China tiene un problema con la arquitectura rara. No lo decimos nosotros, lo dicen ellos mismos en una directiva emitida el domingo por el consejo de estado, la administración y el Comité Central del Partido Comunista con la que quieren poner freno a la arquitectura carente de tradición cultural propia, a la arquitectura “sobredimensionada, xenocéntrica y extraña”. En definitiva, en China se han cansado de copiar a los demás.
En lugar de seguir construyendo edificios enormes, raros y despojados de cualquier atisbo de cultura china, el gobierno quiere apostar por construcciones “adecuadas, económicas, verdes y agradables a la vista”. Cabe tener en cuenta un dato más: la población en las ciudades chinas ha aumentado de un 18% a un 56% durante las últimas cuatro décadas. Ya no es sólo que se hayan construido monstruosidades a nivel estético, sino que deben solucionar temas relacionados con la sostenibilidad.
Xi Jinping viene fuerte
Xi Jinping, presidente de la República Popular China desde el pasado 2013, ya se había mostrado crítico con este tipo de arquitectura anteriormente. A finales de 2014 hizo un llamamiento para que estas construcciones extrañas y alejadas de la cultura china dejaran de llevarse a cabo. Un portavoz del Partido Comunista predijo que “en el futuro es poco probable que Beijing vuelva a tener más edificios de formas extrañas como los Pantalones Grandes”, en referencia a la sede de la Televisión Central de China.
Sumado a la apuesta por edificios más agradables a nivel estético, funcionales, económicos y respetuosos con el medio ambiente, la directiva emitida por el gobierno chino pretende acabar con los barrios cerrados. Cuando el mercado de la propiedad privada despegó en China por primera vez durante la década de los 90 se empezaron a construir complejos de apartamentos cerrados, y Xi Jinping quiere acabar con esta práctica.
Adiós a los barrios cerrados
Este tipo de barrios son como zonas residenciales cuyas entradas, tanto si son para personas como para vehículos, están estrictamente controladas. Por norma general también están rodeados de muros o vallas con el objetivo de impedir el acceso a los que no residan en alguno de sus edificios.
Como la mayoría de las zonas residenciales del resto del mundo, los barrios cerrados de China se han estado construyendo principalmente para los ricos. Sin embargo también existen algunas comunidades de este tipo cuya función es ofrecer vivienda a los migrantes rurales. Y a pesar de haber sido útiles para reducir el crimen y aumentar el orden público, también han sido objeto de controversia al segregar comunidades.
Gracias a la nueva directiva del gobierno, no sólo no se van a construir más barrios de este tipo, sino que los existentes se irán abriendo al público de forma paulatina, permitiendo asimismo que el tráfico pueda circular por ellos en un intento por descongestionar las calles de sus ciudades.
Lo próximo: diseños más conservadores
Desde que Xi Jinping habló públicamente en contra de toda esta arquitectura enorme y fea, antes de que llegara la directiva emitida hace escasos días, se ha producido un cambio a nivel local. “Hablando en líneas generales”, asegura Feng Guochuan, un arquitecto de Shenzhen, “las administraciones locales tienden a aprobar diseños más conservadores”.
Todo este giro urbanístico y arquitectónico impacta directamente en las posibilidades de trabajar en China que tienen los arquitectos extranjeros. Según afirma Patrick Schumacher, director de Zaha Hadid Architects, cada vez es más complicado trabajar en China para alguien de fuera y añade: “tengo la sensación de que existe un intento por parte de los líderes chinos de ser más independientes y confiar en su propio talento”. Tiene lógica cuando toda esa arquitectura rara que molesta en el país depende directamente de diseños externos.
Imagen de apertura | Adam Mørk
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