hacer un supershow no era nada nuevo, pues la propia AWA ya había empezado a usarla un par de años antes, pero tuvo dos grandes aciertos: Venderlo como la Superbowl de la lucha libre y hacerlo accesible al resto del público.
Por ello contó con invitados de lujo como Cyndi Lauper, Muhammad Ali o Mr. T, quien llegó a participar en un combate por parejas ayudando a Hogan a derrotar a Roddy “Rowdy” Piper y Paul Orndoff. La ida era potenciar el entretenimiento tanto o más que los propios combates y el éxito fue tal que durante años reinó sin una oposición que realmente pudiera poner en peligro su dominio sobre el mercado norteamericano.
Fueron años dominados por luchadores como Hogan, Randy Savage, El Último Guerrero y muchos otros caracterizados por tener personalidades bigger than life. El boom fue tal que McMahon incluso se pudo tomar la licencia en 1987 de no emitir por televisión Wrestlemania III en todo el estado de Michigan para asegurarse que el estadio en el que se celebraba estuviera lleno. El resultado fue el evento de lucha libre con más público en directo de la historia hasta entonces al congregar a 93.173 espectadores.
Todo lo que sube tiene que bajar
No obstante, todo lo que sube tiene que bajar y a principios de los 90 comenzó una progresiva pérdida de popularidad, demostrando que esos personajes de antaño ya no funcionaban igual de bien. Clave para ello resultó que McMahon reconociera en 1989 que los combates estaban preparados -vamos, que se decidía el ganador de antemano-, algo que se venía sospechando desde hacía tiempo. El motivo para hacerlo fue ahorrarse los cuantiosos gastos que suponía ser visto como un deporte real ante la ley.
Además, en 1993 perdieron a Hogan, mientras que en 1994 un escándalo judicial relacionado con el consumo de esteroides estuvo a punto de arruinar a la compañía. McMahon logró salir airoso y el estreno un año antes de Raw, el programa televisivo insignia de la compañía desde entonces, amortiguó en parte el golpe.
Sin embargo, la situación económica no era muy buena y fue ahí donde WCW, otra empresa que había nacido bajo el paraguas de otra hasta que Ted Turner se hizo con ella en 1988, apostó a lo grande para intentar derrocar a WWF. Por ello a mediados de los 90 aumentó su inversión, dando inicio a lo que hoy recibe el nombre de guerra de la noche de los lunes, que es cuando se emitía Raw y también Nitro, el equivalente de WCW estrenado en septiembre de 1995.
WWF contra WCW
Durante los primeros meses se alternaron las victorias de uno y otro programa, pero en junio de 1996 dio comienzo una racha de casi dos años para Nitro que puso contra las cuerdas a Raw. ¿La clave para ello? Es cierto que hacía tiempo que contaban con Hulk Hogan, pero ese verano dejó de ser de los buenos y pasó a convertirse en uno de los villanos más odiados de la historia de la lucha libre.
Catapultados por eso y por la apuesta por un tono más adulto -más violencia, sí, pero también más generosos en las insinuaciones sexuales y en los giros imprevisibles que daban al espectador la sensación de que podía pasar cualquier cosa- que también funcionaba mejor entre los adolescentes. Además, fue haciéndose con las mayores estrellas del pasado de WWF, donde no les quedó otro que trabajar con nuevos luchadores de cara a ser sus nuevas estrellas.
Lo que en WCW nunca esperaron es que precisamente fuera a ser un antiguo empleado suyo el que diera el impulso necesario a WWF para seguir con vida y luego para recuperar el trono. Me refiero a “Stone Cold” Steve Austin, quien durante años fue considerado un luchador solvente que no podía aspirar a nada más, pero en junio de 1996 pronunció el discurso que tenéis más arriba y la compañía no dudo en respaldar su reciente popularidad.
Por su parte, WCW siguió confiando en las estrellas heredadas de WCW y creó a la suya propia: Goldberg. Fueron buenos años para el wrestling, que arrasaba en televisión y generaba grandes ingresos, pero también de jugadas sucias, con WWF utilizando a un luchador con un relativo parecido físico con Goldberg para hacerle perder siempre, mientras WCW aprovechaba que Raw se grababa antes de emitirlo para dar los resultados en directo y animar a la gente a que viene Nitro.
1997 estuvo marcado por la popularidad de Steve Austin y Goldberg, pero en WWF también empezó a destacar un luchador que empezó a hacerse llamar a sí mismo como The Rock. Entre él y Austin lideraron la Attitude Era, en la cual la compañía también apostó por un tono más adulto que hizo que la lucha libre fuera una cita obligada para millones de espectadores cada lunes.
WWF retoma la supremacía
Sin embargo, WCW mantuvo el liderazgo hasta que Raw superó en los ratings a Nitro el 13 de abril de 1998. Durante meses hubo alternancia, pero Nitro empezó a verse afectada por el hecho de que sus responsables habían dado demasiada libertad a ciertos luchadores y eso empezó a pasar factura, por lo que el 26 de octubre de ese año logró su última victoria en los ratings y desde entonces inició un progresivo descenso que acabó con su compra en 2001 por parte de McMahon.
Hubo varios hechos claves para ello, pero su primer gran error fue mantener la táctica de dar los resultados de Raw: El 4 de enero de 1999 un luchador que había trabajado en WCW en el pasado ganó el título principal de WWF, algo que fue recibido con sorna por parte del equipo de Nitro. El resultado fue que cientos de miles de espectadores cambiaron inmediatamente de canal.
Varias malas decisiones terminaron de cavar la tumba de WCW -una de las más recordadas fue el hecho de convertir en campeón mundial al actor David Arquette en el año 2000 para promocionar una película-, lo cual se consumó en 2001 con la compra de la compañía por parte de McMahon, poniendo así fin a su existencia y dando la victoria definitiva a WWF en una batalla que estuvo a punto de acabar con ellos.
Además, WWF había lanzado en 1999 Smackdown, un segundo espacio televisivo que aún hoy sigue emitiéndose, por lo que tampoco tenía ninguna necesidad de usar nada de WCW más allá de algunos de sus luchadores. La guerra de los lunes había acabado y tampoco conviene olvidar que su enorme popularidad había llevado a que Raw cambiase de canal ante una jugosa oferta de Viacom para que abandonase USA Network y pasase a emitirse en TNN.
WWF estaba tocando el cielo con las manos, y cuando eso pasa ya solamente puedes ir hacia abajo. Ya en 2001 empezó a percibirse un desgaste en el seguimiento cuando lo suyo hubiera sido esperar que todo el público que aún conservaba WCW diera el salto a WWF ante la falta de alternativas. La ausencia de The Rock, que estaba dando sus primeros pasos en Hollywood, y el tibio recibimiento a que Steve Austin se hubiera pasado al bando de los malos tuvo parte de culpa.
Sin embargo, no fue hasta 2003 cuando la cosa empezó a ser grave con la retirada de Austin y la marcha definitiva de The Rock a Hollywood -volvería a pelear una vez en 2004, eso sí-. La transición ya había empezado antes y algunos incluso la vinculan al hecho de que en 2002 WWF tuvo que dejar de llamarse así, porque la ONG con las mismas siglas ganó una reclamación judicial en la que hacía constar que McMahon había ignorado el acuerdo previo que tenían.
Un cambio de nombre y de imagen
Había nacido WWE -World Wrestling Entertainment- y se decidió que tanto Raw como Smackdown tuvieran plantillas exclusivas que no interactuaban entre sí. De esta forma el talento estaba más repartido, pero también suponía una limitación mutua que al principio dio pie a una sana competencia entre ambos programas. La cuestión es que Raw siempre ha sido la niña mimada de McMahon, por lo que esa relativa situación de igualdad no tardó mucho en cambiar.
Esta etapa recibe el nombre de Ruthless Agression Era y va desde 2002 hasta 2008, estando considerada como una transición entre lo propuesto en la Attitude Era y lo que vendría después, con los chavales como el auténtico público objetivo de WWE. Esto hizo que la violencia fuera suavizándose progresivamente, sucediendo algo similar con el apartado sexual. Todo ello en paralelo a la creación de nuevas estrellas que iban superando paulatinamente a los que siguieron allí tras la marcha de Austin y The Rock.
Lo cierto es que el cambio se notaba, buscando más el entretenimiento que cualquier otra cosa, de ahí por ejemplo la muy comentada participación de Donald Trump en Wrestlemania 23 celebrado en 2007. Eso sí, él nunca llegó a pelear, pues un luchador le representó en un combate contra McMahon en la que el perdedor tenía que raparse el pelo. El hombre de Trump se hizo con la victoria, conservando así su característica cabellera.
Esa paulatina pérdida de popularidad se tradujo en que Viacom no quiso renovar el contrato con WWE cuando llegó a su fin en 2005, lo cual llevó a Raw de vuelta a USA Network. Con todo, el wrestling seguía siendo muy popular, pero en 2007 recibió un durísimo golpe cuando Chris Benoit, uno de sus luchadores -y gran protagonista del evento principal de la edición de Wrestlemania celebrada en 2004- asesinó a su mujer y su hijo, suicidándose dos días después.
En un primer momento se especuló con un asesinato, lo cual llevó a WWE a dedicar el episodio de Raw emitido el 25 de junio de 2007 a hacerle un sentido y por aquel entonces merecido homenaje. Poco después se esclareció todo, entre ellos detalles como que su cerebro está tan machacado por su actividad dentro del ring que parecía el de una persona de 85 años con Alzheimer.
A por los niños
Como era de esperar, WWE tuvo que soportar tal cantidad de mala prensa que todo ello aceleró la transición definitiva a la PG Era, una en la que se buscaba un tono amable pensado para los chavales, lo cual incluía una mayor presencia de un humor dejémoslo en peculiar y una reducción de los ataques más brutales hasta poco menos que extinguirlos. Además, si un movimiento de un luchador era percibido como demasiado peligroso, dejaba de usarse o como mucho se reservaba para ocasiones muy especiales.
Aunque cuesta creerlo, toca volver de nuevo con Trump, ya que en 2009 se introdujo la figura del presentador invitado con su participación en un segmento en el que se daba a entender que había comprado WWE, introduciendo esa novedad a partir de entonces. La cuestión es que el movimiento sentó tan mal al funcionamiento de la empresa en bolsa que el propio McMahon tuvo que aparecer la semana siguiente para recuperar el control, pero manteniendo la iniciativa del ahora presidente de los Estados Unidos.
Un año duró la iniciativa que no fue muy recibida por los fans, pero no impidió que siguiera adelante bajo la figura de estrellas invitadas, es decir personalidades como Hugh Jackman, Johnny Knoxville, los Muppets -va en serio- o Grumpy Cat -tampoco bromeo- se dejaban ver por ahí para potenciar aún más el entretenimiento –o al menos lo que WWE entendía como tal-.
No fueron buenos tiempos para los aficionados más veteranos, pero la apuesta funcionó y lograron llegar al público infantil, una forma ideal de asegurarse que sus padres tuvieran que dejarse buenas sumas de dinero para conseguir el dinero de sus estrellas favoritas. En España también hubo un boom entre los más pequeños de la casa cuando Cuatro recuperó la emisión de ‘Pressing Catch’, pero fue perdiendo popularidad hasta que la cadena decidió prescindir de los servicios de WWE en 2010.
La apuesta por el futuro
De nuevo, los programas de WWE iban perdiendo seguimiento en Estados Unidos, pero McMahon tenía guardado un as en la manga que no desveló hasta 2014: WWE Network, el equivalente a Netflix del ‘Pressing Catch’, un servicio en el que además de poder acceder a los éxitos del pasado de la compañía, también daba acceso a los PPV a un precio mucho más reducido.
Todo apuntaba a un éxito seguro, pero WWE necesitaba llegar rápidamente al millón de clientes para recuperar su cuantiosa inversión, ya que incluso la edición de Wrestlemania de ese año estaba incluida. La realidad no estuvo a la altura -en abril se anunció que contaba con 667.000 suscriptores- y la empresa recibió un duro golpe en bolsa.
Sin embargo, la sucesiva aparición en otros países acabó por convertirla en un éxito indiscutible y los últimos datos apuntan a que cuenta con 1,5 suscriptores de pago -al igual que Netflix, WWE Network da la posibilidad de probar un mes gratis sus servicios-. Eso trajo consigo una importancia creciente de los fans, quienes incluso lograron forzar a WWE a convertir en el campeón principal de WWE a Daniel Bryan, el luchador más popular que tuvo la empresa en más de una década.
¿En qué se traduce todo eso? Principalmente en que los fans actúan a su antojo, animando a quien les apetece en lugar de seguir las líneas marcadas por WWE. Eso es algo que ya se venía notando de un tiempo a esta parte, afectando principalmente a John Cena -la gran estrella de WWE desde 2006-, pero aquí fue a más. La jugada, eso sí, no le salió bien a la empresa, que marcaba unos números de audiencia similares a esa etapa en la que WCW la vapuleaba una semana tras otra.
Lo curioso es que todo eso no se tradujo en una significativa bajada de ingresos, ya que la creciente importancia de WWE Network y la buena acogida en los tours que los luchadores hacen a lo largo de todo el planeta, compensaron con creces algo que también puede achacarse al hecho de que la gente en Estados Unidos cada vez ve menos la televisión en directo.
De hecho, Wrestlemania 32 se celebró en 2016 rompiendo el récord de asistencia que aún conserva al tercera edición de este popular evento: 101.763 espectadores vieron en vivo y en directo los combates en el AT&T Stadium de Texas. Curiosamente, muchos fans lo califican como el peor Wrestlemania de la historia. La clave de todo es que McMahon realmente ha conseguido asentarlo como la Superbowl del wrestling, yendo adaptándose a la realidad de cada época.
La situación actual
Actualmente vivimos en lo que la propia WWE calificó a secas como La Nueva Era, en la cual los combates femeninos han ganado mucha importancia y en la que se está intentando construir a las estrellas del mañana. La compañía parece tener una especial fijación por un luchador llamado Roman Reigns, pero un importante sector del público sigue empeñado en mantener las costumbres heredadas de la Reality Era, algo que está dañando de forma notable su imagen.
¿Cuál será la siguiente forma en la que McMahon reinventará WWE? Porque sí, sigue al frente de la misma desde que se hizo con el control de ella en 1982 y su dedicación es tal que hasta llegó a pelear en varias ocasiones, la mayoría de ellas durante la Attitude Era y con Steve Austin como némesis. Lo que está claro es que la verdadera revolución llegará cuando ceda el control, pero no parece que ello vaya a suceder hasta que se muera…
Extra: ¿Pero se pegan de verdad o no?
Ya en 1989 se reconoció que todo estaba preparado y aún hoy se mantiene el debate sobre si los luchadores se pegan realmente o no. El vídeo de más arriba deja claro que está todo coreografiado hasta tal punto que saben cómo reaccionar fingiendo que se llevan un golpe que en realidad no se ha producido -o que ha tenido una potencia muy inferior a la que se nos quiere vender-, pero sería muy inocente pensar que eso sucede durante toda la pelea.
De hecho, lo que realmente suele estar preparado de antemano es la duración del combate, quién tiene que ganar y los movimientos principales que van a usarse durante el combate. También otros detalles como que otra persona interfiera en la pelea, todo ello bajo el control de un productor que prepara el combate de antemano con ellos. Luego ya depende de los luchadores establecer el ritmo del combate e ir eligiendo qué golpes han de ir utilizando.
Si uno se fija atentamente, podrá oír en alguna ocasión que uno de los combatientes dice al otro que va a usar cierto movimiento o qué utilice otro en concreto. El árbitro también sirve como ayuda para transmitir esos mensajes o incluso para dejar una cuchilla a uno de ellos si se ha determinado que haya sangre durante la pelea -algo cada vez menos habitual, pero en su momento sucedía regularmente-
Todo está bastante medido, pero hay varios golpes que simplemente no se pueden fingir -echad un ojo por ejemplo al vídeo de más arriba-, por lo que hay que prepararlo todo lo mejor posible para que sus consecuencias sean menores de las que tendrían en una pelea real, aunque también pueden producirse accidentes que en algún caso muy puntual ha tenido consecuencias trágicas. En otros heridas más o menos aparatosas.
La cuestión es que esos avisos de que no intentásemos imitar lo que hacían en casa tenían un gran motivo: Los luchadores se entrenan de todas las formas posibles para limitar los efectos de los golpes, pero estos casi siempre se producen. No es raro que acaben un combate doloridos, aunque a veces hay un poco de interpretación para transmitir al público que la paliza ha sido mayor a la sufrida. Vamos, sí que se pegan, pero de una forma, por así decirlo, controlada.