Cuando HBO anunció la adaptación de Patria, el exitoso libro publicado por Fernando Aramburu en 2016, el recibimiento fue entusiasta. Una plataforma reconocida por la calidad y el esmero de sus producciones se disponía a narrar uno de los episodios más delicados de la historia reciente de España, ETA, desde el prisma de un autor de escasas simpatías hacia el grupo terrorista. El primer tráiler, desvelado en marzo, disparó la expectación.
Hoy, un cartel la ha rebajado por completo.
Imagen. Lo ha publicado la cuenta oficial de HBO y en él se superpone la palabra "Patria" sobre dos imágenes distintas, enfrentadas, paralelas, equivalentes. A un lado, una mujer llora bajo la lluvia el asesinato de su pareja. A otro, un hombre desnudo se arremolina en el suelo bajo la distante mirada de tres agentes de policía, presumibles torturadores. La lectura es clara: dos historias en paralelo, dos partes de un conflicto que dejó víctimas y dolor a ambos lados de la balanza.
Polémica. La reacción ha sido inmediata. Miles de personas han iniciado una campaña contra la plataforma por su aparente desinterés en el dolor de las víctimas. #CancelaHBO es ahora mismo tendencia en Twitter. Para muchos, HBO banaliza el dolor causado por ETA y atribuye al estado español un carácter criminal en absoluto equiparable, cuando directamente inexistente, al de la banda terrorista. Otros usuarios han azuzado el hashtag criticando la ignorancia de sus críticos.
¿Por qué? Porque Patria, la novela, no es en absoluto un libro equidistante. Su éxito bebe de lo contrario. Aramburu se aleja del relato canónico sobre ETA para analizar el clima de represión social azuzado por la izquierda abertzale durante los peores años del conflicto armado. Su historia versa sobre la connivencia ideológica y moral de miles de vascos en la violencia terrorista, y sobre la vulnerabilidad y el aislamiento de quienes se oponían o eran considerados enemigos a la causa.
En el camino, Aramburu narra las acciones del Estado y la represión, en ocasiones criminal, de las fuerzas de seguridad. Es su carácter ambivalente (pero no equidistante ni moralmente difuso) el que le ha valido numerosos elogios, en especial entre una parte de la audiencia que sólo había entendido a ETA y a la violencia terrorista desde el prisma convencional, lejos de las complejas relaciones sociales en la Euskadi profunda.
Aramburu. Tal ha sido el ruido generado por el cartel promocional de HBO que el propio Aramburu ha decidido opinar al respecto. Lo ha hecho en su blog personal, aclarando que ha visto hasta ocho capítulos de la serie, a estrenar en septiembre para el público general, y que considera que hace justicia a lo que él trató de narrar en su libro:
La trama es en líneas generales próxima a lo que yo narré en mi novela, con una clara línea divisoria entre quien sufre y quien hace sufrir; al mismo tiempo, con un nítido propósito de mostrar la circunstancia humana de cada uno de los personajes. Los pasajes de la filmación en que se muestran escenas de atentados de ETA son explícitos y están claramente vinculados a la ideología que los propició, no dejando margen alguno para lucubraciones justificadoras (...) Juzgo que este primer cartel (seguirán otros menos susceptibles, según creo, de generar polémica) no es suficiente para formarse una impresión completa de la serie.
Y añade, de forma clave:
Atribuyo el cartel a una estrategia de márquetin que no comparto. Incumple una norma que yo me impuse cuando escribí mi libro: no perder de vista el dolor de las víctimas del terrorismo, tratarlas con la empatía y el cariño que merecen. La serie, en mi opinión, sí lo hace.
Es decir, la serie, muy bien; el cartel, un ardid de HBO para generar ruido en redes sociales antes del lanzamiento. Aunque en el camino surja una campaña para cancelar suscripciones. También merece la pena recordar que ayer mismo Aramburu compartía una fotografía del mismo cartel colgado sobre una lona gigante en el centro de Madrid, sin que asomara un atisbo de crítica (antes de que existiera polémica alguna).
Hubo otras. No es la primera vez que una ficción audiovisual trata la historia de ETA y obtiene un recibimiento crítico, al menos en el momento de su anuncio. Le sucedió también a Fe de Etarras, la película de Borja Cobeaga en la que se parodia con cero afán apologético las tristes vivencias de último comando terrorista de ETA. Pese a su carácter ácido y satírico para con el grupo terrorista, retratado en su decadencia, la película motivó otra campaña de boicot contra Netflix, la plataforma de su estreno.
La reacción furibunda de una parte de la audiencia frente a cualquier campaña promocional que bromee o no se posicione contra ETA se ha convertido ya en un lugar común. Se trata de un proceso lógico y quizá buscado por los autores de los carteles: apuntar a una de las cuestiones más emocionales, viscerales y dolorosas de la historia de España. Un lugar donde no hay matices. Sólo campo abonado para la polémica.
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