Cuando un reducido grupo de australianos se reunió el fin de semana pasado en protesta contra el confinamiento, lo hicieron entonando un singular cántico: "Arrestad a Bill Gates". La petición, si bien abstracta, se fundamentaba en una creencia muy difundida por los confines de la red: el coronavirus no es sino una fabricación cuyo principal ideólogo, Gates, aspira a rentabilizar mediante oscuras vacunas futuristas.
Fue el último y más llamativo acto de una teoría de la conspiración extendida al albur de la pandemia.
Larga tradición. Gates lleva siendo objeto de teorías de la conspiración desde hace décadas. Una de las más extendidas le acusa de impulsar campañas de vacunación masivas como un método para control a la población. Naturalmente, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Pero su particular énfasis en las campañas de vacunación ha entroncado con un revival del movimiento antivacunas.
Y ahora, con el coronavirus.
Mezcolanza. Como relata este artículo de BuzzFeed, la oposición al confinamiento brota de una abigarrada mezcolanza de conspiracionistas. En las protestas se entremezclan antivacunas, negacionistas del coronavirus, activistas anti-5G, seguidores de QAnon y otros grupos variopintos. Todos ellos interpretan la epidemia como una excusa para que los gobiernos occidentales, meros lacayos de figuras como Gates, controlen sus vidas.
Extensión. Nada que no pudiéramos prever, por otro lado. YouTube y Facebook se han llenado de teorías en torno al virus. Desde David Icke en Reino Unido hasta la quema de antenas 5G, pasando por su fabricación en un laboratorio chino o su utilidad como arma biológica. Los relatos incluyen toda suerte de alocadas ideas, como un contubernio internacional de pederastas, el "estado profundo" o, cómo no, los aliens.
¿Por qué Gates? Tan dispar colección de ideas requería de un elemento aglutinante, de un objetivo definido, para canalizar el descontento anti-confinamiento. Ese elemento ha sido Bill Gates, de un modo similar a George Soros en otras conspiraciones político-económicas. El origen inmediato de la conspiración surgió en un AMA de Reddit primero y en el sermón de un pastor evangélico más tarde, donde le asociaba al "Anticristo".
Contexto. Gates resulta muy útil por su trayectoria. A su empeño en las campañas de vacunación (destinadas a "despoblar" la Tierra, nada menos) hay que sumar su particular clarividencia previendo la pandemia que hoy asola al mundo. En 2015, ofreció una charla TED donde advertía de la dificultad de movilizar recursos y establecer protocolos para frenar una enfermedad como el covid, tan permeable, tan invisible.
Gates lo vio venir. Y advirtió sobre ello. Entendió los retos que plantearía una epidemia como esta y concluyó que no estábamos preparados.
Las vacunas. Idóneo perfil para volcar sobre él la teoría de la conspiración definitiva: lo vio venir porque él mismo la creó. ¿Y para qué? Para crear una situación que favoreciera la obligatoriedad de las vacunas, tabú insoportable para miles de conspiracionistas. Gates estaría a la cabeza de una inquietante alianza de millonarios y políticos, la coalición ID2020, para crear un estado de vigilancia masivo que someta a la población mundial a su control.
Microchip. La excusa, el coronavirus. El mal a evitar que se cierne sobre nosotros, una vacuna-microchip implantado a todas las personas del mundo, para siempre a su servicio y bajo su observación permanente. Un Gran Hermano definitivo. La punta de lanza de un movimiento anti-confinamiento que se entrelaza con salvas a la libertad individual, la fobia al estado y la minusvaloración del riesgo epidémico.
En Alemania, Estados Unidos, Reino Unido o Australia. Las protestas se han extendido. Y casi siempre están teñidas de un sustrato conspiracionista.
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