La lucha por el bienestar animal también llega a las langostas. Son diversos los movimientos políticos que aspiran a reducir el sufrimiento que los crustáceos puedan sufrir al ser hervidas en agua. Vivas. Es práctica habitual entre los restaurantes de todo el mundo. Diversos estudios atestiguan que los bichos sufren, sienten dolor, aunque otros han puesto en duda sus afirmaciones. Es imposible decir que no sufren, del mismo modo que es imposible aseverar que sufren.
Sea como fuere, hay un chef en Maine, Estados Unidos, que quiere curarse en salud.
¿Quién? Su nombre es Charlotte Gill y está al frente de los fogones del Legendary Lobster Pound, un espacio de obvio consumo de langostas pero, al parecer, sensibilizado con el maltrato a los animales de toda clase. En buena lid, Gill ha comenzado a experimentar con microdosis de marihuana medicinal. Introduce a las langostas en pequeños cuencos de agua, inhala marihuana y expulsa el humo sobre la pecera improvisada. El objetivo es sedarlas, adormecerlas, antes de cocerlas.
¿Funciona? La técnica es estrafalaria y, sí, roza la comedia involuntaria. Pero por el momento no hay argumentos científicos en su contra. En Motherboard han hablado con un experto en langostas (existen) de la Universidad de Massachusetts. Veredicto: son bichos tan diametralmente opuestos al ser humano que es imposible predecir si el THC tiene algún efecto en su organismo o no. Su experiencia vital es muy compleja y distinta a la de un ser humano. Necesitaríamos estudios para testar si la marihuana podría tener efectos sedantes, y, obvio, no existen.
¿Sufren? Es un debate complejo, dado que la comunidad científica ni siquiera ha asentado de forma definitiva la cuestión del sufrimiento entre las langostas. Recientes estudios han puesto en duda las conclusiones arrojadas por el trabajo que originalmente evidenció el dolor de los crustáceos, e incluso los autores de tan reseñado paper han abierto la puerta a conclusiones menos rotundas. Nuestro principal problema es que no podemos comprender la experiencia de una langosta.
Cuando un perro sufre, se lamenta, llora y emite gemidos de dolor. Los mamíferos tienen sistemas nerviosos similares a los nuestros y comportamientos parecidos: la ciencia es capaz de aseverar que sienten dolor. Con una langosta es mucho más complicado, y no hay evidencia científica detrás.
¿Entonces? Pero la cuestión no es científica, sino ideológica. Hervir vivas a las langostas está mal, en un primer nivel, porque ni siquiera los carnívoros desean que las vacas o los cerdos que se comen hayan sufrido en vida (y si lo han hecho, no lo quieren saber). En un segundo nivel, hervir vivas a las langostas está mal porque está mal acabar con un animal para comérselo. Son tendencias globales que van desde la sostenibilidad hasta el veganismo, pasando por principios éticos y morales.
De ahí que países como Suiza ya hayan prohibido cocer langostas vivas. Y de ahí que chefs como Gill hayan decidido fumar marihuana y encerrar a sus langostas en una caja con agua para que el THC les adormezca antes de entrar a la olla. ¿Funciona? Quizá no, pero sí como claim publicitario y como autoindulgencia.
Imagen: Teo Heftiba/Unsplash
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