China es una gran potencia pesquera. Enorme. Gigantesca. Los datos no dejan demasiadas dudas sobre su soberanía. La FAO asegura que casi un tercio (32%) de las toneladas que produce la pesca mundial está relacionada con China, porcentaje que algunas fuentes elevan incluso al 40% del suministro global. El Banco Mundial calcula que sus capturas superan la suma de la segunda y tercera potencias juntas y su pegada es aplastante tanto en acuicultura como en pesca en libertad.
La huella de China en el sector va sin embargo más allá de sus propios caladeros nacionales y las aguas alta mar. Una investigación reciente de la organización The Outlaw Ocean revela que, aunque de forma indirecta, cada vez está más presente en las aguas nacionales de otros países de Sudamérica, África y el Pacífico.
La huella de China. Los datos de Our World in Data son claros: cada año se producen en el mundo unas 200 millones de toneladas de pescado y marisco entre capturas silvestres y acuicultura. Y el peso de China en ese balance es contundente. En 2021 produjo 62,24 millones de toneladas, el 31%. Las cifras están en sintonía con las de la FAO, que en un informe sectorial estima que el gigante asiático declara una producción pesquera que, en peso, equivale al 32% del total.
Las tablas del Banco Mundial son igual de reveladoras. Sus técnicos estiman que en 2021 la producción pesquera total ascendió a 216.986.542 toneladas métricas, de las que 85.984.134 se asociaban con China. El TOP 3 pesquero lo completaban Indonesia e India, aunque con datos bastante inferiores. Su balance muestra algo más: la producción pesquera global se ha disparado en cuestión de seis décadas.
(Mucho) más allá de sus aguas. Lo que acaba de revelar The Outlaw Ocean, una organización de investigación periodística de cuyas conclusiones se han hecho eco ya medios como la revista Time, Ciper Chile o el diairo The Boston Globe, es que la huella pesquera de China va mucho más allá de sus aguas nacionales o los caladeros de mar abierto. El gigante asiático ha conseguido operar también en aguas territoriales de otras naciones de Sudamérica, África y el Pacífico.
Y no mediante embarcaciones de bandera china que, como ocurrió con el Lu Yan Yuan Yu 10 en 2016, se cuelan en aguas nacionales de otros países para pescar de forma ilegal. La clave de la expansión china es otra: empresas intermediarias que le permiten "comprar" el acceso a caladeros que de otra forma tendría vedados.
Una palabra: abanderamiento. En sentido estricto el "abanderamiento" no es otra cosa que autorizar a un barco para que enarbole la bandera de un país y quede sujeto a su legislación. En el caso de la expansión pesquera china, el término se usa sin embargo con un matiz relevante: describe la táctica que ha permitido al gigante asiático acceder a caladeros ajenos mediante barcos de bandera extranjera.
¿Cómo? El sistema es relativamente sencillo. Sus empresas llegan a acuerdos comerciales que les permiten registrar barcos extranjeros bajo la bandera del país que corresponda, lo que les permite faenar en las aguas territoriales soberanas.
El ejemplo de CNFC. The Outlaw Ocean aporta un ejemplo concreto. En 2017, un año después de la incursión ilegal del Lu Yan Yuan Yu 10 en los caladeros de la costa de la Patagonia, el Consejo Federal Pesquero de Argentina otorgó licencia de pesca a dos buques. Los navíos eran extranjeras, pero se les permitió trabajar en aguas territoriales porque tenían bandera argentina gracias a lo que The Outlaw Ocean llama "empresa fachada local". El auténtico dueño "beneficial", asegura, es otra empresa: el gigante estatal China National Fisheries Corporation, CNFC.
¿Tan frecuente es? Sí. Al menos según los datos que ha ido recabando la organización. En su informe asegura que las empresas chinas controlan como mínimo 62 buques de pesca industrial que enarbolan bandera argentina, incluida la mayoría de la flota dedicada a la captura de calamares del país, y casi 250 embarcaciones "abanderadas" en aguas extranjeras, como las costas de Micronesia, Kenia, Ghana, Senegal, Marruecos o incluso Irán.
Los investigadores aseguran que la tendencia resulta "especialmente pronunciada" en África, donde hay empresas chinas operando buques abanderados en las aguas territoriales de al menos nueve países. Solo en Ghana contabiliza al menos 70.
Es más, citando un informe de Environmental Justice Foundation, sostienen que hasta el 95% de la flota de arrastre de la nación está ligada a China. En Marruecos habría al menos otra media docena de barcos y China faena también en Fiji, Islas Salomón o los Estados Federados de Micronesia gracias a navíos con banderas de esos países o acuerdos de acceso, según constata una investigación de EEUU.
"Métodos de arrendamiento". ¿Está permitida táctica que sigue China? The Outlaw Ocean reconoce que resulta legal en muchas ocasiones y que la propia administración china ha llegado a reconocer que hay empresas del país que han penetrado en aguas foráneas con "métodos de arrendamiento y transferencia".
La estrategia también resulta menos agresiva que la usada por embarcaciones como el Lu Yuan Ya 10, que saltan de aguas internacionales a caladeros soberanos arriesgándose a desatar roces políticos o incluso acabar hundidos, que fue el final que tuvo el Lu Yuan Ya 10 después de que la guardia argentina lo persiguiera.
Una táctica polémica. Que suponga un cambio con respecto a las incursiones ilegales no significa que los "abanderamientos" de buques estén libres de polémica. Y por varios motivos. En el caso de las dos licencias que Argentina otorgó en 2017, por ejemplo, la firma beneficiada fue la china CNFC, la misma a la que pertenecía el Lu Yan Yuan Yu 10 al que las autoridades sorprendieron in fraganti. The Outlaw Ocean asegura además que la ley argentina prohíbe a los buques de propiedad extranjera enarbolar la bandera argentina o pescar en sus aguas territoriales.
La organización advierte además que entre las empresas chinas que controlan buques "abanderados" hay algunas asociadas con delitos por vertidos de pescado al mar, desactivar sus transpondedores o cometer evasión y fraude fiscal.
Otra clave es que la fórmula esquiva parte de los objetivos por los que precisamente se "blindan" las aguas territoriales, como garantizar que la riqueza se mantiene en el país, la soberanía o la seguridad alimentaria. Gran parte de lo que se pesca en Argentina termina por ejemplo en países extranjeros, como EEUU.
¿Un atajo para esquivar compromisos? Habría otra clave. Hace años, tras hacerse con una enorme flota de miles de embarcaciones de alta mar, China cedió a las presiones de los grupos medioambientales que advertían de los riesgos de la sobrepesca en los océanos y se comprometió a reducir su número de navíos.
¿Tiene en cuenta esa promesa los barcos "abanderados", que se operan gracias a acuerdos comerciales y empresariales y en los que hondean banderas extranjeras? El informe de The Outlawn Ocean arroja sombras también sobre las condiciones en las que trabajan los marineros de al menos parte de sus embarcaciones.
Imágenes | Takashi Hososhima (Flickr)
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