Miles de españoles habrán abierto los medios de comunicación hoy y se habrán rascado la cabeza extrañados: ¿qué es La Chocita del Loro y por qué todo el mundo parece tener una opinión muy fuerte sobre ella? El club, uno de los locales cómicos más afamados de Madrid, lleva dos días en el disparadero por las declaraciones de su directora primero y de su gerente después. Ambos solventan la cuestión "¿por qué no hay más mujeres en vuestro programa?" de forma, digamos, insatisfactoria.
Abiertamente insatisfactoria.
Las palabras. El origen de la polémica se sitúa en esta entrevista concedida por Laura Sánchez, directora de programación del local, a la Cadena SER. "¿Y las mujeres qué?", le cuestiona la presentadora tras hacer alusión a algunos de los cómicos previstos para los próximos días. "Pues las mujeres, te cuento. Una mujer tenemos (...) Y el resto de mujeres, es que es verdad que hemos pasado a un punto en el que mucho del humor que hacen las mujeres es como de víctimas o muy feminista. Y el público que va, que es muy variopinto, no suele comprarlo. No lo suele comprar eso".
La historia estalló de inmediato en las redes sociales. A las pocas horas, La Chocita del Loro se veía obligada a emitir un comunicado pidiendo disculpas "por las declaraciones desafortunadas de nuestra directora". Disculpas automáticamente suspendidas por las palabras emitidas por Francisco Carretero, gerente de la sala, en El País: "El nivel de las cómicas que hay en España necesita un tiempo, hay que darles uno o dos años para que estén a la altura de los cómicos que hay en La Chocita del Loro".
Viejos clichés. La visión de Carretero y Sánchez, no hace falta decirlo, sintoniza mal con el sentido de su tiempo y se enmarca en viejos estereotipos y prejuicios propios de la escena humorística de antaño. "Las mujeres no hacen gracia" era hasta hace muy poco uno de los clichés más recurrentes tanto en los monologuistas más prestigiosos como en las sesudas argumentaciones de algunos opinadores y polemistas. Fue en 2007, no en 1950, cuando Christopher Hitchens publicaba en Vanity Fair un artículo titulado "Por qué las mujeres no son divertidas".
En ella, Hitchens defendía la escasa gracia que causaban las monologuistas desde un punto de vista evolutivo. El humor no era sino una herramienta de atracción sexual por parte de los hombres. Cuando opera de forma inversa, es decir, cuando las mujeres emiten humor, los hombres se sienten amenazados. Y por tanto no les hace gracia.
El giro. Estos postulados han dominado el humor generalista español hasta nuestros días. ¿El género más manido de entre todas las grandes estrellas de la escena? La guerra de sexos. Que si las rarezas de la parienta, que si el choque de prioridades, que si no nos entendemos porque unos somos simples y las otras retorcidas. Desde Matrimoniadas hasta El Club de la Comedia, el humor como un enfrentamiento (y desenfadado) entre ellos y ellas ha dominado y sigue dominando los programas de televisión más exitosos y las salas de teatro más abarrotadas de espectadores.
La Chocita del Loro ha sido sólo un engranaje más en esta larguísima y enorme correa de transmisión. Hoy sobrevive como uno de los locales de humor más populares de Madrid, pero también como síntoma de unos usos y costumbres aún presentes en la escena. Los Morancos y Mellizos, el espectáculo conjunto de Paco Arévalo y Bertín Osborne, sigue llenando los teatros de toda España. No es el tipo de comedia más vanguardista que uno pueda imaginar (y sigue protagonizado por y para hombres).
El choque. Sucede que de un tiempo a esta parte la sensibilidad pública, o al menos una parte de ella, ha cambiado. En paralelo al humor mainstream, tan anclado en sensibilidades más propias de 1997 que de 2021, ha surgido una escena alternativa que ha recogido bien los vientos de cambio provenientes de la esfera anglosajona. Hace dos años, El País publicaba un reportaje titulado "¿Es el humor un campo de nabos?" en el que repasaba el potosí de cómicas que habían tomado la escena estadounidense (y que aún no tenían correspondencia en España).
Amy Schumer, Tina Fey o Phoebe Waller-Bridge sólo son los ejemplos más señeros y brillantes de un cambio de tendencia. La idea de "las mujeres no hacen gracia" ha resultado ser falsa. Sucedía que el humor generalista sólo se orientaba hacia la zona de confort de los hombres. Las mujeres sí hacen gracia, sólo necesitan una plataforma desde la que emitir humor.
Mientras tanto. En este proceso, enmarcado en una batalla por la representatividad más global, La Chocita del Loro y otros reductos de la escena cómica española se han quedado atrás. Un repaso a su programación ofrece un buen ejemplo del contrapunto: Fernando "El Pelao" y Álvaro Seko; Gonzalo Jiménez; o actuaciones tituladas "Lo que yo sé de las mujeres" y "El Lobo de Gran Vía" no son exactamente el colmo de la irreverencia o del atrevimiento. Son más bien testimonio de un tiempo ya pasado en el que los límites del humor quedaban marcados (sólo) por los hombres.
Hacia un nuevo paradigma. No todo el humor español ha quedado enclaustrado en la guerra de sexos o en temáticas y estilos un tanto caducos. He ahí el doble problema de La Chocita del Loro: la excusa de "las mujeres no funcionan porque no hacen gracia" es falso. Programas como Deforme Semanal o Estirando el chicle agotan entradas sistemáticamente allá donde vayan y se cuentan entre los podcasts más escuchados de España. La audiencia sí responde a las mujeres cómicas. Y también a hombres que se salen de los paradigmas clásicos y de la guerra de sexos, como Miguel Noguera. Hay espacio para más. El público lo busca.
Ni siquiera hay que irse a los locales más edgy de Barcelona o Madrid para enmendar el relato de las mujeres y el humor enarbolado por La Chocita del Loro. Una de las series más exitosas de Amazon Prime, no una productora que digamos independiente, versa sobre cómo una mujer se abre paso en la escena cómica pese a los estereotipos, los prejuicios y el dominio marcadamente masculino del humor: Mrs. Maisel. La Chocita del Loro podría haber sido uno de esos locales/barrera para la protagonista. Su problema es que la serie está ambientada en los años '50.
Imagen: David Ceballos/Flickr
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