La crisis del coronavirus no remite. Sólo en China se han registrado ya más de 40.000 casos, con un recuento de víctimas mortales superior a las 900. La gravedad de la crisis, definida como una "emergencia global" por la Organización Mundial de la Salud, ha provocado que los ojos del planeta se fijen en China. Apremiadas por una epidemia histórica, las autoridades locales están tomando medidas cada vez más extremas.
Casa a casa. Lo cuenta The New York times. Tras el cierre de Hubei, provincia de más de 50 millones de habitantes y epicentro de la enfermedad, el gobierno ha anunciado nuevas medidas para reducir los contagios. Grupos médicos registrarán todas las casas de Wuhan, 11 millones de habitantes, y chequearán a sus inquilinos; quienes se hayan contagiado, serán confinados en pabellones y centros de cuarentena.
Con su colaboración o sin ella.
"Guerra". Wuhan afronta "condiciones de guerra", en palabras de Sun Chunlan, vicepremier del país. El tono de las autoridades ha adoptado tintes bélicos durante los últimos días: "No debe haber desertores, o quedarán clavados en el pilar de la vergüenza histórica para siempre". La semana pasada, el Diario del Pueblo, el principal órgano de propaganda de Pekín, definía la lucha contra el coronavirus como "la guerra del pueblo".
Sí o sí. Una narrativa que justifica ciertas medidas. Durante las últimas horas han proliferado los vídeos de familias siendo detenidas por las autoridades, a menudo tras resistirse. Su destino probable son los estadios y grandes naves habilitadas para la ocasión, con miles de hileras de camas. China quiere que todos los enfermos queden en cuarentena no en sus casas, como decretó inicialmente, sino en pabellones.
En palabras de Yang Gonghuan, reconocida investigadora médica del país: "Es como luchar una guerra. Algunas decisiones son duras, pero deben tomarse".
Miedo. Las familias retenidas tienen motivos para recelar del gobierno. La cuarentena no está haciendo gran cosa por limitar la crisis. Hubei acumula el 67% de los casos y el 97% de las muertes. El porcentaje de pacientes fallecidos en Wuhan es del 4,1%, frente al 0,18% del resto del país. Con razón, muchos residentes se sienten abandonados a su suerte, sacrificados sin la suficiente atención en beneficio del resto de China.
Soledad. La cuarentena y el cierre de la provincia no ha impedido que el suministro de medicinas se interrumpa. Largas hileras han atestado las carreteras de Wuhan durante los últimos días. Quien entre no podrá salir. La draconiana cuarentena de gobierno ha convertido a Wuhan en una ciudad fantasma. El objetivo es evitar el mismo sino en otras ciudades, como Beijing o Shanghai, que ya han restringido el movimiento de sus ciudadanos.
Economía. Esta semana, numerosas fábricas han reabierto, en un signo de pretendida normalidad por parte del gobierno. Se cree que el coronavirus podría reducir el crecimiento interanual de China en el primer trimestre por debajo del 6%. La muerte del doctor que dio la voz de alarma y fue ignorado por las autoridades espoleó una oleada de críticas, signo del inusual estado de alerta dentro del país.
Voces que el gobierno ha acallado redoblando las medidas represivas. Solución por defecto que Wuhan está sufriendo en sus propias carnes.
Imagen: Koki Kataoka/AP
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