Todo comenzó en China. La gran epidemia que ha sesgado la vida de más de 30.000 personas y ha paralizado la economía mundial se gestó durante los últimos días de diciembre en las calles de Wuhan. Hubei, su provincia, se convirtió en el escenario de una cuarentena histórica, más tarde repetida por otros países. Desde entonces, las autoridades chinas han logrado controlar la pandemia, frenar al coronavirus.
¿Pero hasta qué punto son fiables sus cifras?
Más contagios. Es una pregunta que ha rebotado por las cuatro esquinas de la red. La semana pasada, el gobierno chino anunciaba los primeros días sin contagios internos en Wuhan y el fin del confinamiento para el 8 de abril. El contador de casos se detenía en los 67.800. ¿Fiable? No según diversas fuentes consultadas por Financial Times y The Guardian. Tal y como explica una enfermera local:
Los médicos que conozco cuentan que tanto su hospital como la Comisión Nacional de Salud están controlando el conteo de nuevos casos por todos los medios. Es extremadamente preocupante seguir publicitando que hay "cero casos nuevos". Es muy arriesgado y hará que los sacrificios de Wuhan y de la totalidad de Hubei queden en nada.
Sin asintomáticos. Es público que las autoridades no están contado los casos asintomáticos. Si un paciente positivo pasa dos semanas en confinamiento y no desarrolla síntomas, no figura en los registros. "Todos los días detectamos transmisores asintomáticos. No podemos concluir que la transmisión en Wuhan se haya terminado por completo", explicó a Caixin, un medio local, un experto anónimo del Centro para el Control de Enfermedades.
En cifras. Según documentos publicados por SCMP, a finales de febrero el gobierno había contabilizado más de 43.000 "portadores silenciosos", positivos asintomáticos. Un tercio de los 80.000 oficialmente "contagiados". Otros medios, como RTHK, la televisión pública de Hong Kong, han desvelado que los hospitales de Wuhan están rechazando testear a pacientes con síntomas para "mantener los números bajos".
El runrún llega a enfermeras y médicos locales.
Fallecidos. La cifra de contagios es imprecisa en todos los países, ante la imposibilidad de testear a toda la población. La de muertos, como vimos la semana pasada, también. Sospecha extendible a China. Caixin ha insinuado que los hornos crematorios de Wuhan han llegado a gestionar más de 2.500 urnas diarias, muy por encima del número total de muertes atribuidas a la epidemia en Hubei (3.100 en toda la provincia).
Fiabilidad. Dos factores contribuyen a alimentar las sospechas. Por un lado, la respuesta inicial del ejecutivo al coronavirus, plagada de represión interna y mensajes falsos. China mintió sobre el verdadero alcance de la crisis durante las últimas semanas de diciembre y las primeras de enero, tardó en reconocer la transmisión persona-a-persona y postergó las medidas más drásticas, expandiendo la epidemia.
Por otro, la estrategia de comunicación del gobierno. China está instrumentalizando la crisis, realzando las virtudes del autoritarismo y apuntalando su influencia internacional. Ambos relatos dependen de un éxito rotundo frente al virus.
Riesgos. Más allá de cuestiones morales e ideológicas, el verdadero problema de un teórico falseo de las cifras es la posibilidad de nuevas crisis. Estudios recientes (y aún preliminares) han apuntado a los "transmisores silenciosos", hasta un 60% de los contagios totales, como los vectores descontrolados de futuros rebrotes. Cifras inexactas enviarían señales de relajación tanto en actitudes como en prevenciones.
Imagen: Koki Kataoka/AP