La primera mitad del siglo XX disfrutó de la Belle Époque, de las erupciones febriles de las vanguardias, bailó al ritmo de la orquesta Riverside y vivió acontecimientos como la Revolución de Octubre o el annus mirabilis de Einstein que transformaría la física. Por desgracia vio también cómo ascendían los fascismos, a Adolf Hitler tomar el timón de Alemania, los últimos ramalazos del genocidio belga en el Congo y el inicio y el fin dos guerras mundiales.
Ninguna de esas desgracias dejó un saldo tan nefasto, sin embargo, como la pandemia de 1918. Si las cifras dan una medida de lo luctuosa que es una catástrofe, la mal llamada "gripe española" se lleva la palma (o el ramo de funeral), la última gran epidemia que causó alarma y toda clase de penurias entre la población mundial. En plena crisis del coronavirus, que ya ha contagiado a más de 6.000 personas, es útil recordar qué sucedió un siglo atrás.
Se estima que entre finales de 1917 y principios de 1920 la gripe española dejó el escalofriante balance de entre 50 y 100 millones de cadáveres, el 5% de la población mundial. Hagamos números, aun asumiendo que se trata siempre de aproximaciones: la Primera Guerra Mundial acabó con la vida de 10 a 31 millones de personas; la segunda arroja un saldo que (en función del estudio que se maneje) oscila entre los 40 y más de 70 millones. No hace falta irse a las grandes conflagraciones mundiales.
Según un artículo publicado en 2017 por el Smithsonian Magazine la pandemia de 1918 mató en un solo año a más personas que el SIDA en cuatro décadas o la temida peste bubónica a lo largo de todo un siglo.
Los efectos de la gripe de 1918 no se miden solo por su número de bajas. Como recoge el informe elaborado por Cruz Roja Americana, desató también una oleada de auténtico terror al contagio. El texto se hace eco de los lamentos de impotencia de un directivo de Emergency Aid que aseguraba que (a pesar de los ruegos lanzados por el organismo para que se ayudase a niños de padres fallecidos por la gripe) los huérfanos vagaban a su suerte por miedo a que portasen la enfermedad.
También rescata el testimonio de un hombre que a miles de kilómetros, en Nueva Zelanda, dejaba constancia de la postal postapocalíptica que presentaban las calles de Wellington en 1918: "Me paré en el medio de la ciudad a las 2 PM en una tarde entre semana, y no había un alma. Ni tranvías en marcha, ni tiendas abiertas. El único tráfico era una camioneta con una sábana blanca atada al costado con una gran cruz roja pintada que servía de ambulancia o coche fúnebre".
De orígenes y consecuencias
¿Qué fue y cómo surgió la influenza de 1918, de la que este año se cumple un siglo? A pesar de su nombre, la pandemia no se originó en España. Algunos estudios apuntan de hecho que quizás penetró en el país desde Francia, diseminada por los jornaleros que acudían a trabajar al otro lado de los Pirineos. Una vez en España pudo expandirse en parte por la dispersión de los quintos que cumplían con el servicio militar hacinados en puestos de dudosa higiene. La primera noticia sobre la epidemia la publicó el 22 de mayo de 1918 el periódico madrileño El Sol.
Bastante antes hay constancia de casos en otros puntos del planeta. En Francia algunos estudios apuntan que ya se registraron casos en 1916, lo que la situaría como foco original. Se habla de la base militar de Etaples, en la costa norte. Soldados hacinados, granjas con cerdos y ganado avícola, zona de paso para aves migratorias... Otros autores hablan de China o Vietnam en 1917. Unas condiciones similares a las de Etaples se daban en Haskell County, en Kansas, donde a principios de 1918 se documenta un brote virulento de gripe.
Algunos expertos señalan que hay motivos para pensar que la enfermedad pudo comenzar en EEUU y que sus tropas la extendieron hacia Francia.
¿Por qué se lleva décadas hablando entonces de la gripe española? Porque la transparencia informativa jugó una mala pasada. Francia, el Imperio Británico, Italia, EEUU y el Imperio Alemán estaban inmersos en plena Gran Guerra y sus gobiernos temían que la noticia de una gripe feroz pudiese desmoronar la moral. La influenza era en la prensa de esas naciones un tema tabú, por el que se pasaba de puntillas. En España, sin embargo, estado neutral, sí se publicó en los medios sobre la pandemia, por lo que empezó a asociarse con el país.
Se quisiese o no visibilizar, la gripe corrió como la pólvora por todo el globo. Solo en EEUU segó la vida de 670.000 personas.
La pandemia se extendió en tres oleadas. La inicial, durante la primera mitad de 1918, fue la más benévola. La segunda se inició en octubre y se extendió hasta diciembre y fue la más letal. La tercera golpeó en la primavera de 1919. Una de sus características más temibles era que resultaba especialmente virulenta a aquellas personas a las que se supone un mejor estado de salud: hombres y mujeres jóvenes, con edades comprendidas entre 20 y 40 años. Solo en un año (de 1917 a 1918) la esperanza de vida en EE UU cayó 12 años hasta quedarse en 36,6 años para los hombres y 42,2 para las mujeres.
¿La razón? En gran medida los hombres jóvenes eran quienes estaban movilizados en los frentes, en condiciones insalubres. Algunos expertos inciden también en la virulencia del virus. A diferencia de la gripe "normal", la de 1918 causaba lo que se denomina "tormenta de citocinas", una respuesta inmune más elevada de lo habitual. En vez de controlar el virus lo que favorece es su multiplicación de forma agresiva.
Se estima que en los países más desarrollados y con mejores condiciones de vida la mortalidad global fue de media del 2%. El porcentaje varía mucho, sin embargo, en función de dónde viviera el enfermo. En México el dato se eleva a una horquilla que oscila del 2,3 al 4%. En Rusia escala ya al 7%, en Fiyi al 14% y en zonas rurales de Alaska o Gambia la devastación ocasionada por el virus fue total.
Para entender la pandemia de 1918 es importante saber que entonces sus orígenes eran una incógnita. A principios del siglo XX aún había médicos que creían que la enfermedad se propagaba por miasmas. El propio virus de la gripe no se aisló hasta años después, en 1933. Fue tal su alcance que se cuenta que el mismísimo rey de España llegó a enfermar. Hay quien especula incluso con que la virulenta influenza pudo ser la causa de que el presidente Woodrow Wilson se desmayase mientras negociaba en Versalles las condiciones del fin de la Primera Guerra Mundial.
Incluso las grandes catástrofes (como una pandemia que arrasó más de 50 millones de vidas) dejan un poso positivo, aunque resulte difícil apreciarlo. Durante la Conferencia de Paz de París se acordó la creación de la Liga de las Naciones, que nació con el objetivo de mantener la concordia entre los estados (sin mucho éxito), pero también facilitar la cooperación a nivel internacional. El control de enfermedades se incluyó en su tratado fundacional.