Muchos chinos debieron sentirse como en aquella escena de Fantasía en la que dos escobas se convierten en cuatro, luego en ocho, y así sucesivamente hasta monopolizar el paisaje. Un ejército de hierro, en este caso, que crece desorbitadamente hasta cubrir por completo parques y aceras de ciudades como Xiamen, Fuzhou, Shanghái o Nanjing.
Hace tres años el "bike-sharing" desembarcó con fuerza en el país asiático. Decenas de compañías vieron al tiempo una oportunidad de negocio en ofrecer redes de bicis desbloqueables vía app y que podían depositarse sin necesidad de aparcamientos específicos. Deja tu bicicleta en cualquier parte y paga sólo lo que hayas recorrido con ella. Ha llegado el "Uber de las bicis", decían.
El espectacular aumento de la oferta excedió la demanda interna.
Ni la infraestructura ni las regulaciones estaban preparadas para lo que se venía, y las ciudades se congestionaron. La tercera gran empresa de bike-sharing entró en bancarrota y en apenas dos días el exceso de stock permitió que los fotógrafos retratasen estos modernos cementerios de la movilidad inteligente. Si Londres ofrece 11.000 bicis públicas a sus ciudadanos, Shanghái, con una población tres veces mayor que la capital británica, acumulaba 1.5 millones de bicis en sus calles.
En un intento por recuperar algo de su inversión, Mobike, Ofo y Bluegogo están vendiendo las bicicletas supervivientes a distintas ciudades europeas que planeen mejorar sus redes de transporte público y ecológico. El sistema vía app no es malo, dicen, siempre y cuando los ciudadanos hagan un aprendizaje social para no amontonarlas en la calzada y el despliegue de vehículos no se haga inasumible para el territorio.
En su segunda llegada, la bici china se lo va a tomar con más calma. En parte, para evitar que gigantes ovillos de cuadros, sillines y pedales como los que vemos a continuación vuelvan a repetirse.
Fotos: Bai kelin, Ke yi, Ni yanqiang, Fang dongxu, Li yuze, Ofo Bike.