La revolución urbana que la humanidad experimenta de un tiempo a esta parte es en gran medida la revolución del asfalto. El material abunda en cada rincón de las ciudades, es uno de sus elementos más ubicuo. Al menos el 45% de la superficie en las grandes urbes estadounidenses se compone de asfalto. Dado su impresionante dominio, merece la pena preguntarse qué impacto tiene en el día a día. ¿Cómo afecta a la temperatura de sus calles? Y más importante aún: ¿y a su salud?
Contaminación. Esto último es lo que ha tratado de averiguar un reciente estudio publicado en el journal Science Advances. ¿De qué modo contribuyen las calles asfaltadas a la contaminación en las ciudades? En especial, los investigadores estaban interesados en el impacto de la radiación solar sobre las emisiones asociadas al asfalto. Lo que descubrieron, si bien previsible, no deja de ser inquietante: cuando las temperaturas aprietan y el sol reblandece la calzada, la contaminación empeora. Respiramos un aire más tóxico.
¿Cuánto? Hasta un 300% más. El asfalto absorbe más calor que otras superficies (naturales), liberando más aerosoles orgánicos secundarios lesivos para la salud. Durante la elaboración del estudio, los autores expusieron a distintos pedazos de asfalto a temperaturas superiores a los 40º C. Su conclusión es clara: si computáramos las emisiones de aerosol derivadas al calentamiento del asfalto, en especial en verano, superarían con mucho a las asociadas a los motores de combustión.
Desigual. Los aerosoles tienen un efecto directo en el desarrollo de enfermedades como el asma, por ejemplo. La escala de su impacto en la contaminación global de las ciudades puede estar minusvalorada. El origen del trabajo, no en vano, surge del interés de los investigadores por una serie de componentes contaminantes (semi-volátiles) encontrados en el aire de Los Ángeles y sin origen evidente. Pueden trazarse al asfalto, una pieza más en el enorme rompecabezas de la contaminación urbana.
Otros problemas. No es una cuestión ajena a las ciudades. El asfalto, amén de otros elementos urbanos, provoca que su temperatura sea muy superior a la de las zonas semi-urbanas o rurales durante el verano (hasta 12º C más cuando la población supera el millón de habitantes). La instalación de techados blancos, o el coloreado del propio asfalto con gamas más claras, son dos de las ideas más interesantes (si bien aún no del todo exploradas) para neutralizar el impacto de las calzadas en el calor.
Los Ángeles ha experimentado con ello, con resultados en apariencia positivos (reducciones de hasta 5º C en la temperatura de zonas recubiertas de asfalto blanco). En España, ciudades como Murcia han probado con el "asfalto frío", también con cierto éxito (reducciones de hasta 7º C y 11º C en el calor veraniego, según el ayuntamiento).
Tendencia. De un tiempo a esta parte, las ciudades se han propuesto virar hacia modelos más sostenibles. Al menos de forma lateral, el asfalto parece contar con un futuro menos prodigioso que su dominante pasado: las peatonalizaciones, la proliferación de parques y jardines y la instalación de tranvías o carriles bici podrían reducir su impacto. Reduciendo el calor e, igual de importante, neutralizando sus emisiones tóxicas.
Imagen: Ryoji Iwata
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