La vida en sociedad obliga a depositar cierto volumen de confianza en los individuos que nos rodean. Ya sea planificando una cena familiar o esbozando los objetivos del próximo trimestre en la oficina, fiarnos de los demás nos permite colaborar y desarrollar relaciones saludables. Ahora bien, ¿de quién nos podemos fiar? La respuesta no siempre es evidente, pero la ciencia psicológica la está acotando.
La culpa. Un reciente estudio elaborado por investigadores de la Universidad de Chicago, la Universidad de Pensilvania y la Universidad Carnegie Mellon apunta a un aspecto de la personalidad concreto: la culpa. O mejor dicho, la capacidad de determinadas personas para reconocer qué acciones propias tendrán consecuencias negativas, haciéndoles sentir culpables por ello.
Indeseable. Los autores definen esta característica como "guilt-proneness", una suerte de "tendencia a la culpa". Son capaces de identificar conflictos o actitudes problemáticas con antelación, evitándoos para no sentir el peso de la culpa una vez se consumen. Una actitud precavida y empática, en tanto que tiene en consideración a los demás, que los proyecta como figuras de confianza.
Es decir, nos fiamos de ellos porque sabemos que tenderán a hacer lo correcto.
Visión. La clave, como explica Emma Levine, una de las investigadoras, en Quartz, es adelantarse a los acontecimientos: "Se trata de anticipar la culpa sobre las acciones negativas, algo que nos impide tomar actitudes transgresoras en primer lugar". No se trata tanto de nuestra habilidad para reconocer el daño causado y sentirnos culpable a posteriori, sino a priori. Una aversión del riesgo futuro.
Metodología. El estudio se basa en diversos ejercicios en los que un amplio número de participantes tuvo que participar. En uno de ellos, un individuo recibía dinero de su compañero poco antes de descubrir que su valor se había duplicado. A partir de ahí, podía elegir si le entregaba su parte a su compañero o no. En otro, una persona debía informar a otra a la hora de tomar una decisión, con un incentivo para mentir.
Los investigadores descubrieron que aquellas personas tendentes a la culpa ("cómo te sentirías tras atropellar a un animal" o "cómo te sentirías dejando plantado a un amigo") mostraban mayores niveles de honestidad y confianza mutua en los ejercicios.
Trabajo. Hace algunos meses hablamos de cómo las mujeres confiaban menos en sus jefes que los hombres. Los motivos eran variados: desde una remuneración menor hasta sentirse marginales en las decisiones. ¿Una explicación? Sus superiores no prevén culpa alguna ascendiendo antes a compañeros varones o tomando más en consideración sus opiniones, lo que les lleva a tomar decisiones menos favorables hacia sus empleadas.
Empatía. En muchos sentidos, la confianza, hacia uno mismo y hacia los demás, está muy relacionada con la empatía. Y por tanto con el poder. Como vimos en su momento, las personas ricas o de clase alta exudan más confianza en sí mismos que los individuos más pobres. Sobrevaloran más sus aptitudes, toman decisiones más arriesgadas y, conscientes de que las consecuencias les afectan menos, tienden a salirse con la suya.
Una confianza desmedida que tiene beneficios sociales. ¿Pero cómo ganarse la confianza de los demás? Como hemos visto, anticipando las potenciales consecuencias negativas de nuestros actos, con los demás en mente.
Imagen: Dylan Gillis