La economía de China está cerca de convertirse en la más grande del mundo durante la próxima década. También es la única economía importante que ha crecido este año debido a un impacto más leve de la pandemia. No obstante, el país asiático también es uno de los más desiguales. Para la mayoría de las personas en China que no han nacido en la élite, cada vez es más difícil ascender en la escala social. El Gobierno chino está preocupado por la distribución de la riqueza y podría poner en marcha reformas para equilibrar la balanza.
Las cifras. En una importante reunión del Partido Comunista en octubre para discutir los planes económicos futuros, Xi reveló que el desarrollo de China era "desequilibrado e insuficiente". Para que os hagáis una idea: el 1% de los que más ganan en China tienen una mayor participación en la riqueza que el 50%. Así, sólo el 20% más rico de los chinos tiene un ingreso promedio de más de 10.000 euros. Eso es nada más y nada menos que 10,2 veces lo que gana el 20% más pobre.
Y es que la desigualdad de la riqueza en China ha aumentado con bastante rapidez tras la transición a una economía de mercado: a finales de 2019, China tenía 5,8 millones de millonarios y 21.100 residentes con una riqueza superior a los 50 millones de dólares, más que cualquier otro país excepto EEUU, según un informe de Credit Suisse Group AG. Otro análisis de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos revelaba que se necesitan siete generaciones para que alguien nacido en el 10% más pobre de China se acerque a los ingresos medios.
La educación. El famoso gaokao es una buena muestra de la desigualdad. El examen de ingreso a la universidad notoriamente agotador y de un día de duración ha dejado de ser una puerta de acceso para convertirse en una barrera a las oportunidades, principalmente debido a una población estudiantil en rápido crecimiento y una disparidad cada vez mayor entre las mejores escuelas y el resto. Por poner un ejemplo: menos de una quinta parte de los nuevos estudiantes del año pasado en la Universidad de Tsinghua procedían de áreas rurales o menos desarrolladas.
La vivienda. Otro reflejo de lo que está ocurriendo en el país podemos verlo en el crecimiento exponencial de la migración a la provincia de Shenzhen, que atrae hasta 500.000 recién llegados cada año, y en sus rentas. Allí se encuentran los gigantes tecnológicos como Huawei, Tencent o Ping An Insurance.
Sin embargo, este auge ha contribuido a un aumento de los precios inmobiliarios, que ahora son estratosféricos y solo pueden permitirse los ricos. La vivienda promedio de dos dormitorios ahora se vende por alrededor de 750.000 euros en una ciudad con un ingreso per cápita de solo 16.000 euros. En comparación, el coste de un apartamento equivale a 43,5 veces el salario anual promedio de un residente.
El dilema del Gobierno. El Gobierno de Xi pretende asegurar que la riqueza se distribuya de manera más equitativa entre los 1.400 millones de habitantes de China con tal de mantener el apoyo antes de 2022, cuando tendrá lugar una reorganización del liderazgo estatal. A diferencia de las generaciones anteriores, que sí estaban dispuestas a sacrificarse por el bien común de la nación, la fuerza laboral actual tiene expectativas más altas después de ver de primera cómo algunos ostentan la mayor parte de la riqueza.
El gobierno sabe que tiene que abordar el problema, pero también corre el riesgo de sufrir una reacción violenta si las reformas se consideran injustas.
Las causas. Los economistas culpan de este desequilibrio a varios factores, incluida la desigualdad salarial, que significa que los ingresos se acumulan para los hogares más ricos que tienen menos probabilidades de gastar, y la proporción relativamente alta del producto interno bruto que se paga como ganancias a los propietarios del capital en lugar de salarios a los trabajadores.
Las medidas. Ya se oyen algunas propuestas que el Gobierno podría poner en marcha para mejorar la distribución de riqueza en el país. Y pasan por aumentar los impuestos sobre la renta de los más ricos, otorgar créditos fiscales a los ingresos más bajos, imponer impuestos sobre la riqueza, como la propiedad, y cobrar cargos por ganancias de capital en las transacciones financieras, la mayoría de las cuales están exentas de impuestos.
Estas medidas aún no se han implementado en parte debido a los temores de dañar a la clase media emergente de China. Al igual que el intento de reformar el sistema gaokao ha enfrentado a una feroz oposición de padres y estudiantes que se oponen a lo que parece un cambio de paradigma en la sociedad. Algo que el presidente tendrá que abordar durante este mismo año si quiere ostentar el poder durante un tercer mandato.
Imagen: Unsplash
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