Villamayor del Río, San Juan de Parres, Alcócer, Tolosa o Geras de Gordón. Asadores, mesones, masías y el mejor bar de la Nacional II.
Oír cómo arranca Sezar Blue (César Martínez) sus vídeos de papeo ya tiene algo de viaje sensorial, de ASMR castellano. De anticipo a una experiencia visual y culinaria que no tiene igual en el mundo de YouTube. Puede que sus seguidores, en torno a los 200.000, no lleguen a los niveles de otros grandes artistas del comer a lo loco como Esttik o Joe Burgerchallenge, pero quien le haya visto puede confirmar que su propuesta se hace refrescante y precisamente lo es por hacer lo contrario a lo que te recomendaría cualquier influencer versado en la batalla con el algoritmo: en lugar de apostar por el mínimo común denominador que te haga saltar fronteras, Sezar cree en el valor de lo diferente. En lugar de mirar hacia afuera, hacerlo hacia dentro.
¿Quién querría hincharse a nuggets existiendo la morcilla de Burgos?
Así en sus vídeos en lugar de difundir la épica de devorar una pizza gigante o una hamburguesa de 15 pisos, la cambia por la de unas manos de cerdo, una buena cazuelita de callos, por la mejor ventresca o ese largo, larguísimo etcétera que es la gastronomía española de los cuatro puntos cardinales. No se entienda mal, nuestro streamer no le hace ascos a la comida grasienta de ningún rincón del mundo, y así en su canal puede verse hasta una serie dedicada a los platos a degustar en la famosa Ruta 66, o su paso por Praga o París. Profundiza mucho también en las rarezas de Madrid, donde él vive. Pero lo que le hace único e incluso valioso desde un punto de vista cultural es su defensa, vídeos bárbaros mediante, de lo español.
¿Considera él que hace política con ello? Sólo parcialmente: “me resulta ridículo defender en España la comida de otros países. A mí me gusta enseñar nuestros restaurantes. Voy también a locales con otras gastronomías, aunque seguro que si vas a un restaurante griego en Madrid, aunque sea divertido probarla, no te lo van a hacer igual que si vas a uno de Atenas. Por eso, para mí, hacer un canal de restaurantes de comida norteamericana estando en España me parece absurdo”.
“Presiento que en España nos falta un poco valorarnos mucho en este sentido. Me da mucha pena caminar por una calle de moda y ver que proliferan los restaurantes de comida extranjera mientras que la española va desapareciendo. Esto es por culpa del márketing: nos hacen creer que cuanto más lejano y exótico el sitio, más paradisíaco será lo que nos ofrezcan, pero a veces no hace falta irse tan lejos. No sé por qué un plato de cocina japonesa o hindú va a sorprendernos o divertirnos más que uno español”.
Y cuando decimos que su defensa es bárbara no estamos exagerando. En su vídeo prototípico, el youtuber se sienta a mesa de mantel, se pide tres o cuatro entrantes de esos que normalmente serían para compartir. En este punto un ser humano normal tendría que parar, pero nuestro héroe no, a él aún le queda espacio para pedirse el plato estrella del lugar, que puede ser medio cochinillo, el san Jacobo “más grande del mundo”, un entrecot más grande que un bebé… y, aunque ya se va encontrando "algo lleno", remata con entre uno y tres postres, que a él le gustan más si tienen bien de azúcar. En resumen, nada que envidiar a unas Crónicas Carnívoras pero con el sello de aprobación de un Jovellanos o, más cercano en el tiempo, un Labordeta.
De hecho el creador es consciente de esta faceta archivística de su trabajo: “tenemos muy poca información sobre cómo era comer en 1492, mucho menos la comida del pueblo llano. Hay mucha tradición que hemos perdido, así que considero que es bueno que dejemos estos documentos para la posteridad, para que los estudiantes de historia de dentro de cientos de años sepan cómo era comer en España en el año 2020”.
El mukbang es un registro con las patas muy cortas
¿Por qué, además, no se deja llevar por la moda que impera en el resto de canales “mukbangers” patrios, haciendo grandes retos? “Vi que esto no tenía mucho recorrido, al menos para lo que a mí me gusta hacer. Por un lado, los restaurantes que ofrecen estos retos, como es mucha comida, te la preparan peor o te la dan de peor calidad. Y además, pasado un tiempo este registro se convierte en una carrera por la bestialidad imposible de sostener en el tiempo. Al principio consistían en platos de uno o dos kilos, ahora van por los de tres kilos… A la larga eso no es interesante”.
Pese a todo, se encuentra con algunos problemas: “a veces cuando voy a los restaurantes tengo que insistirles en que me traigan todo lo que les he pedido. Algunos camareros al verme solo se alarman e intentan disuadirme. La verdad es que he comido cosas muy bestias, sí, el chuletón de 2.4 kilos de Pepe Chuletón con varios entrantes y postres… No sé ni cómo me lo pude comer. Esto te deja toda la tarde y el día siguiente hecho polvo. Espero no promover este tipo de ingestas, es sólo que me gusta comer variado y enseñarle muchos platos a los espectadores”.
En opinión de un experto: ¿dónde está la comida más gocha de este país? “Galicia, Asturias, Cantabria… Te ponen en el plato comida híper contundente, en cantidades ingentes, y ojo, porque además está buenísima”. Tampoco cree en las jerarquías: “para mí no hay alta y baja cocina. Una zanahoria puede ser tan exquisita como un chuletón de vaca o una emulsión de ostra”. Eso sí, “para desgracia de mi cartera, los vídeos que más llaman a la gente son en los que más dinero me sueño gastar: el restaurante de Dabid Muñoz, el de Pepe de Masterchef, El Capricho de Jiménez de Jamuz… Pero bueno, es natural, pasa igual con los canales de coches, como espectadores nos interesa más el lujo y la excepción. Ahora que lo pienso, menos mal que no me apasionan los coches”.
¿Y el mejor recuerdo? Las increíbles croquetas que se comió en el Café Cantábrico de Noja. No por buenas, que, según nos dice, son de las mejores que ha probado jamás, sino la situación en las que las cató: estábamos un día Randy Santel, Magic Mitch, Joe Burguerchallenge y yo en Cantabria y hacíamos noche aquí. Por la noche Randy y yo decidimos dar una vuelta, fuimos a un restaurante y le dije al camarero ‘Roberto, este es un youtuber muy famoso de Estados Unidos y que estaría bien que se llevase un bonito recuerdo de España, vamos a sacarle algo que se quede flipado’. Roberto se sacó unas croquetas y Randy alucinó. Nos comimos como dos o tres raciones, hicimos un reto entre medias y después nos comimos otras 15 o 20 croquetas. Todas las que había en el bar, vaya. Este recuerdo es impagable”. Quién sabe, puede que este comensal profesional se llevase a casa la lección de la inherente superioridad del snack ibérico.
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