El Ayuntamiento de Madrid ha hecho un esperado anuncio. Ya tienen trazado el plan para acabar con “la mayoría” de las 12.000 cotorras argentinas, que ponen en riesgo la seguridad ciudadana y la biodiversidad de la capital, y que ejecutarán en otoño de 2020.
Las cotorras protagonizan uno de los principales conflictos para la biodiversidad de la capital. Son ruidosas y estridentes, y su capacidad reproductiva es enorme. Gracias a su enorme poder de adaptación han desplazado a especies autóctonas como el gorrión, incapaz de competir físicamente por los recursos, y destruyen rápidamente a árboles como los cedros al saturarlos con sus nidos y saquearlos en busca de sus brotes. Cuando llegan a los campos, dañan los cultivos.
Un problema que empezó a incubarse en los años 80, cuando cientos de ciudadanos trajeron al animal como mascota de compañía (antes de expulsarlos a los parques de las ciudades al darse cuenta de lo molestos que son), y que ha alcanzado un pico de desarrollo exponencial ahora, con una población que crece en un 33% cada tres años.
El anuncio lo ha hecho el actual delegado de Medio Ambiente y Movilidad, Borja Carabante, junto con Santiago Soria Carreras, jefe del Servicio de Biodiversidad del Ayuntamiento. “Todo control de animales duele, a mí el primero”, afirmó Carabante, “pero tenemos que entender que es por un bien superior, que es proteger a la flora y fauna de Guadarrama, las especies que deben estar aquí”.
¿Cómo piensan acabar con estas aves?
A día de hoy la sensibilidad hacia el sufrimiento animal es bastante alto entre un buen segmento de la población. Es de esperar que las autoridades no quieran correr la misma suerte que el Ayuntamiento de Sevilla:
Cuando la capital andaluza quiso acabar con la cotorra de Kramer, también especie invasora, el consistorio optó por dar luz verde al plan de exterminio mediante disparos de carabina, un plan que funcionó a la perfección en Zaragoza. Entonces vecinos y asociaciones denunciaron que el método elegido no respetaba el derecho animal a una muerte incruenta. La reacción animalista obligó al Ayuntamiento a postergar el exterminio casi un año más.
La nota de prensa del Ayuntamiento anunciaba que el plan cuenta con la colaboración con la Sociedad Española de Ornitología SEO/Birdlife, pero fuentes internas de la sociedad nos aseguran que ellos no se involucrarán con ninguna parte del proceso de control de plaga o exterminio, sino que únicamente se encargan de “censar a las cotorras y saber dónde están. Es el Ayuntamiento el que se encarga de lo demás”.
La misma nota asegura que las aves se eliminarán de dos maneras: la caza y la esterilización de huevos. La primera consiste, dicen, en capturarlas con redes y trampas en el propio nido, encerrándolas por la noche; luego “se cazan a mano con guante, antes de que logren abrir otra entrada”; y por último, se las recoge para sacrificarlas “de forma ética y controlada en centros especializados”. Los huevos no se quitan de los nidos, ya que los animales seguirían reproduciéndose, y es mejor estrategia inocularlos inyectándoles aire para que las madres sigan incubándolos.
Es la misma práctica que se ejecutó en Sevilla. Aunque hay medios que han publicado que las cotorras sevillanas fueron “colocadas en reservas o domicilios particulares”, la legislación española, una de las más restrictivas sobre especies invasoras a nivel europeo, lo prohíbe y fuerza la muerte de los animales. Además, según grupos ecologistas, la misma puesta en cautividad de estas aves en hogares provocaría episodios de depresión debido a su gran inteligencia, sociabilidad y apego a la vida salvaje. Finalmente se optó por el sacrificio con veterinarios.
¿Y se trata de un procedimiento óptimo?
Según algunas fuentes no. Con respecto al caso sevillano, José Tella, de la Estación Biológica de Doñana, afirmó que "el proyecto no funcionará, pues son animales que no caerán en las trampas", y los nidos “están a mucha altura para ir a pinchar huevos”. Lo mismo podría ocurrir en Madrid.
Otros grupos ecologistas consideran que el método más ético sería la esterilización de las aves macho, aplicándolo del mismo modo a como se hace actualmente con los gatos callejeros, pero se trata de un procedimiento lento (éste último factor determinante, ya que se trata de un conflicto urgente tanto aquí como en otros países de Europa) y aún sin fiabilidad de su eficacia, según amigos de los animales como Ecologistas en Acción.
De momento sólo se puede confiar en los métodos letales, aunque hay quien está experimentando con otras y novedosas opciones, como la edición genética o CRISPR, introducir en los animales genes diseñados para reducir la capacidad de reproducción de los animales. De momento son más los riesgos de esta técnica incierta (podríamos provocar mutaciones resistentes y contraproducentes) que sus posibilidades.
El control de biodiversidad se ha convertido en una patata caliente en multitud de países y gobiernos. Por ejemplo, Reino Unido lleva casi una década controlando su población de tejones mediante disparos, y ahora grupos de expertos denuncian a las autoridades que su método es “inhumano”, y causa un “sufrimiento innecesario”, ya que un 23% de los tejones disparados se mantienen agonizantes durante más de cinco minutos antes de morir.
A veces las protestas ni siquiera critican los métodos, sino el propio exterminio en sí. Contra el sacrificio de gansos en Canadá, gatos o canguros en Australia, perros en Pakistán… Es fácil cruzarse con campañas que buscan cambiar la muerte por la reubicación, aunque la viabilidad de esos programas es más bien dudosa.
Fotos: Pixabay, Wikipedia, Peter Trimming.
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