Las pasadas elecciones andaluzas depararon un equilibrio político inédito en la historia de España. Por primera vez, tres partidos derechistas obtenían una significativa representación parlamentaria. PP, Ciudadanos y Vox tenían la oportunidad de acabar con el largo dominio socialista. Para ello debían ponerse de acuerdo. Las últimas semanas de erráticas negociaciones reflejan las significativas diferencias entre ellos.
¿Qué pasa? Sobre el papel, PP y Ciudadanos han llegado a un acuerdo de gobierno. La formación azul obtendrá la presidencia; la naranja, a cambio, la mitad de las carteras y la presidencia del Parlamento. No tienen mayoría absoluta, por lo que necesitan recurrir o bien a Vox o bien a la abstención del PSOE. Lo segundo, anhelado por Cs, es imposible. Y lo primero resulta incómodo por el carácter extremista de Vox.
¿Solución? Ciudadanos no quiere asociarse a la ultraderecha. Para ello ha optado por una plan alternativo. El día de Navidad Juan Marín, líder de la formación en Andalucía, se reunía con los dirigentes de Adelante Andalucía en un bar en Jerez. Su objetivo: que la izquierda apoye la composición de la Mesa del Parlamento a cambio de obtener una silla en la misma. A Santiago Abascal no le gustó demasiado.
El problema Vox. ¿Qué podía unir a Cs y Podemos? Inesperadamente, la extrema derecha. Cs ha descartado el "cordón sanitario", pero jamás ha hecho de Vox su primera opción. El PP sí. Cuando Juan Marín descubrió que la formación conservadora había charlado con Vox a sus espaldas, puso un interrogante sobre las negociaciones. Cs necesita escenificar centrismo: no excluye a Vox, pero suma a partidos a la izquierda para difuminar su alianza.
Europa mira. ¿Por qué? Por Europa. La tónica común entre los partidos conservadores y muy especialmente liberales (a los que Cs se acerca) en el continente sí es la de la exclusión. Merkel ha hecho encaje de bolillos en numerosos lander para no pactar con Alternativa para Alemania. Los Republicanos franceses, si bien han recogido parte de su discurso, nunca han firmado con Le Pen. En Países Bajos o Suecia sucede parecido.
Cs ha definido parte de su discurso en torno a los valores europeos. Vox se ha acercado a posturas nativistas y euroescépticas. Tienen mala prensa entre sus colegas comunitarios. Manuel Valls, candidato a la alcaldía de Barcelona por Cs, es la mejor prueba.
El largo plazo. Hay otro factor: la fuga de votos. Legitimar a Vox implica entregarle recorrido político en las próximas elecciones municipales y autonómicas. Convertirlo en un voto útil. La mayor parte de votantes de la extrema derecha surgen de la abstención, del PP y de Ciudadanos. De ahí que Cs se esté rompiendo la cabeza para limitar su protagonismo en el Parlamento andaluz, sumando por acumulación otros protagonismos. Aunque impliquen a Podemos.
Mañana se constituye el Parlamento. Pero el primer síntoma de división en la derecha, algo antaño sólo exclusivo de la izquierda, ya está aquí.
Imagen: GTRES
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