Olvídate de esa concatenación de encuadres perfectos, del frenesí psicologicista, de las épicas batallas de egos desmedidos. La certificada como Mejor Película de la Tierra no va de magnates de la prensa de principios del siglo XX, sino de un oso con un bonito sombrero, una desmedida afición por la mermelada y una familia adoptiva que le quiere.
Welles, destronado. Ayer se vivió un acontecimiento histórico dentro de la crónica del séptimo arte: Paddington 2 ha superado a Ciudadano Kane como mejor obra cinematográfica en el portal Rotten Tomatoes. Hasta ayer el drama épico de Orson Welles ostentaba el reconocimiento de película “perfecta”, con un 100% de votos positivos por parte de la crítica, pero la plataforma le cambió la calificación del 100 al 99 por la revisión a la baja de una de sus críticas, la del Chicago Tribune en fechas de estreno, que, al contrario de ser positiva como se creía, era más bien desfavorable, no era “la cinta más grande jamás filmada”, dijo entonces Mae Tinée.
Alguien encontró el “gazapo” tomatero, lo compartió en Twitter y algún empleado de la plataforma cambió la nota provocando un movimiento sísmico que podría tener (esperamos) repercusiones socioculturales. Tal vez ahora los profesores de audiovisual le pidan a sus alumnos menos grandilocuencia vocinglera y más candor de disimulado ingenio.
Por qué demonios debería ser la mejor película de la historia una peli familiar. Paddington 2, estrenada a finales de 2017 y dirigida por Paul King, lleva siendo desde entonces una joya de potencial arrollador redescubierta por cada persona que se ha acercado a ella con ese arqueado de cejas natural del espectador receloso de etiquetas como "animación", "infantil" o "familiar". Por la naturaleza comercial que mueve ese tipo de producciones, nuestros prejuicios nos dicen que es imposible que de ahí nazca buen cine.
Pero una y otra vez los críticos lo han confirmado. No es sólo una película tierna y cálida (que lo es y mucho, algo muy refrescante en la ortodoxia de la etiqueta del “cine de prestigio” que parece que debe estar secuestrada por la solemnidad, la pesadumbre y las lecturas derrotistas del hombre), es una obra fascinante llena de un modo de ver las posibilidades del gag que nos retrotraen al espíritu original de Charlie Chaplin o Buster Keaton, con una belleza en el uso de los efectos especiales similar a los logros de Disney o Ghibli, con un sentido lúdico de la historia que quiere contar y los personajes que aparecen en ella. Que esquiva cualquier conato de diabetes a la vez que desarrolla su historia en un mundo de nubes y tonos pastel.
Cambio de ciclo: si lo de Rotten Tomatoes es una anécdota, no lo ha sido la trayectoria de Paddington 2 en la cultura popular. Aunque han pasado cuatro años desde su estreno, este sleeper u obra de culto en permanente descubrimiento lleva desde entonces ofreciendo contenido al mundo en forma de óptica paddingtoniana de la actualidad en su cuenta de Twitter, uno de los pocos remansos de inocencia digital, un osito muy preocupado por enseñarnos a decir "por favor y gracias" en todos los idiomas posibles, y que cometió la mayor tropelía en el día de los inocentes anglosajón: se atrevió a decir que su protagonista ya no amaba la mermelada.
A su popularidad le ayudan también las hordas de fans de la obra: de este mismo mes tenemos aquí a un tipo que mete a Paddington en los frames de decenas de películas.
Como es lógico, la respuesta del conocido como “film Twitter” al destrono de Ciudadano Kane ha sido impecable.
Sólo él podía ser la figura de consenso que todos necesitábamos, y lo sabíamos de mucho antes, de forma intuitiva. Letterbox, la plataforma social favorita de los cinéfilos con pretensiones, anunció en los momentos más críticos de los confinamientos de occidente del año pasado un antídoto al malestar pandémico: que todos viésemos Paddington 2 como experiencia de armonía colectiva. Esa fue la película elegida, no otra. Poco hubiese curado nuestro ánimo sumergirnos en los avatares de Charles Foster Kane, si lo pensamos. Y, a tenor de los comentarios en redes, el visionado al que se sumaron en todo el planeta fue el equivalente exitoso de aquello que las celebridades hollywoodienses intentaron lograr con Imagine. O se tiene un corazón de oro, o no se tiene.
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