De Christopher Nolan se ha dicho que es meticuloso hasta el extremo, un poco en la línea de uno de los grandes referentes de su cine, Stanley Kubrick, capaz de repetir tomas decenas de veces hasta que quedaban a su gusto. Pero la que armó en 'Interstellar' para no tener que recurrir a los efectos digitales bate todos los records de devoción por los efectos prácticos.
En 'Interstellar' el papel de los cultivos de maíz es importante, porque el argumento nos lleva a un futuro no demasiado lejano, el año 2067, donde es muy complicado cultivar alimentos en la superficie del planeta. El maíz es uno de los pocos que resisten a esta circunstancia y nuestro protagonista, un ex-piloto interpretado por Matthew McConaughey, vive junto a unos campos de este cereal.
El guión que escribió Nolan junto a su hermano Jonathan describía un campo de maíz con montañas en la distancia, y para hacerlo realidad el maíz fue cultivado de verdad: nada menos que 200 hectáreas de plantación en Calgary, superando una acción similar que había llevado a cabo Zack Snyder, lo que inspiró a Nolan. Snyder había plantado 80 hectáreas de maíz para crear el escenario de la granja de los padres del héroe en 'El hombre de acero'.
Todo se aprovecha
El campo solo aparece en las escenas de introducción de la película, en una de las más conocidas del film (con McConaughey persiguiendo un avión en compañía de sus hijos, una secuencia cuyo making of puedes ver aquí). El cultivo también acaba siendo parcialmente pasto de las llamas. Lo más curioso es que no se quemó lo suficiente, así que Nolan pudo incluso recuperar parte de los gastos invertidos en la construcción del escenario vendiendo el maíz sobrante.
Lo cuenta así en una entrevista con The Hollywood Reporter: "Zack había cultivado un montón de maíz, así que le dije: '¿Cuánto se puede cultivar realmente de forma práctica?'. Habían cultivado un par de cientos de acres [unas 80 hectáreas para 'El hombre de acero'], así que lo investigamos; queríamos construir nuestra granja muy cerca de las montañas a las afueras de Calgary. Al final, obtuvimos una cosecha bastante buena, y hasta ganamos dinero con ello".
No es la primera vez que Nolan se mete en un fregado de estas características. De hecho, Nolan es famoso por su desprecio de los efectos digitales, hasta el punto que cuando anunció que su nuevo proyecto sería 'Oppenheimer', acerca del padre de la bomba atómica, en redes sociales se bromeó sobre si tendría el cuajo de generar una explosión atómica real para ahorrarse el CGI. Pero su ambiciosa visión de los efectos se retrotrae mucho más atrás.
En 'Tenet', por ejemplo, destruyó un avión real, un 747 que los protagonistas del film estrellan como maniobra de distracción. Nolan descubrió asombrado que construir una maqueta del avión y hacerla arder o generar la secuencia completa por CGI costaba más dinero que comprar un avión fuera de uso y estrellarlo de verdad. Por supuesto, tenía que salir a la primera. El resultado, que en la película se ve en un único y glorioso plano, es espectacular.
Antes, en 'Origen', la celebrada secuencia de los pasillos del hotel con una pelea cuerpo a cuerpo protagonizada por Joseph Gordon-Levitt asombró por su mareante resultado: el decorado está construido en una especie de centrifugadora que permite manipular el escenario y rotarlo. En cuanto a 'Oppenheimer', su ambición no se queda atrás: en una entrevista con Total Film explicaba que ha estudiado "desde representar la dinámica y física cuántica hasta la propia prueba de Trinity, pasando por recrear Los Álamos con mi equipo, en una meseta de Nuevo México de condiciones meteorológicas extraordinarias".
Otros locos por el tema práctico
Hubo una época, hace no tanto, en la que no había más remedio que recurrir a los efectos especiales prácticos para asombrar al público. Literalmente: no había más remedio porque los efectos por ordenador eran una fantasía, y aunque no vamos a entrar en eso, sigue asombrado que los trucajes de películas como 'Star Wars' o 'Alien, el octavo pasajero' fueran resueltos exclusivamente (o casi) a base de ingenio, tiempo y pura artesanía.
Pero en la actualidad sigue habiendo directores y productoras que recurren a los efectos prácticos antes que al rápido y barato pero no siempre perfecto CGI. Hay montones de ejemplos: de la bañera que se traga a sus usuarios pero que en realidad esconde un tobogán acuático en 'El regreso de Mary Poppins' a las innumerables secuencias de acción que Tom Cruise ha hecho sin CGI en la saga 'Mission: Impossible' (que no entronca con los orígenes del cine de fantasía, sino con el de acción, de Buster Keaton a Jackie Chan).
Por ejemplo, J.J. Abrams o Rian Johnson no son los más queridos de los directores de la franquicia 'Star Wars', pero hay un valor que no se les puede discutir: devolvieron la franquicia al lugar de donde nunca debía haber salido. Las caretas de goma, los decorados reales y los efectos prácticos, como el pan que se autogenera (y que el equipo de efectos tardó tres meses en diseñar) en 'El despertar de la fuerza' o Luke Skywalker destruyendo su choza en 'Los últimos jedi' son buena prueba de ello.
También Peter Jackson es conocido por evitar los efectos digitales siempre que puede, sin duda una herencia de cuando estos no estaban a mano, y firmaba obras maestra de la artesanía gruesa como 'Mal gusto' o 'Braindead'. En 'El Señor de los Anillos' optó por prescindir de pantallas azules y monstruos digitales siempre que pudo, lo que explica por qué su trilogía ha envejecido tan bien, aunque el uso más popular de sus trucajes prácticos está en los juegos con perspectivas forzadas para simular el tamaño reducido de los hobbits.
Cabecera: Warner
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