La contraseña del botón nuclear de EEUU fue tan absurdamente simple durante años que lo raro es que nadie la vulnerara

El arsenal más poderoso creado por la humanidad contaba con un sistema de seguridad laxo: 0000000

Durante mucho tiempo, la posición pública del gobierno de Estados Unidos fue bastante clara: tan solo el presidente podía ordenar un ataque nuclear. Hasta aquí, todo más o menos “normal”. Lo que no se entiende tanto era la “clave” de acceso al botón, la seguridad máxima en caso de sabotaje. Tampoco los planes aprobados en caso de que el presidente muriese a manos de una lista de países, cuyas consecuencias hubiesen sido literalmente apocalípticas.

La seguridad nuclear en la Guerra Fría. En el punto álgido de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, la seguridad de los códigos nucleares estadounidenses era alarmantemente deficiente, por decirlo de manera suave. A pesar de la necesidad crítica de proteger estos códigos para evitar lanzamientos accidentales o peor, no autorizados a través de algún tipo de sabotaje, las medidas de seguridad, como veremos, eran sorprendentemente laxas.

La propuesta de Fisher. En la década de 1980, Roger Fisher, académico de Harvard y especialista en negociación y manejo de conflictos, propuso una idea innovadora al Pentágono, una que, de haberse aprobado, hubiera sido motivo de una película y varias series de televisión: implantar los códigos nucleares en el pecho de un voluntario que acompañaría al presidente. De esta manera, si el jefe de la Casa Blanca decidía lanzar un ataque nuclear, tendría que quitarle la vida al pobre hombre para acceder a los códigos, confrontando directamente las consecuencias humanas de tal decisión.

Fisher argumentaba que un acto de este calibre haría que el presidente comprendiera profundamente el peso de causar millones de muertes inocentes. La propuesta de Fisher fue rechazada por el Pentágono. Los oficiales expresaron que obligar al presidente a matar a alguien podría distorsionar su juicio y potencialmente impedirle actuar en una crisis nuclear. La respuesta subrayó una preocupación mayor por la capacidad de respuesta rápida que por implementar salvaguardias morales adicionales.

Las revelaciones. Y entonces apareció un informe que dejó a muchos con la boca abierta. Bruce Blair, experto nuclear y exoficial de lanzamiento, revelaba que tras la orden del presidente John F. Kennedy en 1962 de utilizar códigos para proteger las armas nucleares, el Comando Aéreo Estratégico (SAC) modificó el sistema para priorizar la rapidez de lanzamiento.

¿Esto en qué se traduce? Según Blair, el SAC estableció los códigos de lanzamiento de los misiles nucleares Minuteman en "00000000", es decir, ocho ceros, para facilitar un lanzamiento inmediato en caso de orden, reduciendo así las barreras para un lanzamiento no autorizado. Dicho de otra forma, cuando año tras año la recopilación de las contraseñas más utilizadas en el mundo muestra que volvemos a caer en el 123456, habría que recordar que para lanzar bombas nucleares era mucho más fácil que eso.

Negociación y controversia. La Fuerza Aérea de Estados Unidos quedó tan expuesta con las afirmaciones de Blair que declararon no recordar que se utilizara un código de ocho ceros para activar o lanzar misiles balísticos intercontinentales Minuteman. Blair no solo mantuvo su posición, además citó manuales técnicos que indicaban que los interruptores de inserción de código debían estar configurados en "00000000" en condiciones normales. Por si fuera poco, acusó a la Fuerza Aérea de proporcionar información engañosa sobre sus procedimientos de seguridad nuclear.

Añadimos una capa de seguridad. Coincidencia o no con las declaraciones de Blair, en 1977 se implementó un sistema más robusto que requería que el personal de lanzamiento contactara a una autoridad superior para recibir los códigos necesarios, fortaleciendo así las medidas de seguridad y reduciendo el riesgo de un lanzamiento accidental o no autorizado.

Las órdenes Furtherance y el SIOP. No podíamos hablar de la historia del control nuclear estadounidense sin recordar otro momento crítico. Ocurrió un poco antes, en la década de 1950, cuando la Unión Soviética probó su primera bomba nuclear y posteriormente una bomba de hidrógeno en 1955.

El desarrollo de bombarderos de largo alcance y un creciente arsenal nuclear soviético planteaban una nueva amenaza para Estados Unidos: un ataque sorpresa que pudiera dejarlos sin la capacidad de respuesta. El escenario llevó a los líderes estadounidenses a reconsiderar quién podía tomar decisiones en ausencia del presidente.

Así, a finales de los años 50, el presidente Dwight D. Eisenhower emitió órdenes secretas llamadas Furtherance, otorgando a los comandantes militares "preautorización" para lanzar ataques nucleares en dos casos: si el tiempo apremiaba y no permitía consultar al presidente, o si éste moría durante un ataque. Estas órdenes incluían activar el Plan Operativo Integrado Único (SIOP), diseñado para responder a cualquier ataque, incluso convencional, con un contraataque nuclear masivo que involucraría miles de objetivos en la Unión Soviética, China y otros países del bloque comunista.

Apocalipsis. No es un término baladí. En aquellas fechas se utilizó mucho para escenificar lo que significaba activar la operación. El SIOP, de hecho, era apocalíptico en su alcance. Preveía ataques nucleares contra más de 4.000 objetivos en un lapso de 30 horas, con múltiples armas asignadas a los blancos más críticos.

Para que nos hagamos una idea, se estimaba que más de 200 millones de personas morirían de inmediato, mientras que decenas de millones más sucumbirían a las consecuencias posteriores, todo con el objetivo de asegurar una victoria unilateral para Estados Unidos.

Revisión de la política. Aunque Eisenhower y sus sucesores reconocieron los riesgos de delegar esta autoridad, consideraron que la falta de un mecanismo de respuesta era un peligro aún mayor. En 1968, el presidente Lyndon B. Johnson revisó las órdenes para adoptar una política más flexible. En lugar de un ataque nuclear a gran escala, Estados Unidos respondería con armas convencionales si el ataque inicial no involucraba armas nucleares. Este cambio marcó un alejamiento del borde de la guerra nuclear, estableciendo por primera vez una política de proporcionalidad en las respuestas militares.

Por lo pelos. En definitiva, la historia de la “seguridad nuclear” en Estados Unidos, un tema que se pensaría cubierto y estudiado de forma exhaustiva, deja muchas dudas y posibles brechas que, afortunadamente, nunca llegaron a suceder. Todas estas situaciones ponen de relieve las tensiones entre la necesidad de una respuesta rápida en caso de crisis y la implementación de salvaguardias estrictas para prevenir usos indebidos de armas nucleares.

Por supuesto, también destacan cómo, durante períodos de extrema tensión internacional, las medidas de seguridad pueden ser comprometidas en favor de la eficiencia operativa, planteando importantes preguntas sobre el equilibrio entre seguridad y preparación militar. Lo mejor de todo es que seguimos vivos tras una larga época en la que ocho ceros fueron la llave del botón rojo, o incluso en la que se planteó que un hombre llevara la clave del apagón insertada en el corazón.

Imagen | PickPik, The Big Red Button, U.S. Air Force

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