Dos semanas después empezaban el dolor de espalda, la fatiga, la fiebre alta y el malestar general. Al poco, los vómitos, la diarrea, el sangrado excesivo y, finalmente, las erupciones. En ese mismo momento, el mundo se paraba. O, si somos sinceros, algo más.
La viruela tenía la capacidad no sólo de parar el mundo, sino de destruirlo. Personas, ciudades e imperios eran devorados por un simple virus. Y si lo vencimos, convirtiéndose en la primera enfermedad erradicada por el ser humano, fue, en parte, gracias a la primera misión humanitaria de la historia. Así, y perdonen el exceso, fue como Hispanoamérica derrotó a la viruela.
Un virus capaz de destruir civilizaciones enteras
Todo esto debió empezar antes, pero es Ramsés V (1147-1143 antes de Cristo) el que tiene el honor de ser el caso más antiguo de viruela que se conoce . La historia es tan larga, está tan llena de epidemias y de horror, que no puedo dar cuenta de toda ella. Lo dejaremos para otro día y hoy nos centraremos en la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna.
Según parece, a América la viruela llegó con los hombres de Hernán Cortés. De hecho, ese fue uno de los factores clave en la devastación de los imperios americanos que favoreció la conquista española. Esto no era desconocido, como decía el propio Balmis, en la serie que RTVE está emitiendo estos días, "La viruela llegó a ultra mar en nuestro barcos, y en nuestros barcos debe llegar la solución".
El problema es que esa solución no era sencilla. Como es razonable, una enfermedad tan terrible había ido acompañada de muchas pruebas e intentos de solución con los escasos recursos de las medicinas tradicionales. De hecho, había un tratamiento preventivo que se llevaban usando mucho tiempo, la variolización. En esencia, se trataba de inocular la viruela.
Sencillo y básico. De hecho, en ese principio se basan las vacunas modernas. El problema es que en aquella época no se podían hacer vacunas; es decir, no se podían debilitar los virus (ni mucho menos usar técnicas virológicas más avanzadas) y por eso, la variolización era muy peligrosa.
De hecho, la clave del éxito de Edward Jenner (el inventor de la vacuna) no fue descubrir la inoculación, como a veces parece; sino aprovechar un virus muy parecido (pero no mortal) para generar inmunidad sin que el riesgo fuera excesivo. Fue un hallazgo afortunado. Jenner publicó sus resultados en 1798 y, claro, se convirtió en una revolución.
La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna
A España llegó el 3 de diciembre de 1800 de la mano del doctor Francisco Piguillem. Las versiones varían pero sabemos que la vacuna venía de París y que Piguillem vacunó a tres ó cuatro niños de Puigcerdá nada más llegar al país y fue avanzando hasta llegar a Barcelona.
Hacia 1802, llegaron a la corte las terribles epidemias que azotaban América y, en concreto, los virreinatos de Nueva Granada y Perú. Francisco Javier Balmis, médico cirujano de la Corte, logró convencer al rey Carlos IV para llevar la vacuna a América.
No era fácil. Al principio, se intentó replicar el proceso de Jenner, pero por más que se buscó en América no había viruela vacuna. Más tarde, descartada la idea de crear la vacuna allí, se intentó llevarla. Había varias formas, aunque la más prometedora era llevar suero desecado entre dos cristales. Ni con esas.
La única forma de llevarla era en vivo; es decir, inoculada en personas. Y los que mejor respondían a esta técnica eran los niños. 22 niños para ser exactos, niños que no habían pasado la viruela ni habían sido vacunados.
Los niños tenían entre 3 y 9 años. Dieciocho eran de la Casa de Expósitos de A Coruña y cuatro venían directamente de Madrid. Además la expedición llevaba 500 ejemplares del tratado sobre la vacuna de Jenner que había escrito Moreau de la Sarthe. Un libro que, por cierto, había traducido el mismo Balmis al español.
Un viaje alucinante
El 30 de noviembre de 1803 partió la Real Expedición Filantrópica en la Corbeta María Pita desde el puerto de A Coruña. Hizo escala en Tenerife y partió de allí el 6 de enero de 1804. Llegaron a Puerto Rico el 9 de febrero. De allí partieron hacia La Guayra, en Venezuela.
Allí la expedición se dividió en dos. Salvany siguió hacia el sur visitando Cartagena de Indias, Santa Fe de Bogotá, Quito, Lima, Arequipa, La Paz, Santiago de Chile, Concepción y Valdivia. En 1812, mientras regresaban hacia Santiago para llegar a Argentina a través de Mendoza, la Guerra de la Independencia les pilló de lleno y se disolvió en el pequeño pueblo de San Carlos. Salvany había muerto dos años antes en Cochabamba, Bolivia.
La otra rama siguió hacia Cuba. Para entonces, ya no quedaban niños 'vírgenes', por lo que para el camino a La Habana necesitaron 6 niños venezolanos más. Desde allí el recorrido fue La Habana, Sisal y Veracruz. En La Habana, hubo problemas. No encontraban niños "vírgenes" y se vieron obligados a comprar dos niñas esclavas (las dos únicas niñas que participaron en la expedición).
Allí dejaron el barco, atravesaron México. El 8 de febrero de 1805, salieron de Acapulco hacia Manila en el "Magallanes" con 26 huérfanos mexicanos en un viaje de 50 días. Desde allí tomaron la decisión de llevar la vacuna a China y, con 14 huérfanos filipinos, llegaron a Macao el 5 de octubre. Tras de eso, y ya de vuelta, pararon en Santa Elena para llegar a Lisboa el 14 de agosto 1806.
Como vemos en los mapas, hubo muchas otras subexpediciones que recorrieron todo el territorio dentro y fuera del Imperio. Por ejemplo, desde Macao se recorrieron numerosas provincias chinas y, desde de México, la vacuna viajó por todo América del Norte.
Un viaje prodigioso que consiguió vacunar a más de 250.000 personas y sentó las bases seminales de las políticas públicas de salud. Una verdadera proeza que no debería ser tan desconocida.
Imágenes | AEP