En su lucha por no ser "la Ibiza del norte", Cantabria ha tomado una medida radical: limitar el turismo en zonas icónicas

Las autoridades quieren evitar la saturación del bosque de Cabezón de la Sal y el faro del Caballo de Santoña

Cantabria
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En Cantabria no acaba de gustar lo de convertirse en la "Ibiza del norte". Lo dejó claro en mayo una manifestación secundada por miles de personas que salieron a la calle para mostrar su rechazo a un proyecto urbanístico que incluye un campo de golf. Y volvió a recalcarlo en julio otra marcha convocada por Cantabria para Vivir, esta última con casi un millar de participantes que reivindicaron un nuevo modelo turístico, sin masificaciones. Resulten más o menos efectivas las movilizaciones, algo es innegable: en la región ya se están tomando medidas para limitar la saturación en algunos de sus puntos con más éxito entre los visitantes.

Es la otra cara del turismo en el norte.

El turismo, a debate. Cantabria está lejos de mover la gran avalancha de visitantes de otras comunidades de España como Baleares, Canarias, Cataluña o Andalucía, regiones consolidadas en el mapa del turismo nacional y extranjero. En agosto los hoteles de Cantabria alojaron unos 223.000 viajeros, lejos de los 2,1 millones de Baleares o el millón de Canarias. Eso no quita que los cántabros afronten un escenario en el que el turismo promete ganar protagonismo.

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¿Por qué? Sencillo. Primero porque el turismo está creciendo. Esos 223.000 viajeros alojados en establecimientos hoteleros —a mayores están los de los pisos turísticos y otras categorías contempladas por el INE— quizás no sean muchos si se comparan con los de Canarias, pero supone un 5,28% más que en 2023 y revelan el mejor agosto en los hoteles de la región desde al menos 1999, superando incluso los resultados prepandemia. Al menos si hablamos de afluencia de viajeros.

El Periódico de España citaba hace poco datos de la Sociedad Regional Cántabra de Promoción Turística (Cantur) que muestran que en julio el número de viajeros hospedados en alojamientos hoteleros y extrahoteleros creció un 0,5% y en agosto un 3,7%. La suma totao ascendería a 788.300 visitantes en la comunidad, aunque el diario advierte que ese cómputo no incluye las viviendas de uso turístico, con lo que el balance final podría ser mayor y acercarse perfectamente al millón.

Huyendo del calor extremo. Otro clave es que el turismo en el norte peninsular parece ganar atractivo para el sector a medida que otros destinos tradicionales se masifican y se acumulan los estudios que advierten del impacto que el calentamiento global tendrá entre los viajeros. Y para muestra un botón: hay informes que ya estiman que la crisis climática podría rebajar hasta un 19% la afluencia de visitantes en Canarias durante las campañas de verano.

"El aumento de temperaturas podría perjudicar especialmente a zonas costeras del Mediterráneo, sobre todo en los escenarios más extremos de calentamiento global, si bien ese impacto se vería parcialmente compensado por la mejora de la demanda turística en el norte de España", concluye un análisis de BBVA Research. En otras palabras: si esos estudios dan en el clavo, en el futuro crecerá la demanda en las regiones con climas más benignos (y frescos), como la cornisa cantábrica.

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Limitando el turismo. Todavía es pronto para saber si las proyecciones acertarán, pero hay algo innegable: la afluencia de turistas en Cantabria ya es lo suficientemente intensa como para que algunas administraciones hayan decidido mover ficha y blindar puntos especialmente concurridos. Su objetivo: limitar los turistas. Y proteger de paso el patrimonio y el medio ambiente de la región.

Hay dos ejemplos claros. Del primero os hablábamos hace poco. En Cabezón de la Sal las autoridades locales se plantean controlar el acceso a su popular bosque de secuoyas, un entorno único que atrae cada verano a miles de visitantes deseosos de sacar fotos. El segundo es el faro del Caballo, en el Parque Natural de las Marismas de Santoña, otro destino habitual entre los turísticas que ha tenido que protegerse con controles de aforo. A finales de agosto el Gobierno regional y el Ayuntamiento de Santoña anunciaron una prueba piloto para supervisar el acceso.

Controlar… y proteger. Esa parece ser la consigna. El bosque de secuoyas de Cabezón de la Sal lo visitan unas 200.000 personas al año y en los días de verano de más afluencia llegan a alcanzarse las 800. Además de afectar a la vegetación del suelo y las raíces, parte de esos visitantes abrazan los troncos o incluso arrancan trozos de corteza para llevárselos a casa como recuerdo. Los ecologistas ya han advertido del daño. Incluso se han instalado carteles pidiendo responsabilidad.

Ni lo uno ni lo otro han servido para frenar el deterioro de las secuoyas si se tiene en cuenta que el Ayuntamiento de Cabezón de la Sal busca ya la forma de controlar el acceso al bosque, con un sistema de reserva anticipada gratuito que se aplicaría ciertas épocas del año y limitará el aforo a unas 300 o 350 personas al día, según las cifras que deslizaba hace unas semanas su alcalde. La medida todavía no se ha implantado, pero El Periódico avanzaba esta misma semana que el municipio espera que el acceso al bosque con tornos esté limitado ya en Semana Santa.

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"Con tanta gente es incómodo". En el faro del Caballo, en Santoña, ya se ha tomado una medida similar. Este mismo verano las autoridades de la comunidad autónoma y el municipio activaron una prueba piloto para controlar el acceso. Su objetivo: que quienes quisieran visitar el enclave entre el 24 de agosto y 29 de septiembre tuvieran que pasar por la web del Consistorio para reservar.

Ya en 2022 se hablaba de limitar las visitas a 300 personas diarias para evitar la masificación y mantener limpio el entorno, famoso por los 763 escalones de piedra que descienden hacia el faro, de 1863. "Con tanta gente es incómodo", reconocía a El País hace poco una joven que se acercó al monumento. El Consistorio asegura que la prueba "ha ido muy bien" y trabaja para que en julio y agosto se mantenga la restricción, limitando el pase a "unas cientos de personas cada dos horas".

En la calle... y en las instituciones. El turismo masivo y sus múltiples derivadas han llegado también a la calle y a las instituciones cántabras. En mayo entre 3.000 y 8.000 personas salieron con pancartas a la calle para mostrar su rechazo al megaproyecto turístico de Ribamontán al Mar, a unos 30 kilómetros de Santander y que, además de cientos de viviendas, contempla un campo de golf. Su lema: "No queremos ser la Ibiza del norte". En julio cientos de personas volvieron a pedir un cambio de modelo turístico y una solución para el acceso a la vivienda.

El tema ha llegado también a las instituciones de la región, donde a lo largo de los últimos meses se han tratado los límites a las viviendas vacacionales o una tasa turística, opciones ambas que no acaban de convencer al Ejecutivo cántabro.

Imágenes | Rubén Díaz Caviedes (Flickr), Raúl Hernández González (Flickr), Cantabristas (X), Ecologistas en Acción y Gobierno de Cantabria

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