El pasado 1 de julio Canadá cumplía 150 años. El país lo celebraba a nivel mundial del modo más canadiense posible: ilustrando lo alucinante de su geografía, haciendo gala del revitalizado espíritu integrador promovido por Justin Trudeau y mostrando sus altos estándares de vida, su alto grado de tolerancia y su historia e imagen simpática.
Todas estas cosas son ciertas, como lo son todas estas otras bastante más oscuras y que solemos dejar de lado. Pero hay una historia en Canadá que impacta y sorprende todos los años, y que también lleva formando parte de la idiosincrasia del país siglo y medio: la caza de jóvenes focas del modo más brutal imaginable.
La temporada de caza se remonta al fin del invierno e inicio de la primavera, cuando las crías alcanzan cierta madurez pero no la suficiente como para que su piel sea demasiado dura para las prendas de abrigo. Sin embargo, un vídeo-denuncia de PETA publicado en su canal latino hace unos pocos días ha roto en viral, acumulando millones de visitas y añadiendo una petición: que por su cumpleaños, Canadá prohíba la práctica.
Se puede firmar aquí, y la iniciativa pretende culminar los fastos del 150 aniversario de la independencia del país (aunque no completa, eso no llegaría hasta la presidencia del padre de Trudeau en los sesenta) con un regalo de cumpleaños a la humanidad: detener el esperpento. Porque al margen de la consideración moral de la caza, es un esperpento: hombres aporreando la cabeza de las focas y dejando que se desangren.
Lo cierto es que la historia de la caza de focas se remonta en el tiempo tanto como la misma historia de Canadá. Hay registros del fenómeno, institucionalizado y organizado, tan pronto como en el siglo XVIII, mucho antes siquiera de que Estados Unidos se independizara. Con el tiempo y ante el rápido declive de sus poblaciones, el gobierno de Canadá estableció cuotas, que hoy ascienden a unas 60.000 (!) presas cada año.
Las mayores restricciones y la presión internacional han reducido la intensidad de las cazas (y, obvio, la necesidad de recuperar una población que en sus picos perdía más de 200.000 ejemplares al año por la caza), permitiendo que en lugares como Nueva Inglaterra (Estados Unidos) los bichines se recuperen con gran intensidad.
Merece la pena resaltar que Canadá no es el único país que caza focas a gran escala, aunque sus números y la crueldad de sus métodos tienen poca comparación. Rusia, Noruega y Groenlandia hacen lo propio, e incluso tienen abiertas disputas por Canadá por las colonias. Otros países más inesperados, como Namibia, también cazan a las crías (en Canadá pueden ser cazadas legalmente desde los 14 días de edad) y, antiguamente, hasta el cono sur.
150 años de caza, resumidos en imágenes. Porque esta vez sí, valen más que mil palabras.