Si se facilita la oferta, el consumo crecerá. La idea, tan simple y tan aparentemente lógica, ha sido uno de los argumentos contra la legalización de estupefacientes durante el último medio siglo. De modo que cuando el estado de Colorado se lanzó a la nebulosa arena de la legalización en enero de 2014 las consecuencias podían ser esperables: el consumo aumentaría. La realidad, sin embargo, es bastante tozuda: entre adolescentes, ha caído en picado.
Lo que dicen los datos. La última encuesta nacional estadounidense sobre consumo y uso de sustancias estupefacientes es claro: los chavales de Colorado fuman menos hoy, cuando la marihuana es legal, que en 2013, último año ilegalizada. Por aquel entonces alrededor del 12% de los adolescentes del estado compraban y consumían hierba. Hoy en día el porcentaje se ha reducido al 9%, un declive agudo y relativamente excepcional dentro de Estados Unidos.
Legalizar es dificultar. ¿El motivo? Es complejo establecer una causa-consecuencia directa, pero parece probable que la legalización ha tenido algo que ver. Por un lado, ha permitido que la administración estatal sustituya a las antaño oscuras y criminales redes de tráfico de marihuana. La compra y venta de cannabis está ahora fuertemente regularizada. Es puro monopolio de la violencia: los establecimientos no se van a jugar su licencia por vender marihuana a un menor de edad.
Con las autoridades supervisando la producción y comercio de cannabis, los atajos legales se agotan. Sucede igual con el tabaco y con el alcohol.
Si no está prohibido no mola. Hay más, claro. Como explica Nathan Lens aquí, consumir sustancias prohibidas tiene un rol social concreto: mostrar que un adolescente es capaz de enfrentarse a una situación de riesgo y negociarla con éxito. En psicología evolutiva se conoce como "costly signaling": tu grupo social te admirará más si has sido capaz de sortear sin coste una actividad con un alto riesgo asociado. Fumar marihuana implica que eres lo suficientemente duro y hábil como para saltarte la ley. Entre chavales, genera admiración.
El viejo encanto de lo prohibido. Legalizada la sustancia, el riesgo desaparece, y también los incentivos sociales para su consumo.
Es una explicación parcial. En parte, esto ilustra por qué el consumo de sustancias (excepto adicciones) tiende a ser social entre los más jóvenes (también del alcohol o el tabaco, vedadas a menor edad). No es la foto completa. La encuesta nacional también muestra que los adultos entre 18 y 25 años de Colorado están sustituyendo el alcohol por la marihuana (uno baja, otro sube). Ahí la legalización no ha frenado el consumo. Aunque no son necesariamente malas noticias: la marihuana es mucho menos nociva para la salud que el alcohol.
Los chavales consumen menos. En general, el patrón de los adolescentes de Colorado se puede aplicar a otras sustancias (alcohol, tabaco, anfetaminas) y al mismo rango de edad en Estados Unidos. A gran escala, coincide con lo que estamos viendo en todos los países occidentales. Los adolescentes consumen cada vez menos sustancias estupefacientes. El alcohol, por ejemplo, el más predominante de forma tradicional, se ha desplomado un 30% en relación a treinta años atrás.
La Generación Z es, sencillamente, más sana.
Imagen | Thought Cannabis/Unsplash
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