El gobierno chino ve a los musulmanes como enfermos y ha decidido que la solución son campos de internamiento

"La encarcelación masiva más grande de una población minoritaria en el mundo a día de hoy". Son palabras del gobierno estadounidense. Varios musulmanes (la inmensa mayoría de ellos uigures, pero no sólo) han denunciado que familiares y amigos están desapareciendo, que las autoridades les están sometiendo a procesos de adoctrinamiento forzosos en recintos alejados de la población donde se les obliga a renunciar al Islam, a criticar sus propias creencias y a recitar canciones del Partido Comunista durante horas. Todo para curarles de su enfermedad: la fe que profesan.

¿Persecución racial o religiosa? Piensa en los judíos y encontrarás un buen símil. Los uigures, asentados principalmente en Xinjiang, son suníes túrquicos, una de las 55 minorías de China y el 9% del total de su población general. En Xinjiang son aproximadamente la mitad, tienen idioma y costumbres distintas y muchos reivindican desde hace décadas su independencia en la autodenominada tierra del Turquestán. Son un quebradero de cabeza para el Gobierno central, unos insurgentes a su modo de ver, desviados de la etnia han a la que pertenece la gran mayoría del pueblo chino. Llevan años empujándolos a la extinción racial y cultural: trasladan a millones de han a su territorio para convertirles en minoría, les prohíben usar nombres musulmanes o dejarse las barbas largas. Hay muchos uigures que ya se han ido al exilio en zonas de Estados Unidos, Suecia o Alemania.

Terrorismo nacionalista: algunos uigures no han sido del todo pacíficos en su reivindicación nacionalista. En 2009 tuvieron lugar revueltas que acabaron en cientos de muertos, y en los últimos años se han llevado a cabo ataques terroristas. La postura oficial del Partido es que, para recudir del todo este movimiento separatista, debe matar moscas a cañonazos: destruir el hecho diferencial uigur y musulmán afecte a quien le afecte, ya que todos ellos podrían acabar radicalizándose en favor de esta causa antigubernamental.

Oficialmente psiquiátricos: según las cifras de la ONU y de los expertos estadounidenses China retiene ahora mismo a un millón de personas de este espectro en estos centros, doblando las cifras de detenidos con respecto al año anterior. Podrían llamárseles campos de concentración o de reeducación, pero tal vez el término oficial más preciso sería hablar de “hospitales”, ya que así es como lo describe el Gobierno chino entre su población, aunque nieguen la existencia de estos lugares de cara al contexto internacional.

El germen musulmán: lo más inquietante es la retórica oficial acerca de sus tratamientos. Hablan continuamente de una “infección ideológica”, un virus que debe inocularse como si esta religión fuese una patología. “Existe un riesgo continuo de que una enfermedad se manifieste en cualquier momento causando graves daños graves al prójimo. Es por eso que deben ser ingresar en hospitales de reeducación a tiempo para tratarles y eliminar el virus que impide a su cerebro comportarse con normalidad”. China ya ha empleado estas analogías biológicas para justificar el exterminio y la tortura de los seguidores de la corriente espiritual Falun Gong, que provocó al menos 2.000 muertes y otras miles de vidas arruinadas por las torturas y los trabajos forzados en los años 90. Los siguientes en la lista: cristianos, tibetanos o budistas que no pertenezcan a la etnia han.

La espiral de la enfermedad: a medida que la policía se va quedando sin insurgentes por arrestar el criterio de clasificación se va haciendo más laxo. Primero debías haber protestado explícitamente contra el Gobierno, pero ahora la más mínima señal de posible deslealtad potencial, como dejar de beber alcohol o chatear con otros uigures, puede ser motivo de desaparición. Como también podemos intuir, es esto, el clima de persecución y la reeducación forzosa, lo que está causando las verdaderas enfermedades mentales entre la población musulmana del país.

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