De proyecto estrella, a proyecto estrellado. Cuando la burbuja inmobiliaria crecía aún en España como una enorme y bien cebada bola de nieve, en la comarca del Pallars Jussà, provincia de Lérida, surgió una idea que durante un tiempo hizo soñar a aquella región del norte catalán con convertirse en una de las grandes capitales del esquí europeo. La idea prometía, desde luego. Lo que planeaban sus promotores era crear un complejo con larguísimas pistas de esquí, telesillas, campos de golf, hoteles, urbanizaciones… Todo formato XXL, con millones de euros de inversión, decenas de kilómetros de pistas y cientos de pisos.
Que resultase ambicioso no significa que el proyecto fuese inalcanzable. Las palas se pusieron en marcha. Las excavadoras empezaron a remover tierra y los obreros a levantar muros y clavar postes. De todo aquello hoy quedan huesos de acero y hormigón, infraestructuras envejecidas por el paso de las décadas de las que sus responsables actuales no consiguen deshacerse ni a precio de saldo.
Acaban de intentarlo por enésima vez por un precio casi siete veces menor al de su primer tanteo. Y ni aun así. Hoy nadie parece interesado en los restos de lo que, en su día, fue uno de los proyectos más ambiciosos del sector: Vallfosca-Interllacs.
Vallfosca, capital del esquí. Suena ambicioso, pero esa era una de las ideas que latían tras el mega proyecto de Vallfosca-Interllacs. En los años 90 sus impulsores querían crear en Espui, en La Torre de Capdella, una enorme estación con 13 pistas que sumarían 40 km, nueve telesillas y una infraestructura capaz de abastecerla de nieve artificial. Incluso llegó a hablarse de conectarla con Boí Taüll y crear un vasto espacio de decenas de kilómetros de pistas para deslizarse. El objetivo: convertirse en uno de los grandes referentes de, como mínimo, el sur de Europa.
Esquí y lo que no es esquí. No todo eran espacios para practicar con los palos y esquís o las tablas de snow. La idea llevaba coleando desde principios de los 80 y cuando al fin cuajó, a finales de los 90, quiso desplegarse a lo grande, sin medias tintas. El complejo incluía un área residencial con 900 viviendas, un campo de golf y cuatro hoteles. El País precisa que el proyecto tendría un coste ingente, digno de la época, con un despliegue de cientos y cientos de millones de euros. Eran tiempos de bonanza. De ladrillo. Y sobre todo del boom inmobiliario.
El proyecto se presentó en 1998, después de que el ayuntamiento y la empresa Vallfosac Interllacs S.A alcanzasen un acuerdo para promover el enorme resort nevado. Y si bien el proyecto sonaba ya descomunal por entonces, lo cierto es que durante un tiempo —los ramalazos finales de la burbuja del ladrillo— sus obras parecieron avanzar a buen ritmo. En 2000 se logró la licencia para urbanizar 20 hectáreas y en 2001 los trabajos avanzaban a buen ritmo sobre el terreno.
Tanto, de hecho, que Lugares de Nieve recuerda que apenas unos años después, a finales de 2003, se presentaba en Barcelona y en la propia La Torre de Capdella, el Vallfosca Mountain Resort, un ambicioso proyecto que sus impulsores querían tener listo ya en el corto plazo, para la temporada de esquí de 2006-2007.
Un caramelo nevado. En aquel clima de optimismo se hablaba de la creación de empleo, de vivienda de protección oficial, de un impulso a la región, de inversiones millonarias y del potencial del complejo. En 2005 la inmobiliaria Fadesa entraba con fuerza en el proyecto, con una inversión de 230 millones de euros, y solo dos años después la firma gallega se fusionaba con la poderosa Martinsa.
Si hay una fecha que pueda señalarse en rojo en la crónica de Vallfosca es julio de 2008, cuando el consejo de administración de Martinsa-Fadesa decide solicitar el concurso voluntario de acreedores. Su abultada deuda, de 7.156 millones, abarcaba casi todos sus activos. Incluido lo que se había levantado del Vallfosca-Interllacs.
Más que promesas. Aquello supuso el mazazo definitivo al ambicioso proyecto de convertir a la comarca del Pallars Jussà en la gran capital del esquí en el sur de Europa. El problema (o no) es que la ambiciosa iniciativa era algo más que planos, infografías, promesas y un buen montón de sueños caldeados desde los 80.
Sobre el terreno se había levantado infraestructura: postes de telesilla, pionas, un campo de golf, tuberías para los cañones de nieve artificial, apartamentos a medio terminar… El País se hacía eco hace no mucho de unas declaraciones en las que el alcalde de La Torre de Capdella estima en más de 15 millones de euros el dinero "enterrado" en las alejadas montaña del norte catalán. Y no solo eso.
Los impulsores del proyecto llegaron a entregar unas cuantas decenas de apartamentos que han visto comprometido su valor desde entonces. "Hay quien pagó 270.000 euros por un apartamento de dos habitaciones y lo está vendiendo por 80.000", añade un vecino de la zona que en su momento trabajó en los pisos.
Intentos por reflotarlo. Así las cosas y dada la relevancia del proyecto, hubo intentos por rescatar al menos parte del Vallfosca-Interllacs. La Generalitat llegó a moverse en busca de nuevos inversores y se comentaron varias posibilidades para completar los trabajos pendientes. El proyecto y el potencial de la zona para los deportes de montaña aún saltan de vez en cuando a los titulares. Otras crónicas se centran en el aspecto desolado que presentan hoy sus instalaciones, con muros a medio acabar y hierros abandonados desde hace años en plena montaña.
Ni a precio de saldo. La situación hoy es tan distinta a la de hace dos décadas que los inversores no parecen querer nada de lo que queda de Vallfosca Interllacs. Ni regalado. Y eso que el precio por el que se ofrece baja y baja y poco tiene que ver ya con las cifras que llegaron a pedirse en su día. Si en 2018 el administrador concursal solicitaba 2,3 millones por las parcelas —Nevasport precisa que se trata de los terrenos de la zona residencial—, la realidad a día de hoy, en febrero de 2024, es que su valor parece estar bastante por debajo. Ya se ha realizado media docena de pujas para captar inversores interesados sin el menor éxito.
La última, igual de infructuosa, se lanzó por 352.500 euros, casi siete veces menos del valor que se pedía en su día y lejos, muy lejos, de las inversiones millonarias que se anunciaban en 2001 para crear un gran icono del deporte de montaña. Al atractivo del terreno tampoco le ayudó que en 2020 la Generalitat valorase como "no sostenibles" partes del proyecto o que ciertas parcelas en las que iban a construirse viviendas hayan pasado a recalificarse como zonas rústicas.
De momento y sin miras a que eso cambie, Vallfosca parece condenada a seguir siendo una enorme estación de esquí fantasma. Un recordatorio de lo que pudo ser y se quedó en el intento, entre los escombros de la burbuja inmobiliaria.
Imagen | Vall Fosca-Ajuntament La Torre de Capdella
Vía | El País
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