Corren tiempos interesantes para el urbanismo internacional. El exponencial crecimiento de megalópolis en países en vías de desarrollo y la transformación radical del transporte urbano plantean retos a los que sólo caben respuestas audaces. Bicicletas, coches autónomos, vehículos eléctricos, tranvías, etcétera: las ciudades están cambiando, ¿pero quién las está cambiando?
Si pensamos en cómo se ha rediseñado históricamente la ciudad, la respuesta es "el coche". En el siglo XX, las avenidas se ensancharon, las calles se asfaltaron y el crecimiento orgánico de la ciudad se supeditó al coche. Hoy en día hay otra industria interesada en que la ciudad cambie en función de sus prioridades de mercado: la del coche autónomo.
Sabemos que el futuro del coche pasa, parcialmente, por coches capaces de conducirse solos. Pero también sabemos que son empresas privadas las que están pensando cómo se diseñaran las calles de las ciudades del futuro, de las urbes sobre las que se desplegarán los automóviles autónomos. De ahí que una app, ReStreet, haya optado por devolver el proceso de decisión (o de fabricación de ideas) a los ciudadanos. Una app para que tú mismo diseñes las calles.
La idea es que los diseños, una vez acabados, se almacenen en una nube virtual accesible para todo el mundo, instituciones públicas incluidas. Pero más allá de ello, ofrece una tecnología que puede ser útil en plena transformación de una democracia más representativa a otra más participativa, especialmente cuando las ciudades y los ayuntamientos, los gobiernos locales, son cada día más y más importantes para millones de personas.
ReStreet funciona de forma muy sencilla. Ofrece diversos lienzos en blanco o predeterminados a partir de los que podemos modificar todos los aspectos de una calle. Desde la anchura de las aceras hasta la densidad de gente que puede caminar por ellas en un momento dado, pasando por las marquesinas de transporte público, el alumbrado, la anchura del carril bici, las medianas de separación entre carriles o la tipología de los carriles asfaltados.
En la barra inferior hay una serie de herramientas que permite modificarlo todo. Obviamente, la app tiene en cuenta que el espacio es limitado. Y esta es quizá una de las claves a la hora de diseñar las ciudades del futuro: es difícil compaginar los deseos de peatón, bicicleta, autobús, tranvía y varios carriles de coche. Lo que unos lo ganan otros lo pierden.
En esencia, ese es el debate que subyace a las gigantescas polémicas suscitadas por las políticas anti-coche de muchas ciudades, como Madrid o París. El debate que se plantea en el siglo XXI no es sobre cómo adaptar al coche a las urbes, sino si las urbes, al menos en su almendra central, necesitan al coche para algo. Lo que no significa que en nuestros planes de ReStreet no podamos incluirlo: la cuestión es qué deseamos sacrificar para hacerlo.
Al contrario que en el siglo XX, es un paradigma totalmente nuevo de urbanismo que poco a poco está remodelando nuestro concepto tradicional de ciudad. De ahí que ReStreet sea un juguetito tan divertido para los apasionados por el diseño urbano amateur: permite tantas posibilidades como la razón y la tecnología actual soportan (no hay coches voladores) y ofrece alternativas de toda clase para el futuro de (nuestra) ciudad (imaginaria, pero bien podría ser real).
ReStreet aspira a ser una fuerza democratizadora a la hora de diseñar las calles de nuestras ciudades. Tras un siglo de apogeo conductor, no parece mala idea.
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